La banca europea ha vuelto a someterse a examen por parte de la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés). En plena época de incertidumbres por doquier, una de las que más preocupan es precisamente la salud del sistema financiero y ante esta inquietud pretendían los stress test dar una respuesta clara. Sin embargo, han aportado más confusión y dudas al debate que certezas y esperanzas.
Quizá uno de los aspectos más relevantes es precisamente si estas pruebas han sido de verdad de estrés o más bien se ha tratado de un ejercicio de opinión contable sin apego a la realidad. Las pasadas ediciones, especialmente la de 2011, supusieron un auténtico desprestigio para estos exámenes, ya que algunas de las entidades que aparecían como solventes en escenarios adversos tuvieron que ser rescatadas con dinero público poco tiempo después.
Los test de estrés son como una sucesión de fotos que a veces ocultan la dinámica del círculo vicioso
El modelo basado en unos cánones metodológicos tradicionales, hace el análisis de un balance que lo considera como un stock. Es decir, esta técnica es capaz de darnos una especie de “foto” en diversos momentos del tiempo, aplicando cada uno de los escenarios como si fueran un movimiento one-off (de una vez) y obviando la dinámica resumiéndola en un término típico de los modelos matemáticos de hace décadas: la dinámica de transición entendida como un paso intermedio hacia el stock final.
A pesar de la solidez que pudiera parecer que tiene este procedimiento de análisis, es evidente que una crisis bancaria que somete a una profunda erosión la solvencia del sistema, no se comporta con este esquema “estado inicial–dinámica de transición–estado final”. Por definición, una crisis bancaria tiene un fuerte componente de retroalimentación o de círculo vicioso que es muy difícil de parar, más aún cuando está acompañada de una desconfianza masiva del mercado y tensiones de liquidez provocadas por retiradas masivas de dinero por parte de los depositantes. Se trata de un suceso de efectos asimétricos, con una probabilidad de que ocurra tendente a cero pero que sucede con cierta frecuencia.
Las pruebas infravaloran el riesgo de una pérdida importante de capital a lo largo del tiempo
En este sentido, el stress test infravalora el riesgo de una pérdida importante de capital a lo largo del tiempo. Dicha infravaloración, además, es mayor cuanto menos exigentes sean las condiciones que se ponen en estos exámenes. Por ejemplo, en estos últimos stress test, no se contemplan hechos significativos como podrían ser la ruptura de la Unión Monetaria tras el Brexit, nuevo hundimiento de los precios del petróleo, estancamiento secular o tipos de interés negativos de aquí a 5 años. Aunque la fecha de la que se toman los datos es 31 de diciembre de 2015, ya tenemos suficiente información observada para incorporarla a los escenarios por orden de adversidad.
La mezcla entre unos exámenes que minusvaloran el riesgo y la bajada de los umbrales de exigencia tal como dijo la propia EBA, puede tener como consecuencia la relajación en la vigilancia del riesgo por parte de algunos banqueros que habiendo quedado por encima del 5,5% de capital CET1 (acciones y reservas) en el escenario más adverso para 2018, deben tener mucha cautela tanto con sus niveles de capital como de apalancamiento. Este “efecto desincentivador” es un peligro a la hora de no “dormirse en los laureles” y acometer reformas en las estructuras bancarias que den lugar a un nuevo modelo de negocio.
Ninguno de los bancos españoles superaría una ratio fully-loaded del 10% en un escenario adverso en 2018
Quitando el caso de los bancos suecos, noruegos y daneses –con ratios de capital fully-loaded en torno al 20% en el escenario más adverso y con outliers como NRW Bank que superan el 35%– el resto de los bancos tienen mucho camino por recorrer si quieren formar un colchón fuerte a futuro. Especialmente relevante es el caso de la banca española, donde el consenso de mercado aplaude que las entidades examinadas pasen los umbrales pero nadie cae en la cuenta de que eso no es suficiente.
Según los resultados de los stress test, ninguno de los bancos españoles superaría una ratio fully-loaded en escenario adverso del 10% en 2018. Esta cifra es enormemente importante, ya que es el objetivo mínimo para un banco incluyendo todos los efectos regulatorios que trae Basilea III para 2018. De hecho, los bancos que más se acercan a dicho umbral son los que registrarían una mayor destrucción de capital en un estrechamiento extremo de márgenes y, por si fuera poco, son los que tienen que cumplir un colchón de capital adicional por considerarse entidades sistémicas.
Para que un banco funcione y sea rentable a medio plazo, antes tiene que ser solvente y contar con un margen de maniobra mucho mayor
Si incluso teniendo en cuenta la relajación en la elaboración de los escenarios peores, ningún banco español es capaz de guardar un euro de capital por cada diez euros de activos de riesgo (incluyendo como capital cosas difícilmente justificables), lejos de felicitarnos deberíamos preocuparnos bastante. Probablemente no al nivel de la banca italiana (en vísperas del rescate de Monte dei Paschi) o de la alemana (Deustche Bank tiene una ratio fully-loaded por debajo del 8%), pero sí teniendo en cuenta los más de 250.000 millones de euros invertidos en salvar las antiguas cajas de ahorros.
En suma, los resultados de los stress test no deberían mover a la autocomplacencia ni a los gestores bancarios ni a los políticos que ya han caído varias veces en un trade-off falso entre rentabilidad y solvencia. Para que un banco funcione y sea rentable a medio plazo, previamente debe ser solvente con un margen de maniobra de entre 3 y 5 puntos por encima del 10% fully-loaded. Este es el reto de la banca española.
Javier Santacruz Cano (@santacruz_s_a) es doctor en Economía y profesor del IEB.