Los ricos también lloran en esta crisis del coronavirus. Las grandes fortunas mundiales podrían perder hasta 7,75 billones de dólares (6,85 billones de euros) solo en este primer año de azote de la epidemia. Si podrán recuperarse es la gran incógnita, pues a la incertidumbre económica se suman las reformas tributarias que apuntan a estos patrimonios como vía para aliviar las finanzas públicas.
La cifra del golpe la calculan dos gigantes de las finanzas mundiales: Oliver Wyman y Morgan Stanley. En un reciente informe que ha corrido como la pólvora por los despachos de banca privada estiman que las grandes fortunas podrían llegar a perder un 10% de su patrimonio en este 2020. Algo que ocurriría si el impacto del Covid-19 se convierte en una “recesión sostenida”, como la aparición de rebrotes de la infección y el regreso a los confinamientos apuntan cada vez más.
El estudio asegura que si se confirmase un escenario así, los ricos no podrían recuperar los niveles de rentabilidad de los que gozaron al cierre de 2019 hasta, al menos, después de cuatro años. Esto es, que no solo tendrían que asumir “un año perdido” en este 2020, sino resignarse a no ver rendimientos comparables a los del año pasado hasta el cierre del ejercicio 2024.
Números más díficiles
La pena no acaba aquí, pues aunque el escenario base que manejan las dos firmas es algo más amable, las pérdidas vuelven a imponerse. Los cálculos contenidos en el informe apuntan a una pérdida del 4% solo este año, un porcentaje que se traduce en 3,1 billones de dólares o unos 2,74 billones de euros al cambio de divisas.
En este caso, las dos firmas estiman que en 2021 la remontada podría ser del 5% para estas carteras. Si no hubiera otros sobresaltos, cosa que cada vez parece más improbable según las últimas previsiones macroeconómicas que se manejan, sería suficiente para compensar el golpe.
Hasta antes de la irrupción del coronavirus, los expertos de Oliver Wyman y Morgan Stanley barajaban un crecimiento del 6% para el patrimonio de las grandes fortunas, lo que habría supuesto alcanzar los 85 millones de dólares al término del próximo ejercicio. Una cota que ahora se escapa a todas luces de las previsiones que manejan las dos firmas, pues incluso en su escenario optimista no ven crecimientos más allá del 5,6% anualizado hasta 2024.
A este escenario adverso que plantea una crisis cuyos números son más difíciles de calcular que ningún otro precedente, se le suma el creciente convencimiento de que los grandes patrimonios tendrán que enfrentarse a una fiscalidad más adversa en lo sucesivo. Tal es el caso de España, donde este convencimiento lleva tiempo provocando una profunda sangría en las sicavs, los vehículos de inversión preferidos de las fortunas patrias para poner a trabajar su capital.
Subida de impuestos en marcha
Aunque el informe no se refiere específicamente a este punto, y fuentes de las firmas no han estado disponibles para comentar este supuesto, en la industria de inversión se da por hecho que estos grandes patrimonios tendrán que asumir una carga tributaria más pesada, especialmente en las economías más penalizadas por el Covid-19. En el caso español, después de unos primeros compases de indefinición, el mismo presidente Pedro Sánchez reconoció que el Ministerio de Hacienda de María Jesús Montero estaba trabajando en esta línea.
Desde el entorno de Moncloa se ha ido dejando deslizar de que el IRPF podría engordar en dos puntos para los contribuyentes con rentas superiores a los 130.000 euros y hasta cuatro puntos para aquellos con ingresos por más de 300.000 euros anuales. Además, desde Unidas Podemos se sigue trabajando en la revisión de otros impuestos como el de Patrimonio.
Una vez más, el foco está en las grandes fortunas, si bien su imposición podría quedarse sustancialmente lejos de su objetivo recaudatorio por contar con una base más delgada sobre el que aplicarlo, tal y como recoge el informe.
El estudio ‘Gestión de la riqueza: después de la tormenta’ da las pistas de cuáles podrían ser las palancas con las que las grandes fortunas buscarán esquivar el golpe económico en los próximos años con el fin de conseguir una recuperación lo más ágil posible. Eso sí, en todos los casos invita a los patrimonios más acaudalados a hacerse a la idea de que dejan atrás “una década de oro en la que las gestoras de activos se han beneficiado de un crecimiento de más del 8% anual”.
Palancas para la remontada
Con el objetivo de atraer más clientes y conseguir una rentabilidad más amable al calor de la recuperación poscoronavirus, desde Oliver Wyman y Morgan Stanley apuntan hacia “cuatro prioridades clave”. De entre ellas, la primera por importancia y peso para las dos gigantes es la apuesta por la inversión sostenible, pues se muestran convencidos de que “crecerá un 18% anual hasta los 9 billones de dólares [uno 7,96 billones de euros] para 2024”.
El segundo ingrediente de su receta para acelerar una vez que se imponga la ‘nueva normalidad’ es “ampliar las ofertas de mercados privados”. En este sentido, el capital riesgo se ha convertido en un gran rival para los mercados cotizados, de manera que muchas posibles operaciones de salida a bolsa han terminado recurriendo a estas aportaciones privadas para esquivar los vaivenes de la bolsa.
Las dos firmas responsables del informe aguardan que los activos no líquidos se incrementen un 8% anual en la cartera de los grandes patrimonios, hasta sumar 24 billones de dólares en cuatro años.
La inclusión de productos de protección como seguros de vida, seguros de salud y seguros sobre propiedades y accidentes también se convierte en una opción para estos momentos de incertidumbre. Con el foco puesto en las gestoras y firmas que ofrecen sus servicios de gestión y asesoría a las grandes fortunas -como banca privada o family offices-, el informe señala que incluir esta oferta en el catálogo puede suponerles “un incremento del 4% de los ingresos”.
Por último, las dos firmas apuestan por impulsar la inversión en activos digitales. Para estos, plantean un escenario base en el que “una constante adopción” de los mismos se traduce en una cota del 3% de los activos bajo gestión de la industria de los grandes patrimonios en un espacio de 10 años.
En este ámbito, los ‘tokens’ se perfilan como una de las palancas de rentabilidad para los ricos en la era post-Covid y de ingresos para los profesionales de la inversión focalizados en este segmento de clientes.