Hoy se cumplen cinco meses y medio desde que el Banco Central Europeo (BCE) anunció una de sus políticas monetarias más heterodoxas: la compra de bonos de empresas. A pesar de la férrea oposición de Alemania, el presidente de la entidad, Mario Draghi, consiguió sacar adelante esta medida con el objetivo de “intensificar aún más la transmisión de nuestras compras de activos a las condiciones de financiación de la economía real”.
Carlos Sánchez Mato, responsable federal de Políticas Económicas de Izquierda Unida critica hoy esta decisión anunciada el 10 de marzo en un comunicado publicado por su partido. Ataca con dureza a la entidad “supuestamente independiente” y por su “hipocresía política y económica”. Sin embargo, las políticas que exige al BCE son propias de un Ministerio de Economía o de Hacienda y no de un banco central. Estos son los principales puntos de su crítica:
1. El “dinero de todos”. Una de las confusiones o manipulaciones más habituales a la hora de criticar al BCE o a otros bancos centrales es el uso que realizan del dinero público. O como dice Sánchez Mato, “dinero de todos”, como si fuese recaudado por los impuestos. Sin embargo, estas entidades no usan dinero público y, por supuesto, no recaudan impuestos, de hecho, generan beneficios para el Estado (el llamado beneficio de señoreaje).
Los bancos centrales son las instituciones encargadas de crear el dinero, lo que no tiene nada que ver con manejar dinero público. Los bancos centrales tienen el monopolio de la emisión de dinero y es un instrumento de su política monetaria y, en la mayor parte de países del mundo, tienen encomendada la tarea de controlar la inflación, para que los precios avancen lentamente y no se caiga, ni en una elevada inflación ni en deflación.
El BCE utiliza el dinero público que maneja y su política monetaria para ayudar única y exclusivamente a las entidades financieras y a las grandes empresas
El control de la base monetaria (que es el dinero emitido por el banco central y no conviene confundir con la oferta monetaria, que es todo el dinero en circulación) es uno de los instrumentos más efectivos de un banco central para controlar la inflación. Nada tiene que ver el control de la base monetaria con el dinero que recauda un país (o que pide prestado al mercado) y que emplea en sus presupuestos públicos. De hecho, la experiencia de la historia económica demuestra que los bancos centrales que emiten dinero para dárselo a los gobiernos para que aumenten su gasto público han terminado por atravesar graves problemas de hiperinflación. Venezuela o Argentina están entre los últimos ejemplos.
2. Es un “rescate a las empresas y bancos”. Sánchez Mato acusa al BCE de realizar un rescate encubierto a las grandes compañías con este programa de compra de bonos. Sin duda esta política ha conseguido reducir los costes de financiación de las grandes compañías, lo que ha sido una muy buena noticia: conviene recordar que las firmas españolas no podían acceder al mercado hace tan solo cuatro años y muchas llegaron a estar al borde del impago. Hoy acceden a los mercados y pueden seguir invirtiendo y creando empleo gracias a la intervención del BCE.
Pero hay que hacer dos matices relevantes. El primero es que en la mayoría de los casos el BCE compra bonos que ya están emitidos, por lo que no financia directamente a las empresas, sino que consigue bajar los tipos de interés del mercado y así reducir los costes de su deuda. El segundo es que la entidad se vio obligada a aprobar esta medida tan heterodoxa porque las políticas ortodoxas no eran suficientes para aumentar la oferta monetaria (recordemos que el banco central controla la base monetaria, no la oferta monetaria), por lo que existía un grave riesgo de caer en deflación.
De este modo, el BCE consideró que para que el dinero llegase más rápido a la economía real, era mejor intervenir directamente en el mercado de deuda para incentivar la inversión de las empresas y estimular así la economía.
