El Banco Central Europeo (BCE) considera que los estímulos monetarios todavía son necesarios para sostener la recuperación económica pese a la amenaza de la inflación, que marca máximos desde la creación del euro. El Consejo de Gobierno ha decidido este jueves reducir paulatinamente la compra de deuda públida en 2022, pero a un ritmo muy lento. Además, no prevé subidas de tipos al menos hasta 2023.
El programa de emergencia contra la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés), que se puso en marcha en marzo de 2020, concluirá tal y como estaba previsto en marzo de 2022. Como preámbulo de su final, el ritmo de compra de deuda, que ahora es de 60.000 millones de euros al mes, se recortará a partir de enero. El PEPP podría reactivarse, si es necesario, para "contrarrestar las perturbaciones negativas relacionadas con la pandemia".
En paralelo, el organismo dirigido por Christine Lagarde ha decidido reforzar su plan ordinario de compra de deuda (APP, por sus siglas en inglés), para compensar en parte la desaparición del PEPP. El ritmo mensual de compras del programa APP, que ahora es de 20.000 millones al mes, subirá a 40.000 millones en el segundo trimestre de 2022 y será de 30.000 millones en el tercer trimestre. En la parte final del año, las compras volverán a 20.000 millones al mes y no se pone fecha final.
Además, el dinero de los bonos comprados en el programa PEPP que lleguen a vencimiento se reinvertirán al menos hasta el final del 2024. El BCE pretende utilizar este dinero para contrarrestar cualquier problema de "fragmentación del mercado" debida a la pandemia. Es decir, para mantener bajo control las primas de riesgo de los países más endeudados como España o Italia. También para comprar deuda de Grecia, que no alcanza el grado de inversión necesario para participar en el programa APP.
Por lo demás, el Consejo de Gobierno mantiene sin cambios los tipos de interés, que seguirán en mínimos históricos: el tipo general se mantiene en el 0% y la facilidad de depósito para los bancos continúa en territorio negativo (-0,5%). Los tipos no subirán hasta que concluya definitivamente la compra de deuda, lo que significa que no habrá ningún aumento en 2022, tal y como ha venido repitiendo Lagarde durante las últimas semanas.
La presidenta del BCE continúa pensando que el repunte de inflación es un fenómeno temporal, aunque vaya a durar más de lo previsto inicialmente, que desaparecerá a lo largo de 2022. Por ello, ve prematuro retirar ya todos los estímulos y subir los tipos porque eso podría asfixiar la recuperación tras la pandemia.
El BCE se aleja así de la orientación monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos. Su presidente, Jay Powell, acaba de anunciar que acelera el fin de su programa de compra de deuda contra la pandemia. Además, el banco central norteamericano anticipa hasta tres subidas de tipos el año que viene para controlar la inflación. También el Banco de Inglaterra ha decidido este jueves una modesta subida de tipos del 0,1% al 0,25%.
Descontrol de precios y frenazo a la recuperación
Precisante, la decisión del Consejo de Gobierno del BCE se produce en un momento en que los precios se han descontrolado también en la eurozona. Impulsada por el alza de la energía y los problemas de suministro globales, la inflación se disparó hasta el 4,9% en noviembre, su nivel más alto desde la creación de la moneda única. Un problema que preocupa especialmente en Alemania, cuyo nuevo ministro de Finanzas, Christian Lindner, cita la inflación en todas sus intervenciones públicas. La prensa sensacionalista alemana ya ha bautizado a Lagarde como "Madame inflación".
Al mismo tiempo, la recuperación pierde impulso debido a la nueva ola de contagios que asola toda Europa y a la amenaza de la variante ómicron. La mayoría de Estados miembros han aprobado nuevas restricciones que afectan a la actividad económica y también al turismo. La directora generente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ha anunciado ya una rebaja de sus previsiones para la eurozona.
El programa de compras de emergencia contra la pandemia se puso en marcha en marzo de 2020, en plena fase inicial del confinamiento. Su objetivo era evitar que se dispararan las primas de riesgo de Italia y España, los dos países más golpeados por la Covid, y que la debacle económica desencadenara una nueva crisis de deuda en la eurozona.
Con una dotación inicial de 750.000 millones de euros, su volumen total se ha acabado ampliando hasta 1,85 billones. De esta cantidad, el BCE lleva gastados ya 1,5 billones, con los que ha comprado 170.300 millones de deuda de España y 250.000 millones de deuda de Italia. Lagarde ha ayudado así a absorber las emisiones sin precedentes que están realizando los países de la eurozona para combatir la crisis del coronavirus.