Uno de los aspectos más interesantes y menos conocidos del trabajo de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) es la valoración de los diferentes sesgos que pueden afectar a las previsiones macroeconómicas de los gobiernos. Esta misión está contenida en la Ley Orgánica que creó la AIReF y procede de una directiva europea sobre los requisitos que deben cumplir los Presupuestos de los miembros de la Unión Europea.
El sesgo en las previsiones se considera importante si ha sido sistemático, es decir, repetido en años consecutivos (en este caso cuatro años), y si además ha sido grande e injustificado. En el último informe de AIReF sobre las previsiones del Presupuesto de 2016 hay una explicación técnica sobre los sesgos y los requisitos para evaluarlos.
Por primera vez, la AIReF dispone este año ya de cuatro evaluaciones de los sesgos, lo que le obliga a emitir una recomendación al Gobierno para que tome medidas para corregir el problema. Los servicios del Estado elaboran anualmente ocho previsiones: el Producto Interior Bruto (PIB) y cinco de sus componentes (consumo privado, consumo público, formación bruta de capital fijo, exportaciones e importaciones) más el paro y el déficit.
Una explicación posible es que exista un control insuficiente de las variables que están detrás del consumo público
De estas ocho previsiones, la que tiene relación con la previsión del consumo público es la que ha hecho saltar todas las alarmas. Desde 2013, este factor viene presentando en forma sistemática un sesgo grande e injustificado. Es decir, que la previsión realizada por las autoridades no sólo no se ha cumplido sino que se ha desviado mucho.
Hay dos explicaciones para este sesgo. Una, ex ante, que correspondería con una insuficiente coordinación de la programación presupuestaria y de la previsión macroeconómica. Es decir, el problema estaría al "traducir" la previsión del consumo público en los números que recoge la Ley de Presupuestos.
La otra explicación, ex post, es decir después de la aprobación de los Presupuestos, que tendría que ver con un insuficiente control de las variables que están detrás del consumo público.
De las ocho previsiones que se vienen evaluando desde 2013, en el primer año, ocho mostraron sesgo grande y seis sesgo injustificado. La situación mejoró en los años posteriores, pero hay dos previsiones donde las cosas han ido mal: la previsión de consumo público y la de déficit, aunque ésta última sí “acertó” en 2014, así que aún no ha acumulado cuatro años consecutivos y no se la considera sistemática.
Los expertos creen que un factor que puede incidir en este error sistemático es el hecho de que las autoridades estén cayendo en la tentación de considerar la previsión como un objetivo a cumplir. La previsión debe ser un cálculo realista y racional de lo que se cree que va a suceder, mientras que si se considera como un objetivo, se está pensando más en lo que debería ocurrir. Eso explicaría que la segunda previsión más equivocada sea la del déficit, que podría estar afectada por el mismo comportamiento psicológico.