Un informe de McKinsey prevé que en 2030 más de un millón y medio de trabajadores se verán forzados a cambiar de profesión (se verán especialmente afectados los del sector de la hostelería y los puestos administrativos). Adicionalmente, otros cinco millones de empleos correrán el riesgo de ser automatizados por la evolución de los mercados y el impacto que la tecnología tendrá en ellos.
Por otro lado, según el Foro Económico Mundial, entre el 75% y el 85% de las profesiones más demandadas, que serán la mayoría de puestos de trabajo que impulsarán la economía en tan sólo siete años, aún hoy no existen. Es muy probable que gran parte de estos empleos sean desempeñados por jóvenes que ahora mismo están estudiando Primaria o Secundaria. Este es un primer punto de reflexión en el que deberíamos estar trabajando la comunidad universitaria en colaboración con las instituciones públicas y el tejido empresarial español.
Un segundo punto sobre el que arrancar otro espacio para la discusión y el discernimiento la trae la actualidad de la mano de ChatGPT, un avanzado programa de inteligencia artificial que ofrece la capacidad de crear imágenes o textos bastante complejos a partir de premisas bastante sencillas. Este programa y otros similares son utilizados de forma generalizada por alumnos de Secundaria, e incluso Primaria. Recientemente, el lingüista y filósofo Noam Chomsky analizaba el uso y desarrollo de la inteligencia artificial y explicaba lo que lo diferencia del pensamiento humano.
Básicamente, ChatGPT y otros programas similares como DALL-E son capaces de almacenar, memorizar y gestionar cantidades ingentes de datos, impensables para ningún ser humano. Lo que Chomsky afirma -y que resulta revelador- es lo que puede hacer la mente humana -y no la inteligencia artificial- con las pequeñas cantidades de información que puede almacenar y memorizar.
Puede crear explicaciones y relaciones entre ellas, y eso significa razonar y diferenciar lo que es posible de lo que es imposible, lo que podría ser de lo que no podría ser (y este punto resulta especialmente interesante, puesto que nos lleva a la creatividad), lo que es ético y moral y lo que no lo es. Esto es lo que nos diferencia a los humanos de las máquinas, es nuestro valor diferencial y en lo que tenemos que trabajar para afrontar un futuro incierto. Este esfuerzo deberíamos llevarlo a cabo de forma colaborativa la comunidad universitaria, la comunidad empresarial y las instituciones públicas.
Desde la Universidad, debemos seguir trabajando y profundizando aún más en que los alumnos o los titulados no se limiten a ser simplemente unidades de memoria de conocimiento, ya que sabemos que esa batalla ya hoy la tenemos perdida contra las máquinas. Debemos luchar para que esos jóvenes durante su paso por la Universidad vayan desarrollando un pensamiento crítico y eso nos lleva en primer lugar a hablar de la búsqueda de la verdad, algo que hoy lamentablemente suena a desfasado.
Esa búsqueda de la verdad hace que haya que analizar los razonamientos, buscar sus bases y la consistencia de las mismas, saber dudar y considerar los argumentos de otros. El pensamiento crítico y el razonamiento deberían estar en la base de la vida académica y en cualquier otro ámbito de nuestras vidas profesionales y personales.
Desde el ámbito universitario americano se fomenta el 'think big' o el ‘pensar a lo grande’, eso permite que los investigadores, los titulados o incluso los estudiantes no tengan miedo ni complejos a la hora de desatar su creatividad. En España hemos evolucionado mucho y muy bien en este ámbito en los últimos años, pero debemos seguir alimentando esa creatividad en la que -insisto- es muy interesante contar con el apoyo y las inversiones tanto públicas como privadas o empresariales.
En este ámbito de la creatividad también es donde crecen los modelos de emprendimiento, el ámbito en el que alguien decide crear algo nuevo o con un enfoque distinto y la Universidad debería ser la gran mina de donde salen los emprendedores y hoy debemos seguir trabajando para fomentar el crecimiento de estos pioneros.
La Universidad debería ser percibida por la sociedad como el gran recinto del conocimiento, del pensamiento crítico, del debate y del razonamiento. La Universidad debería ser el mayor ámbito de libertad y de creatividad, así como de tolerancia. Un espacio de generación de riqueza, de innovación, de transformación, de evolución, el lugar al que mirar para saber cómo se va definiendo el futuro.
Desde el ámbito universitario trabajamos mucho para conseguirlo e invitamos a las instituciones públicas a que inviertan más en ciencia y en investigación, más en nuestras universidades; y a las empresas que aún no se han acercado al mundo universitario, a que lo hagan, que se atrevan a dar el paso de intentar crear conjuntamente valor porque será mucho más grande y robusto que el que puedan crear ellas solas. Todos juntos podremos definir un camino de futuro, de conocimiento y de más valor para todos.
*** Mª Dolores Salvador Moya es vicerrectora de Empleo y Formación Permanente de la Universitat Politècnica de València y Catedrática Ciencia de Materiales.