La guerra que ignoramos
Este año un actor silencioso se cobrará las vidas de más de seis millones de personas. La OMS estima que entre ellas más de doscientas mil víctimas mortales serán niños menores de cinco años.
Para ponerlo en contexto, anualmente fallecen más niños menores de 5 años que el número total de víctimas mortales en la guerra de Ucrania. Son aproximadamente 2.000 ataques como el de las Torres Gemelas cada año, lo que equivale a más de cinco al día. Sin embargo, parece que todos nuestros esfuerzos no son suficientes para abordar esta problemática.
Cualquiera esperaría que, dada la magnitud de la catástrofe, se activarían protocolos de seguridad determinados, lanzaríamos “la guerra contra el terror” y las búsquedas de “armas de destrucción masiva” pertinentes, pero lamentablemente, cuando el culpable es la contaminación del aire, el mundo muestra una mayor reticencia para tomar medidas drásticas.
Esta oleada de efectos secundarios está llevando a un cambio significativo en la perspectiva de muchos ecologistas con respecto a las alternativas energéticas. Es evidente que en esta situación, cualquier alternativa se presenta como una opción más favorable.
Tomemos, como ejemplo, el caso del gas natural, que busca presentarse como una opción con bajas emisiones de carbono. O consideremos las palabras del Dr. Patrick Moore, cofundador de Greenpeace, quien argumenta que la energía nuclear debería ser la piedra angular de las soluciones verdes a gran escala.
Resulta intrigante notar que la energía nuclear ha causado considerablemente menos víctimas a lo largo de su historia en comparación con las emisiones de carbono en tan solo un año, esta disparidad se mide en órdenes de magnitud astronómicas. Estos datos enfatizan la importancia de explorar y considerar todas las alternativas disponibles en la búsqueda de soluciones para abordar la crisis climática.
Precisamente, el problema radica en que una economía en crecimiento ilimitado tiende a generar externalidades negativas sin restricciones naturales. A pesar de que la eficiencia energética ha mejorado tan solo en un 1,5 % anual desde la Revolución Industrial, el Producto Interno Bruto (PIB) ha experimentado un crecimiento 150 veces mayor desde los años 70.
Los analistas más optimistas destacan la importancia de la eficiencia energética, ya que, durante el mismo período, mientras el PIB se ha multiplicado por 150, la demanda de energía solo ha aumentado en un 32%. Esto es sin duda un logro significativo.
A pesar de que empresas de impacto se beneficien del incremento de inversión en renovables, debemos ser realistas: necesitamos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de 51 mil millones de toneladas al año a cero.
La ONU tiene un horizonte a priori más alcanzable, concretamente, reducir un 43% de las emisiones antes de 2030, pero es que año tras año, dado el crecimiento poblacional y económico de la Tierra, lejos de reducir, seguimos incrementando emisiones, y por eso algunos nos sentimos flotando en un vasto océano sin certidumbre, brújula o estrella que nos guíe. ¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para amortiguar la caída?
Como en todo problema complejo, no existe la “navaja suiza” que de solución a todo, sino más bien una serie de herramientas que todos debemos conocer. Desde la manufactura, al transporte y el consumo, tenemos que aplicar mejoras continuas, descarbonizando progresivamente cada sistema.
En casa, la aerotermia es capaz de conseguir ahorros de más del 60% en la climatización, y se está imponiendo poco a poco en España. Hay un coste inicial elevado, pero costes de operación y mantenimiento bajos, por lo que se estima que en esta década, una de cada tres instalaciones de climatización será de este tipo.
Los vehículos eléctricos están ampliamente adoptados en nuestras flotas, pero una advertencia a tener en cuenta es la de Akio Toyoda, CEO de Toyota.
Aunque Toyota fue pionera en vehículos híbridos exitosos como el Prius, su enfoque no ha estado en los coches eléctricos. Akio ha señalado que con una gran parte de la electricidad generada a partir de combustibles fósiles contaminantes, los coches eléctricos pueden ser 'producir emisiones en el jardín de otros'. Además, ha expresado que la transición al eléctrico podría llevar más tiempo de lo esperado por los reguladores.
Considerando la curva de consumo nocturno, y a la espera de que los precios de las baterías disminuyan, tal como sucedió con la energía solar y eólica, la única opción es aumentar la electrificación en nuestra vida cotidiana, lo que implica una mayor demanda de electricidad, por lo que a su vez, deberemos reducir la dependencia de la red mediante un mayor autoconsumo.
En España, más allá del retraso causado por el "impuesto al sol", hemos sido testigos de la mayor revolución en los últimos dos años. Los sistemas de autoconsumo han evolucionado hacia modelos colectivos y comunidades energéticas. Esto permite que la energía solar producida durante el día beneficie a otros vecinos, comercios y empresas locales que tienden a tener un mayor consumo durante esas horas, el paso lógico es que se creen microeconomías donde esos negocios paguen su energía a un precio mucho más bajo, pero a la comunidad de vecinos, en lugar de a la comercializadora eléctrica.
Quizás no tengamos certezas sobre cuándo ni cómo alcanzaremos la tan mencionada meta de "Net zero," pero lo que sí está claro es que todos debemos aportar soluciones drásticas desde nuestras respectivas capacidades. La brecha que nos separa de nuestros objetivos parece aumentar cada vez más, pero cruzar un gran abismo no es algo que se pueda lograr en dos saltos.
*** Omar Sequera, CEO y fundador de Quixotic.