Novak Djokovic dice que cuenta con un arma secreta que le convierte en Iron Man. La usó en su último partido y esperaba poder activarla este viernes en el duelo de titanes en Roland Garros contra el imbatido Carlitos Alcaraz. Su as en la manga, su artefacto secreto, es un parche pegado al pecho, un dispositivo “nanotecnológico” que, según afirma, le hace sentir un hombre de hierro capaz de batir a quien, en ausencia de Rafa Nadal, es su antagonista number one. Sin pastillas, sin cirugía, sin molestias, solo un práctico parche adhesivo.
El mágico adminículo, revelado por las cámaras de televisión durante un cambio de camiseta en su partido de cuartos de final, ha dado muchísimo que hablar. Y Djokovic añadió al caldo la pizca de secretismo necesaria para que el asunto se hiciera viral. “Es el mayor secreto de mi carrera”, deslizó irónicamente ante la curiosidad de la prensa deportiva, sorprendida, como el resto del mundo, por los “nuevos métodos” empleados por el tenista para poder seguir a sus 36 años en la cima del deporte mundial.
La empresa Tao Tecnologies aprovechó su minuto de gloria y se lanzó a reclamar la autoría de un sistema que, según dicen, aplica “una nanotecnología denominada de ‘puntos cuánticos’ que son activados con la energía infrarroja emitida por el cuerpo”. Esa energía es supuestamente transformada “en ondas terapéuticas enviadas a puntos de acupuntura específicos que activan el sistema nervioso” (sic). Por supuesto, para reforzar el supuesto valor de su tratamiento, añaden la cantinela habitual del lobby antiquímico: “sin efectos secundarios ni la liberación de ningún producto químico”, dicen.
En el Nanoclub de Levi no hemos hablado hasta ahora de la compañía Tao Tecnologies, ni del principal producto de su portfolio, el TaoPatch. Ni teníamos intención de hacerlo porque la supuesta nanotecnología de propiedades terapéuticas que prometen no es tal. Por mucho que Djokovic se sienta Iron Man, no hay un científico de la talla de Tony Stark detrás del eslogan de que TaoPatch "puede ayudar a mejorar la simetría de la pelvis y las extremidades inferiores, la activación muscular, el equilibrio y la concentración y, además, acelerar el post-entrenamiento".
De entrada, deberíamos encender la alerta ante la promesa de que Tao Patch tiene funciones múltiples. El cuerpo humano es comparable a un complejo mecanismo de reloj suizo. Funciona correctamente porque todas sus partes lo hacen. Cada pieza tiene su función. Algunas se pueden quitar y continuarían funcionando, pero otras son esenciales. Y si añadimos mejoras a solo una parte, habrá beneficios muy locales. No es posible que un parche colocado en el pecho tenga tantas funciones. Tal y como se anuncia, sólo le faltaría coger la raqueta de Djokovic y jugar por él.
Según su página web, TaoPatch se basa en los biofotones, fotones liberados por las células que, cuando la luz cae sobre ellos, promueven la comunicación interna. Esta comunicación sería lo que, según la compañía, promueve beneficios en muchos niveles, ya que incluso las células más alejadas del punto donde se coloca el parche pueden recibir los efectos.
Además, como buena terapia holística, TaoPatch incorpora los puntos de acupuntura, ya que esos biofotones pueden funcionar como agujas que se colocan en lugares estratégicos, generando efectos muy diferentes. Todo sonaría maravilloso si no fuera por el hecho de que no hay evidencia científica de los efectos de los biofotones, apreciados entre los homeópatas, que son muy dados a conceder poder curativo a señales increíblemente débiles.
El experto en tecnologías médicas Ronan Byrne publicó un artículo a principios de mes en Gearrice en el que explicaba que el primer científico en proponer este tipo de sistemas fue un biólogo ucraniano llamado Alexander Gavrilovich Gurwitsch. Gurwitsch experimentó con dos plantas de cebolla, poniendo sus raíces apuntando una hacia la otra. Iluminó sus células y midió las tasas de división celular en diferentes puntos. Y comprobó que estas eran mucho más intensas en las áreas de las cebollas que interactuaban entre sí.
Más tarde, repitió el experimento colocando un cristal que deja entrar la luz ultravioleta entre las dos raíces. El efecto fue exactamente el mismo. Pero cuando lo repitió con un cristal que impide el paso de este tipo de radiación, ese efecto dejó de producirse. Por lo tanto, concluyó que estaba generando radiación ultravioleta que favorece la comunicación entre las células.
