¡Otra vez estamos de resaca electoral! La verdad es que enlazamos tantas elecciones que empiezo a pensar que debemos ser adictos a estar en campaña continua, más que a enfocarnos en trabajar de verdad… Dicen que el comportamiento obsesivo-compulsivo está en el centro de cualquier adicción y que es posible que estos primeros días haya gente que esté recontando votos y escaños, pero pronto necesitarán llenar el vacío con otra cosa… Por suerte para los yonquis de las elecciones, es probable que tengamos que volver a las urnas antes de comer el turrón y las uvas.
La verdad es que he sido bastante pasivo siguiendo la reciente campaña, he leído bastante en múltiples medios, pero no he visto ningún debate (aunque dicen que no fueron ni constructivos, ni enriquecedores). Bueno, siendo sincero, vi un poco el “Diálogo sobre sostenibilidad con los principales partidos políticos” organizado por Forética y Servimedia.
En este sí que estaban los cuatro magníficos representados (nótese la ironía) y curiosamente hablaban de la importancia de los consensos, de que el cambio climático es una realidad y de que es muy importante desarrollar la economía circular. Aunque es innegable que hay matices clave, sobre todo con los que paradójicamente eligieron el verde como el color de su logo… aunque no solo con ellos.
Mi conclusión de esta campaña es que el miedo sigue vendiendo (de ahí el título de hoy). Aunque acabo de leer que la admirable Yolanda Díaz ha dicho que “la esperanza venció al miedo” y que “la gente va a dormir más tranquila”... Permitidme que albergue ciertas dudas al respecto. No me llaméis iluso porque tenga una ilusión, pero sumando lo que ellos mismos dijeron en ese diálogo, creo que es posible –además de deseable y necesario– que lleguemos a un consenso entre todos los partidos políticos para alcanzar un pacto de estado en temas críticos para revertir el cambio climático.
Igual hace falta que seamos más contundentes con los mensajes y digamos a las claras las cosas. Por ejemplo,
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No hay suficiente superficie en el planeta para plantar todos los árboles que muchas empresas y personas bienintencionadas quieren plantar para compensar las emisiones.
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Obviamente, tampoco tenemos ni agua, ni tiempo para esperar a que estos millones de árboles capturen el CO2 necesario.
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Hablamos mucho de smart cities, pero llevamos demasiado tiempo diseñando ciudades donde infravaloramos que los árboles urbanos tienen el poder de enfriar las ciudades durante las olas de calor, filtrar la contaminación del aire, prevenir inundaciones y mejorar la salud mental, entre otros beneficios.
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Olvidamos con demasiada facilidad los años que tardan en crecer los árboles y la gran cantidad de árboles maduros que se han talado de forma rutinaria.
¿Sigo?
Es cierto que hay empresas y organizaciones que hacen cosas fascinantes para reducir estos plazos y para comprender mejor el impacto que estas acciones tienen en la naturaleza. Gente como Land Life están redefiniendo los esfuerzos de restauración de la naturaleza en todo el mundo, combinando ciencia y tecnología de vanguardia de maneras innovadoras. El objetivo no puede ser solo plantar árboles, hay que cultivar bosques; hay que ser más estrictos con la tala de los árboles y definir sanciones que sean realmente disuasorias.
La convergencia digital ESG tiene muchas cosas positivas, pero no hace milagros. Aunque es cierto que permite potenciar la reforestación impulsada por la tecnología a escala; y que también permite maximizar el impacto de una manera más holística: en el clima, la biodiversidad y las comunidades locales.
Quiero cerrar mi columna con un humilde llamamiento a nuestros líderes políticos: cuando hablemos de medio ambiente, sostenibilidad y gobernanza, confrontemos la realidad y busquemos consensos. Hablemos y pactemos a largo plazo sobre temas fundamentales para nuestro futuro (ese que va más allá de los cuatro años de una legislatura). Por ejemplo: la transición energética, la fijación del precio global del carbono o las cadenas de suministro.
Quiero interpretar la poca importancia que se le ha dado en campaña a la transición dual –verde y digital– como un signo positivo. Posiblemente, habéis llegado a la conclusión de que no se puede frivolizar ni politizar un tema tan crucial, existe la posibilidad de que hayáis decidido de manera consciente inspiraros en los innumerables avisos que nos manda nuestro planeta y en sus portavoces en la tierra: los activistas medioambientales.
Es incluso posible que los ciudadanos os importemos y que hayáis decidido acelerar, pasar a la acción para lograr un cambio real en el menor tiempo posible. Sé que estamos hablando de retos mayúsculos y que eso siempre impone; pero también sé que os gustará más ser recordados por haber tenido un gran impacto por hacer las cosas bien, que por engañar y mentir a los electores de manera sostenida en el tiempo. Si mi interpretación no es demasiado inocente, os adelanto que ya tenéis mi voto.