La crisis, quiebra y venta del Banco Popular está levantando polvo más allá de las fronteras españolas. Del descalabro y la pérdida de confianza en el quinto mayor banco del país no sólo se aprende la importancia de los mensajes que da el presidente de una entidad como el Popular, sino varias lecciones que aplicar a todo el sistema.
Aunque los contribuyentes no han tenido que asumir las pérdidas, sí que ha habido perdedores. Entre ellos, los accionistas del Popular y los que tenían 1.400 millones en instrumentos de deuda. Pero los accionistas del Santander también están encajando el golpe: sus títulos se diluyen por la decisión del banco de levantar 7.900 millones de euros en acciones para sanear su balance.
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Para los reguladores europeos, el devenir de la situación del Popular y su desenlace -con la compra por parte del Banco Santander-, es una prueba de que los mecanismos de rescate aprobados en 2008 funcionan. Los inversores, sin embargo, tienen mucho que aprender de esta quiebra, defiende el lunes el diario The New York Times. Estos son los recados que el periódico estadounidense le da a los reguladores... y a Donald Trump.
Lección número 1: No confíes en los resultados de los test de estrés.
Las instituciones financieras deben tener capital a mano para absorber las pérdidas. Los test de estrés fueron diseñados por los reguladores para determinar cómo de resiliente era el balance de un banco durante una recesión. El jueves pasado, la Reserva Federal publicó el resultado de este examen para los 34 mayores bancos del país. Todos sobrepasaron el umbral mínimo, recuerda el diario estadounidense.
En 2016, el Popular realizó un test de estrés con la autoridad bancaria europea. Aunque se conocía la mala situación del banco, el test mostraba una historia más prometedora. Por ejemplo, la ratio de solvencia (CET1) del Popular se situó en 10,2% de sus activos, por debajo del promedio de 12,6% de los 51 bancos europeos, pero no era el peor de todos. Incluso en un escenario adverso, señalaba el test de 2016, el Popular tenía un exceso de capital del 6,6%.
Durante esta primavera, en medio de un escenario realmente adverso, este colchón se desvaneció casi en una noche. Después de que el presidente del banco, Emilio Saracho, dijera en la junta de accionistas que necesitaría ampliar capital, los depósitos empezaron a volar. En junio recibió 4.000 millones de euros de emergencia del central español, pero se consumieron en dos días. La venta al Santander se produjo casi de inmediato.
Lección número 2: Los reguladores deben exigir a los bancos que mantengan mayores ratios de apalancamiento, otra medida para ver si el capital es suficiente. Y este es uno de los requerimientos que la Administración del presidente Donald Trump quiere suavizar, recuerda el diario estadounidense.
Las ratios de apalancamiento se calculan dividiendo el patrimonio común tangible de un banco por su activo total. Actualmente, los grandes bancos estadounidenses deben tener un ratio de al menos un 5% para evitar restricciones sobre las distribuciones de capital y los pagos de bonos discrecionales. Los reguladores europeos son más indulgentes, con una ratio de solo 3% a partir de enero de 2018.
En diciembre de 2016, los ocho bancos de importancia sistémica tenían una ratio promedio de 5,69% y desde la Fed advierten que deberían ser mayores. La caída del Popular solo ha reforzado esta visión. En el test de estrés de 2016, el banco tenía una ratio de 5,68% y en un escenario adverso se supone que debía situarse en 3,99%. A la vista del rescate, la ratio era inadecuada.
Los bancos, por supuesto, prefieren una ratio de apalancamiento baja. Esto ayudaría al crecimiento del empleo, pero también eleva el riesgo de un rescate a cargo de los contribuyentes, subraya el New York Times.
Lección número 3: No busques el rendimiento si no estás preparado para los riesgos.
Los inversores que compraron títulos convertibles del Popular (los famosos CoCos) para financiar su colchón lo han aprendido por las malas. Su valor se destruyó, literalmente, en una noche. Son instrumentos diseñados para absorber las deudas cuando un banco se mete en problemas: la idea es que los tenedores de estos títulos, no los contribuyentes, asuman el precio de una quiebra y eso es lo que ha pasado con el Popular.
Pese al descalabro, el mercado de este tipo de valores emitidos por otros banco europeos no ha caído. Esto sugiere que los inversores están ignorando sus peligros.