“Find no peace to logical life, no confusion, just wrong or right” Steve Perry.
El gran problema de las medidas europeas para eliminar la dependencia del gas ruso es que se diseñan como si el resto del mundo no existiera e ignoran los datos.
Europa importa alrededor de 155 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de Rusia.
No podemos olvidar que eso que llaman la dependencia del gas ruso se hizo por diseño, no por error. Se decidió políticamente eliminar el parque nuclear y aumentar el uso de gas de Rusia como alternativa mientras se aumentaba la capacidad instalada renovable. No existe alternativa real más barata que el gas ruso vía tubo. El gas licuado es mucho más caro y, además, existen enormes dificultades para importar una cantidad suficiente que reduzca de manera palpable el uso de gas ruso.
Las energías renovables son esenciales para la descarbonización, pero son intermitentes, volátiles e imposibles de planificar en periodos de demanda extrema, generando un problema adicional a las redes europeas. La eliminación de una gran parte de las plantas nucleares de Alemania, además, ha hecho mucho más difícil reducir las necesidades de gas. Cuando no sopla el viento o hay poca utilización solar se dispara la necesidad de consumo de gas sin alternativa real en las energías de base (hidráulica, nuclear).
El canciller alemán Scholz ha comentado esta semana que se debe promover el gasoducto que conecta a España con Francia para suministrar de “manera masiva” a Europa desde el sur.
No existe alternativa real más barata que el gas ruso vía tubo
Se han malinterpretado las palabras de Scholz, ya que las cifras no concuerdan. Como explicamos en esta columna, actualmente, España sólo tiene dos interconexiones con Francia, por Larrau (Navarra) y por Irún (Guipúzcoa), que permiten entregar unos 8 bcm anuales de gas, mientras que con el gasoducto Midcat se podría llegar a 17 bcm. Las importaciones de Rusia son 155bcm, repito.
Por lo tanto, aumentar la interconexión con Francia tiene muy poco impacto en las importaciones de Rusia. Es más, no podemos olvidar que Midcat fue rechazado por el gobierno de España y el de Francia. Como explicó el ex presidente de la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia (CNMC), la posición tanto en Francia como en España era de no invertir en infraestructuras de gas natural y los reguladores de ambos países tuvieron en cuenta esos planes de transición energética para posponer el proyecto.
No podemos olvidar que el coste de dicho gasoducto era la punta del iceberg. La interconexión de España con Francia requería inversiones gigantes adicionales para Francia, que tendría que construir una enorme red adicional para poder conectar el gasoducto MidCat con los grandes gasoductos europeos.
¿Se podría hacer un gasoducto desde España a Alemania que compitiese de manera seria con el gas ruso? Se tardarían muchos años, sería una obra de ingeniería espectacular y, por supuesto, no sabemos si pasaría las trabas regulatorias y burocráticas de los países europeos.
El coste de toda la red de gasoductos necesaria para mitigar de manera realista el riesgo de suministro de Rusia sería de al menos 3.000 millones de euros solo para la conexión España- Francia y al menos un total de 35.000 millones de euros para poder fortalecer la red europea de gas natural con capacidad suficiente para ser una alternativa al gas ruso.
La interconexión de España con Francia requería inversiones gigantes adicionales
No olvidemos que el abandonado proyecto de gasoducto South Stream, que iba a llevar gas de Rusia vía Bulgaria a Italia, iba a tener un coste que se estimaba en 50.000 millones de euros, según EEG (East European Gas Analysis) de los que el proyecto de Gazprom, la gasista rusa, suponía 15.000 millones de euros.
La alternativa no es hacer un gasoducto España-Alemania, aunque es lo que se ha entendido a Scholz, me comentan antiguos compañeros del sector y grandes expertos en energía. Lo lógico es que enlazase España con Francia hasta el nudo que está en el suroeste francés porque, a partir de ahí, la red francesa tiene una capacidad de transporte alta hacia el norte, directamente, o hacia el noreste para acceder a Alemania, pues hay tres nudos importantes en la frontera oriental francesa. Otra alternativa, más cara pero la única viable a corto plazo, si la red francesa del del suroeste no tiene suficiente capacidad libre disponible, sería el enlace catalán, que exigiría construir el nuevo gasoducto mencionado.
El único problema técnico, aunque menor, es hacer reversibles los nudos franceses, porque normalmente se utilizan para llevar a Francia gas de Alemania (ruso) y antes, holandés.
Si algo nos demuestra este nuevo episodio es que la planificación central y el dirigismo en energía ha creado un problema mayor del que se hubiera generado en circunstancias normales.
Si no se hubiera eliminado la mayor parte del parque nuclear en Alemania y se hubiese incentivado la inversión en interconexiones no estaríamos en la misma posición. Si el gobierno de España no hubiera dinamitado las relaciones diplomáticas con Argelia, nuestro mayor suministrador de gas, estaríamos en una posición mucho más sólida.
A pesar de todo ello, las reservas de gas de Europa están a un 70% de capacidad y las de España a un 80%, lo que demuestra que las empresas energéticas están solucionando problemas creados por el dirigismo.
Ante un problema de suministro con un proveedor, sea Rusia o cualquiera, la solución no es la represión y el dirigismo.
Europa debe aprender esta lección y no entorpecer la inversión en infraestructuras, reconocer que necesitamos todas las fuentes de suministro, aumentar los contratos bilaterales y, además de invertir en renovables, mantener el parque nuclear e hidráulico, reconocer que el gas natural es clave en la descarbonización y desatascar la inversión en energía doméstica.
Si Europa no aprende la lección y no abandona el dirigismo energético, dentro de unos años el problema será el mismo con las materias primas importadas de China.