La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha avisado este jueves de que el empeoramiento de la pandemia de Covid-19 en la UE, provocado por el aumento de casos y las nuevas cepas, plantea "graves riesgos" no sólo para la salud pública, sino también para la economía de la eurozona y del resto del mundo. La incertidumbre sobre la evolución de la crisis sigue en máximos. Por ello, Lagarde reclama a los líderes europeos que activen "sin demora" el fondo de reconstrucción de 750.000 millones y que hagan reformas estructurales para aprovechar bien el dinero europeo.
El Consejo de Gobierno ha decidido mantener sin cambios su arsenal de estímulos monetarios: tipos de interés en mínimos históricos, compras masivas de deuda y barra libre de liquidez barata para la banca. Pero Lagarde ha dejado claro en que está preparada para "ajustar todos nuestros instrumentos, como sea apropiado", si la situación empeora. "Nada está fuera de la mesa", ha insistido. El objetivo último del BCE es "preservar condiciones de financiación favorables en la eurozona".
No obstante, la presidenta vuelve a insistir en que la política monetaria no puede resolver en solitario todos los problemas. Se necesita además que la política presuestaria siga siendo expansiva para asistir a hogares y empresas, tanto a nivel nacional como a nivel de la UE. Eso sí, las medidas nacionales de emergencia en respuesta a la pandemia deben ser "selectivas y temporales".
A nivel de la UE, Lagarde ha reclamado la puesta en marcha "sin demora" del fondo de reconstrucción (Next Generation EU). "Los Estados miembros deben acelerar el proceso de ratificación, finalizar rápidamente sus planes de recuperación y resiliencia y desplegar los fondos para un gasto público productivo, acompañado de reformas estructurales que impulsen la productividad". Estas reformas son "particularmente importantes para hacer frente a las debilidades estructurales e institucionales presentes desde hace mucho tiempo y acelerar las transiciones digital y verde".
La presidenta del BCE ha explicado que todos los indicadores económicos apuntan a que, tras un fuerte rebote del 12,4% entre julio y septiembre, la eurozona registró una recaída en territorio negativo durante el último trimestre de 2020, que podría seguir en el primer trimestre de 2021.
"El renovado aumento en los contagios de coronavirus y el endurecimiento y prolongación de las medidas de confinamiento en muchos países de la eurozona están perturbando la actividad económica", insiste Lagarde. Mientras que la actividad industrial resiste o incluso se recupera, el sector servicios está siendo especialmente golpeado por las nuevas restricciones a la movilidad, aunque menos que en marzo. Los consumidores se mantienen cautos y las empresas no invierten debido a la incertidumbre y los daños en sus balances.
En el lado positivo de la balanza, la campaña de vacunación ha empezado en toda la UE, aunque a un ritmo más lento del previsto. Bruselas y Londres cerraron en el último minuto un acuerdo sobre el brexit. Y la nueva administración de Joe Biden en Estados Unidos ofrece una perspectiva de estabilidad.
Por todo ello, Lagarde considera que sigue siendo válida la previsión de crecimiento que el BCE hizo en diciembre: un rebote del 3,9% en la eurozona. Este pronóstico ya incorporaba la posibilidad de que los confinamientos se prolongaran durante todo el primer trimestre. En todo caso, la presidenta admite que persisten los "riesgos a la baja". Fráncfort actualizará sus cálculos en su próxima reunión en marzo.
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