Es un nuevo e ingente rescate para los de siempre con el dinero de todos
Antes de adoptar esta decisión, ya había tomado muchas otras, como poner los tipos en el mínimo histórico, una decisión que ha provocado más que un quebradero de cabeza entre los bancos. Tan agresiva ha sido la entidad que el BCE cobra hasta un 0,4% a los bancos por sus depósitos. Esta política ha beneficiado a las empresas y las familias, pero ha perjudicado a los bancos, ya que el dinero que cobran por sus préstamos está en mínimos históricos. Una situación que contrasta mucho con la crítica de Sánchez Mato al BCE por “utilizar el dinero público que maneja y su política monetaria para ayudar única y exclusivamente a las entidades financieras y a las grandes empresas”.
El presidente del BBVA, Francisco González, lo resumió de forma breve este año: “Los tipos negativos nos están matando”. El mejor reflejo está en las acciones de los bancos, que se han desplomado en lo que va de año ante la situación tan delicada de su negocio. En España, Santander pierde un 16%; BBVA, un 21%; CaixaBank, un 27%, Bankia, un 32% o Popular, un 57%.
3. “No hay ayudas para las familias, pymes o autónomos”. Sánchez Mato pide una vez más ayudas públicas al BCE como si se tratase del Ministerio de Economía. Pero no lo es. Las compras de bonos no son “ayudas públicas”, es un instrumento de política monetaria.
Pero, además, el BCE ha demostrado durante los últimos años que la financiación a las familias y las pymes es una de sus obsesiones. Sólo así se explica el hecho de que las últimas subastas de liquidez (los programas TLTRO: operaciones de financiación a plazo más largo con objetivo específico de elevar el crédito) con los que aumenta la base monetaria, estén condicionados a que los bancos aumenten su stock de crédito. En la última ronda de este programa, que empezó en junio, los bancos reciben liquidez para que aumenten su volumen de crédito y, si lo hacen, tendrán como ‘premio’ que tendrán un tipo de interés negativo (el BCE les pagará) hasta el 0,4%.
En palabras del BCE: “Al incluir incentivos para que los bancos presten más, las operaciones TLTRO-II promueven el crédito a las empresas y a los consumidores en la zona del euro, lo que estimula la actividad económica”.
4. La “supuesta independencia” del BCE. Sánchez Mato critica las decisiones de política monetaria de la entidad y pone en duda su independencia. La realidad es que todos los estímulos que ha aprobado en los últimos años provocaron un duro enfrentamiento en el seno de la entidad, ya que se encontraron con una fuerte oposición del ‘ala alemana’, representada por el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, y los miembros germanos del Comité Ejecutivo: Peter Praet y Sabine Lautenschläger.
De hecho, Alemania llevó hasta su Tribunal Constitucional la medida estrella que evitó el colapso del euro en 2012, el programa OMT. Con este programa, la entidad se comprometía a comprar en el mercado secundario deuda de corto plazo de los países que pidiesen un rescate a sus socios. El objetivo era que, si un país volvía a pedir un rescate, la entidad intervendría en el mercado para rebajar los tipos de interés y que así el país pudiera volver a emitir deuda.
Se acrecienta la hipocresía económica y política tanto del supuestamente independiente BCE, como de los gobiernos
Esta herramienta nunca ha tenido que emplearse, ya que no ha habido más rescates tras los de Grecia, Portugal, Chipre, Irlanda y España, pero hizo comprender al mercado que Draghi haría “lo que fuese necesario para salvar al euro”. Alemania acusó que esta política supondría financiar directamente al Estado (monetizar deuda), algo que el BCE tiene prohibido, pero como las compras se realizarían sobre bonos ya emitidos y no en deuda nueva, el Constitucional europeo terminó por dar validez a la medida. En este caso Alemania salió derrotada y las primas de riesgo de los países periféricos cayeron en bloque. La española llegó hasta los 640 puntos básicos en julio de 2012 y hoy está por debajo de 100 puntos. ¿También esto fue una “ayuda pública de dimensiones mastodónticas” a “los de siempre” como critica Sánchez Mato? ¿Y fue una decisión dictada por los gobiernos?
Por el contrario, si lo que Sánchez Mato pide al BCE que emita dinero para dárselo a las familias o las pymes, estará atentando contra la independencia de la entidad. Además, esa medida no sería de política monetaria, sino de política económica, por lo que se equivoca de destinatario.