Vivimos en un mundo cambiante, en el que la digitalización y la tecnología han transformado la forma de ver la vida, en el que los trabajos se han vuelto más inestables y en el que las compañías compiten por tener las mejores ideas, que pueden ser tan valiosas como el petróleo. Para sobrevivir de manera exitosa a este contexto lleno de dificultades, el talento personal puede ser el arma más eficaz. Gestionar el talento permite el desarrollo de la creatividad, la creación de ideas, y es una valiosa ventaja competitiva en el ámbito laboral.

La creencia de que el talento es algo innato, y de que si no naces con ese pan debajo del brazo no hay nada que hacer, no es del todo cierta. Según el psicólogo e investigador estadounidense Anders Ericsson, el talento como aptitud es la capacidad o habilidad para desempeñar una tarea, y todos podemos desarrollarlo en mayor o menor medida con disciplina, dedicación y mucha práctica.

Ed Sheeran, el cantante británico que ahora encabeza todas las listas de éxitos, no cantaba bien de pequeño. Y el pintor sevillano Diego Velázquez no nació siendo un prodigio, sino que pulió sus cualidades artísticas a través de tiempo y el aprendizaje, como demuestra el contrato que firmó su padre, Juan Rodríguez de Silva, con el mentor de Velázquez, Francisco Pacheco.

Encontrar tu vocación es importante para dejar de pensar en tu trabajo como una mera obligación. Marcy Sánchez/ Health.mil

La pasión es la llama que prende el talento

Lejos de ser una tarea sencilla, desarrollar el talento personal requiere un cambio de actitud, de metas y de rutina. Es necesario definir un plan de acción con objetivos realistas, porque ninguna transformación se produce si la necesidad de pasar página no es mayor que la resistencia al cambio. Según Dan Coyle, experto en gestión del talento y autor del libro Las claves del talento, el punto de partida tiene que ser la pasión que se prende con el deseo de crecer en la profesión y de alcanzar aquello que buscas. Al fin y al cabo, cuando una persona hace lo que ama, no concibe su labor profesional como un trabajo, los horarios dejan de existir y no odia los lunes.

Ahora bien, no todos venimos al mundo sabiendo a qué queremos dedicar cada uno de nuestros días. Para encontrar esa pasión que sea el motor de la rutina, lo importante es ser curioso y mantenerse activo, probar tantas actividades como nos permitan las 24 horas del día. Aunque trabajes en un despacho o en una gestoría, intenta sacar tiempo para ver una película, para cocinar o para la pintura.

No hay prisa por encontrar lo que de verdad te gusta: una vez que cualquier persona, a la edad que sea, encuentra el entorno en el que mejor se mueve y en el que más puede desarrollar sus habilidades personales, el individuo está inspirado para alcanzar la excelencia y el proceso de aprendizaje es más rápido. La clave es hallar la forma de expresión que hace brillar tus características personales. Trabajar en algo que no nos entusiasma puede ser la tierra fértil en la que germine ese deseo de cambio que nos incita a seguir creciendo.

Una cuestión de actitud

A muchos nos ha pasado. La empresa organiza un evento con un conocido deportista, con una figura mediática o un empresario de éxito, que nos da una charla inspiradora sobre cómo superar los obstáculos. Tú sales contento y motivado. Te has hecho una chuleta con todos los consejos: esforzarse más, salir con los amigos al menos una vez por semana, ser proactivo... Pero, de vuelta a la realidad, la teoría no es tan fácil de aplicar y el entusiasmo con el que has salido de la sala de conferencias dura solo hasta el siguiente madrugón.

Además, encontrar nuestra verdadera pasión puede llevar años, y mientras tanto, las facturas no dejan de llegar y el despertador sigue sonando cada mañana para ir a trabajar. Pero esto no implica que no podamos aprovechar este tiempo para desarrollar nuestro talento. Nuestro grado de satisfacción no depende tanto de nuestros compañeros, de nuestro trabajo o de nuestro jefe como de la actitud que adoptamos frente a cada circunstancia.

No se trata de cambiar la actitud de la noche a la mañana, ni de llevar a todas horas una sonrisa forzada. Lo importante es buscar siempre el equilibrio entre la rutina y la novedad, el aprendizaje y el hábito, la curiosidad y la práctica, y ver cada error como una oportunidad para atrevernos a evolucionar. Ante un problema mayor, en lugar de renunciar, pregúntate qué puedes hacer, qué vas a aprender y qué beneficios te va a reportar seguir luchando.

La práctica, el entrenamiento y la constancia son las claves para desarrollar tus habilidades.

La excelencia se alcanza a través del aprendizaje

Algunos investigadores y expertos en el estudio de la naturaleza del talento como Bill Chase, Anders Ericsson o Herbert Simon coinciden en que para desarrollar la excelencia en cualquier campo –música, deporte, matemáticas, etc- hay que practicar intensamente unos diez años. Incluso Rafa Nadal, número uno del tenis mundial, empezó a practicar cuando solo era un niño, para lograr años después hacer historia con sus 75 títulos.

La regla de los diez años, o de la década completa, implica que todas las habilidades se pueden reforzar. Ahora bien, para progresar estos diez años y no estancarte en el intento, la actitud sigue siendo la clave: en igualdad de condiciones, las personas más inconformistas, más dispuestas a aprender y practicar, desarrollan más su potencial.

Es más, cuando la actitud y el talento se unen a la voluntad de trabajar con esfuerzo, forman un tridente imparable que conduce a la fórmula del éxito. En palabras de Ericsson, "no hay ningún tipo de célula que posean los genios y no tengamos el resto. La diferencia es trabajar más que los demás".