La crisis financiera desatada en 2007 dejó un nutrido reguero de acontecimientos históricos. Entre ellos, varias actuaciones coordinadas de los principales bancos centrales del mundo para intentar contener los efectos de un episodio que se ganó un hueco para siempre en la historia de las finanzas.
Sus intervenciones comenzaron a finales de 2007. Entonces, Reserva Federal (Fed) estadounidense, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá y el Banco de Suiza anunciaron subastas corales para reforzar la liquidez del sistema.
Tres meses después, los mismos protagonistas acordaron intercambiar divisas para garantizar el abastecimiento de dólares, euros o libras a los bancos y empresas. Aunque la gran maniobra llegó el 8 de octubre de 2008. El caos provocado por la quiebra de Lehman Brothers en septiembre empujó a esos cinco bancos centrales, a los que se sumó un sexto, el Banco de Suecia, a reducir los tipos de interés medio punto porcentual. Todos a la vez, a la misma ahora, de manera coordinada.
Los protocolos, por tanto, están activados. Los bancos centrales ya saben cómo proceder de manera sincronizada. Y los mercados y los inversores que los habitan también lo saben. Por eso esperan ahora que reediten aquellos movimientos para apagar, o por lo menos mitigar, la sacudida que está provocado la irrupción y propagación del coronavirus.
Dada precisamente la trascendencia global del problema, con la enfermedad presente en China, Corea del Sur, Irán, Italia, España o Nueva Zelanda, entre otros países, lo esperado es precisamente una actuación coral, no una unilateral por parte de la Fed o el BCE. Una intervención a la que, esta vez, podrían sumarse otros bancos centrales de países afectados, principalmente dos: el Banco del Pueblo de China y el Banco de Japón.
¿Pueden esperar?
Aunque, desde luego, un fenómeno como el coronavirus no entra en principio dentro de las jurisdicciones de los bancos centrales, sí lo hace el impacto económico y financiero que está causando y que puede llegar a causar.
De ahí que se espere su reacción. Un dato: hace una semana, el mercado daba un 89% de probabilidades a que la Fed mantuviera los tipos de interés en el 1,50-1,75% en su reunión de mediados de marzo.
Ahora esa probabilidad ha bajado… ¡al 0%! El mercado no maneja ya ninguna otra alternativa que un descenso, bien de un cuarto de punto (73%), bien de medio punto porcentual (27%). Eso, claro está, si no tiene que hacer algo antes, que es lo que el mercado espera.
Es más, la Fed no ha sido capaz de aguardar tanto. Su reunión tendrá lugar los días 17 y 18 de marzo, pero se ha apresurado ya desde este mismo viernes a dar pistas de por dónde pueden ir las tornas. Primero, James Bullard, el presidente de la institución en su división de St Louis, ha dejado la puerta abierta a una mayor agilidad en el recorte de tipos y el despliegue de estímulos. Después, el máximo responsable del organismo, Jerome Powell, ha lanzado un comunicado en el que, a pesar de asegurar que "los fundamentales de la economía de EEUU permanecen sólidos", ha adelantado que "usará sus herramientas y actuará como sea apropiado para apoyarla" frente a los "incipientes riesgos del coronavirus". Los vigila "de cerca", ha añadido.
En el caso del BCE, su próximo cónclave monetario se celebrará el 12 de marzo. Al ritmo al que se están produciendo las caídas en las bolsas, se antoja demasiado tiempo esperar hasta ambas fechas.
Como apuntan desde Link Securities, “los inversores descuentan nuevas actuaciones de los bancos centrales de forma inmediata”. “Las medidas de los bancos centrales y de las CNMVs de este mundo para detener el desplome de las bolsas tampoco se harán esperar mucho más.
Al fin y al cabo, esta vez no podrán acusarles de ‘riesgo moral’, dado que por la manera en que las bolsas caen y por la causa que provoca las caídas, podrán escudarse en razones de ‘causa mayor’ para intervenir”, expone Juan Ignacio Crespo, analista financiero y asesor de Multiciclos Global FI Renta4.
Presos de sus promesas
¿Por qué está convencido el mercado de esta actuación? Por dos motivos. El primero, que tras el ‘shock’ financiero provocado por la quiebra de Lehman la recuperación de los mercados, desde las bolsas hasta los de crédito, ha sido un puntal fundamental en la reactivación económica. Por tanto, un hundimiento de los mercados se convierte en un fenómeno de primera magnitud, con ramificaciones posteriores en la denominada economía real, que los bancos centrales difícilmente se atreverán a soportar sin hacer nada.
Y el segundo, que sus hechos y sus palabras les delatan. Desde la aparición de la ya famosa ‘Greenspan put’, acuñada por la sensibilidad mostrada por el expresidente de la Fed, Alan Greenspan, a la marcha de los mercados, los banqueros centrales han ido cobrando un creciente papel de guardianes de los mercados. Y más, sobre todo, tras los acontecimientos de 2008.
Sus bajos tipos de interés, inferiores incluso al 0%, y sus billonarias inyecciones de liquidez, con sus balances más grandes que nunca, han nutrido las cotizaciones de la renta variable, de la deuda soberana y de la deuda corporativa para allanar la recuperación.
Para los inversores, sus ‘manos visibles’ han venido ser como redes de seguridad que siempre acuden al rescate en caso de quebranto serio. Y el actual, con caídas semanales de doble dígito en los principales índices estadounidenses, europeos y asiáticos, es un quebranto serio… que amenaza con ir a más.
Una pregunta, por tanto, emerge: ¿están dispuestos los bancos centrales a correr el riesgo de no actuar ya y de manera sincronizada? Y tras ella, otra: ¿cómo justificarían esta vez su pasividad? Con otra pregunta adicional: ¿pero qué podrían hacer si varios de ellos ya tienen los tipos en mínimos históricos y están inyectado dinero en los mercados?
Lo primero, mandar un mensaje de confianza: los bancos centrales estarán ahí para garantizar la liquidez del sistema y actuar como sea preciso. Y lo segundo, abundar en esas palancas, bajando los tipos y bombeando más liquidez, dentro de los márgenes de actuación con los que cuente cada entidad. O dicho de otro modo, en este momento es igual de relevante la primera cuestión, la de transmitir al mercado que puede contar con la ‘Santa Alianza’ de los bancos centrales, que la segunda, las propias decisiones.
El tiempo corre. Las caídas también. Y los inversores tienen sus ojos clavados en los bancos centrales. Una vez más.