Dicen que Gurwitsch llegó a ser nominado para el Premio Nobel, algo que no es garantía de nada, pero suena bien. El problema es que, cuando otros científicos intentaron replicar el experimento, no tuvieron éxito. Y, en ciencia, para que un estudio sea considerado válido, debe ser replicable por otros. Si no, podría haber sido una simple casualidad o, peor aún, los resultados podrían haber sido manipulados. Por ello, ese experimento no está reconocido.
El problema añadido es que Tao Technologies prescribe su parche para todo tipo de dolencias. Desde algo relativamente simple, como el dolor menstrual, hasta problemas mucho más graves, como la esclerosis múltiple. Y, peor todavía, el hecho de que se generen falsas esperanzas en algunos enfermos por la promoción gratuita de Novak Djokovic a este tipo pseudociencias y terapias holísticas, gastando una fortuna en algo que no solo no funciona. Por supuesto, ninguna agencia internacional ha autorizado el Tao Patch para tratar la esclerosis.
Taopatch fue supuestamente creado por el bioingeniero italiano Fabio Fontana, en cuyo perfil de su LinkedIn sostiene que comenzó a trabajar en el dispositivo en 2013. No consta que en 10 años haya publicado nada al respecto en revistas científicas. Ni él, ni Roberto Ricci, quien también figura como co-creador de Taopatch.
La querencia pseudocientífica de Novak Djokovic se convirtió en un símbolo universal de la resistencia antivacunas durante la pandemia de la covid-19. Su actitud de héroe libertario, de Espartaco del combate frente al pensamiento único, le impidió participar en algunos de los torneos de tenis más importantes. Y añadió más leña al fuego del pensamiento acientífico, el terraplanismo y la peregrina teoría de que el agua se descontamina… si se desea fuerte.
Un científico de la Universidad de Melbourne, Samuel Pinches, analizó en 2020 los estudios científicos en los que Tao Technologies dice apoyarse. Pinches encontró estudios preliminares pequeños y de baja calidad, autores que aparentemente no existen, plagios, un póster, detalles insuficientes y uso de lenguaje de "bandera roja" como "puntos cuánticos" y "nanocristales de conversión ascendente" sin explicación. Un estudio ni siquiera mencionó a Taopatch. Y concluyó que “Taopatch no entiende el rigor científico”.
En definitiva, motivos sobran para no confiar en el parche de Novak Djokovic. Que quiera gastar su dinero para creer que parece Iron Man no es peligroso. Pero dar vanas esperanzas a pacientes con enfermedades como la esclerosis múltiple es mucho más grave. Por ello, no debemos tomar a este tenista como un referente científico. Lo ha demostrado sobradamente en muchas ocasiones.
Si hablamos de Nanociencia, animo a los socios del Nanoclub a detenerse en el elenco de científicos galardonados esta semana con los premios científicos Rei Jaume I, los mejor dotados económicamente de España y concedidos en Valencia por unos jurados que integran a 21 premios nobel. Anoten especialmente el premio de Nuevas Tecnologías, otorgado a Daniel Maspoch líder del grupo de investigación en NanoQuímica y Materiales Supramoleculares del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2).
Maspoch trabaja actualmente en materiales reticulares porosos y sistemas de liberación de sustancias. Entre ellos, los prometedores Metal Organic Frameworks (MOFs), materiales con poros nanoscópicos de los que ya hemos hablado en el Nanoclub. Un solo gramo de MOF dispone de una superficie de almacenamiento que cubriría 1,3 campos de fútbol, algo que abre todo un mundo de aplicaciones en áreas como la ‘captura’ de gases, el almacenamiento de energía o la administración controlada de fármacos. Un área de investigación que, con toda probabilidad, será reconocida con el premio Nobel de Química en los próximos años.
Maspoch es uno de los organizadores de EUROMOF2023, que se celebrará en Granada entre los días 23 y 27 de septiembre y por primera vez en España. Junto a él, el catedrático de la Universidad de Granada Jorge A. Rodríguez Navarro, uno de los pioneros en España de este tipo de materiales. Otro químico, Antonio M. Echavarren, catedrático de Química Orgánica de la Autónoma de Madrid, ha obtenido el Jaume I en Ciencia Básica.
La química está de moda. La Nanotecnología, también. Pero el parche de Djokovic, ni es “nano”, ni es ‘nà’.