La colaboración entre grandes corporaciones y startups innovadoras se ha convertido en un ingrediente imprescindible para impulsar la transformación digital y acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías. A las grandes empresas, estas alianzas les permiten acceder a tecnologías emergentes y a innovaciones disruptivas sin tener que asumir los riesgos y costes que implicaría su desarrollo de forma interna, y les ofrece la oportunidad de diversificar sus actividades comerciales y explorar nuevos mercados.
Por su parte, las startups encuentran en estas colaboraciones un beneficioso marco estratégico que les facilita disponer de recursos financieros, mejorar su posicionamiento en el mercado y adquirir conocimientos de experiencias operativas claves para su crecimiento que, sin la participación y el know-how de las grandes empresas, les sería difícil conseguir.
Para que esta alianza sea posible y ambas partes logren una colaboración positiva, es necesario que desde el inicio se establezcan expectativas claras, realistas y alineadas, tanto desde el punto de vista financiero como estratégico. Y es que, si bien las grandes corporaciones miden el éxito de sus colaboraciones con startups, ajustándolo a sus metas estratégicas y financieras, las empresas emergentes suelen hacerlo en función de su crecimiento, como el aumento de ventas, clientes o financiación.
Pero, como sucede en tal vez demasiadas ocasiones, la toma de decisiones para apostar por nuevos escenarios y oportunidades de negocio no es sencilla. Factores como la falta de flexibilidad y la reticencia al cambio de las grandes corporaciones, especialmente en aquellas con una cultura corporativa más tradicional, complican el proceso. A esto se suman otros inconvenientes, como la aplicación de criterios de evaluación de inversión para las startups no adaptados a la realidad del ecosistema, la poca visibilidad de las grandes empresas frente a los fondos de capital riesgo como potenciales agentes inversores, o la falta de expectativas realistas en cuanto a plazos, resultados y niveles de inversión.
De hecho, según el informe ‘El Corporate Venture Capital en España’, aunque 8 de cada 10 empresas (el 82%) han invertido alguna vez en una startup, tan solo un 67% cuenta con una estructura de Corporate Venture Capital (CVC) consolidada. Esta cifra indica que, aunque existe interés en la innovación abierta, un número significativo de empresas todavía carecen de las estructuras adecuadas para gestionar estas inversiones de manera eficiente.
Si buscamos casos de éxito que ilustren la necesidad y la importancia de este tipo de colaboraciones, encontramos ejemplos como el de Mondragón Ventures, la unidad de Corporate Venturing de la Corporación Mondragón, con Corify, empresa emergente de tecnología médica avanzada. Gracias al apoyo de Bexen Cardio, fabricante de desfibriladores que forma parte de la corporación, esta startup consiguió mejorar sus procesos de producción, obtener certificaciones clave y acelerar su crecimiento en el mercado.
Otro ejemplo es el de Pascual Innoventures, iniciativa de innovación abierta de Calidad Pascual, que con su inversión en MKare, una startup que transformó la membrana del huevo en un producto comercializable, consiguió, no solo convertir un coste en una oportunidad de negocio, sino que reforzó su compromiso con la sostenibilidad y optimizó su cadena de valor.
Para favorecer la creación de estas sinergias, es necesario implementar políticas que ofrezcan incentivos fiscales y un marco regulatorio flexible que fomenten la innovación abierta, y la co-creación entre startups y corporaciones aumentarían estas colaboraciones. En España, muchas empresas todavía carecen de estructuras formales de Corporate Venture Capital, por lo que simplificar los procesos podría ayudar a incrementar su adopción.
*** Karel Escobar es CEO y cofundador de BackFund