De los nueve gigantes tecnológicos globales, a saber, Apple, Google, Amazon, IBM, Microsoft, Facebook, Tencent, Alibaba y Baidu, los seis primeros y más conocidos de esta  lista son estadounidenses y los otros tres son chinos, pero la actividad de estas últimas se conoce aquí mucho menos. En cuestiones de tecnología y negocios basados en la red, pecamos bastante de eurocentrismo o de 'occidecentrismo' ya que durante años hemos dado por hecho que la vanguardia de la innovación tecnológica siempre fue de raíz norteamericana, pero los tiempos están cambiando.

Ahora mismo, en este momento convulso con guerra en Europa, las cinco grandes empresas tech en horas bajas, –según Laysoff.fyi entre 2022 y lo que llevamos de 2023, han sido despedidos 214.921 trabajadores en el sector de las grandes tecnológicas–, han abierto una pelea global muy grande, aunque incruenta, con las 'Telecos' sobre cómo se van a financiar en el próximo futuro el uso de las redes globales.

Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior de la UE, durante su discurso de la inauguración del Mobile World Congress (MWC) de 2023, hizo referencia a la consulta pública que lanzó la Comisión Europea (CE) el pasado 23 de febrero, sobre la regulación de las nuevas normas para el sector de las telecomunicaciones. En esta consulta se abre la puerta a la que las grandes compañías tecnológicas globales financien el despliegue y mantenimiento de las actuales y sobre todo, de las nuevas redes de telecomunicaciones globales, que van a ser decisivas tanto para el 5G y 6G, como para la mal llamada 'inteligencia artificial generativa'.

Doreen Bogdan-Martin, Secretaria General de la UIT, describe los puntos claves de nuestra década digital en el Mobile World Congress (MWC) 2023, de Barcelona. Foto UIT.

Doreen Bogdan-Martin, Secretaria General de la UIT, describe los puntos claves de nuestra década digital en el Mobile World Congress (MWC) 2023, de Barcelona. Foto UIT.

'Telecos' frente a tecnológicas globales

Para la visión europea, –que desplegó la modélica Ley de Protección de Datos GDPR (comparada con otras)–, hay temas esenciales como, por ejemplo, la libertad de elección del usuario final, respaldada por regulaciones que defiendan la neutralidad de la red; la interoperabilidad; o la libertad para poder ofrecer servicios en mercados justos y competitivos, –en ausencia de monopolios–.

Para ello son las nuevas regulaciones del Reglamento de Mercados Digitales (Digital Markets Act. DMA) y la Digital Services Act (DSA) o Reglamento de Servicios Digitales, las que determinarán el tamaño de plataformas y buscadores de Internet que presten servicios en la Unión Europea. Sus normas regularán la actividad de los prestadores de servicios digitales, especialmente plataformas online, que apunten en sus servicios a ciudadanos europeos (p.e. redes sociales, buscadores, marketplaces, etc.). La economía del siglo XXI dependerá intensamente de todo ello.

Es curioso que muchos medios estén informando de este enfrentamiento entre las Tech y las grandes telecos, que ha sido escenificado en el  MWC 2023 como de algo a dirimir entre Europa y EEUU y/o sus grandes tecnológicas y telecos; como si el centro de gravedad de los mercados globales conectados siguiera en EE.UU. o Europa, cuando ya no es así.

La citada intervención de Thierry Breton es propositiva en el sentido de impulsar un mercado único del espectro para incentivar fusiones de operadoras teleco a nivel europeo. Su objetivo está en que el mercado común europeo no sea fagocitado por otros actores, por ejemplo, asiáticos. El ejemplo de cómo ha llegado a mil millones de usuarios en un tiempo récord la red social china TikTok es elocuente sobre cómo una posible supremacía tecnológica asiática en la red y ciertos nichos tecnológicos sería posible. Preocupan las consecuencias. Y esto ya no es solo una elucubración.

La UE ha decretado hace solo unos días una comunicación oficial que dice literalmente: "Para aumentar su ciberseguridad, el Consejo de Administración Corporativo de la Comisión ha decidido suspender el uso de la aplicación TikTok en todos sus dispositivos corporativos y en los personales inscritos en el servicio de dispositivos móviles de la Comisión." Es decir, obligatoriamente desde el jueves 2 de marzo, todos los funcionarios de la UE deben desinstalar de sus teléfonos y dispositivos móviles profesionales la App de la red social TikTok.    

Leyes europeas frente a modas globales y virales

La siguiente pregunta obvia es si una regulación oficial de la UE puede enfrentarse a, o impedir, una moda imperativa global que ha hecho que 1.000 millones de usuarios de todo el mundo, haya decidido usar la red social TikTok. Esta red es una plataforma de la empresa china ByteDance, en realidad, la versión internacional, con una interfaz similar, de la red social china Douyin, que se lanzó originalmente en el mercado chino en septiembre de 2016 y que tiene más usuarios que la propia TikTok. Por cierto, que el domicilio fiscal de la parte internacional de esta red social está en las Islas Salomón, un opaco paraíso fiscal donde no paga impuestos.

Y como ocurre con muchas empresas chinas, su empresa matriz ByteDance tiene un comité interno del PCCh (Partido Comunista de China) que atiende a los miembros del partido entre los empleados y en el que el vicepresidente Zhang Fuping actúa como secretario del comité del partido. Pero eso no parece importar a los usuarios que la consideran la red social de moda; ni a los medios públicos españoles que usan profusamente sus contenidos e incluso tienen secciones de, o en, dicha red social. La UE parece que no piensa igual, como hemos visto arriba.

TikTok es solo una muestra de cómo los centros decisión principales de los modelos de negocio, basados en la red y sus innovaciones, se aleja de Silicon Valley y EEUU, y se aleja en dirección a Asia. Es parte del precio que está empezando a pagar el Valle del Silicio por adoptar, –sin importar ningún tipo consecuencias a corto o largo–, el ánimo de lucro radical acelerado a tiempo real, que imponen los grandes accionistas-activistas, en sustitución de la innovación en sentido amplio que siempre había sido su primer vector existencial. Y ello, incluso a costa de la pura 'ideología basada en la innovación tecnológica' de que en él siempre se hizo gala. Y, para disimular, llevan tiempo usando todo tipo de subterfugios y eufemismos. Pero las consecuencias existen y se acaban imponiendo.

Tim O'Reilly, fundador de O'Reilly Media, que formuló la Web 2.0 en 2004 cuando aún Silicon Valley era el mayor ejemplo mundial de fe inquebrantable en la innovación tecnológica incluido el capital riesgo que apostaba firmemente por ella, lleva tiempo avisando de lo que está sucediendo allí. A finales de 2021 publicó en O'Reilly Media un demoledor artículo que se llamaba Let’s Open Big Tech’s Financial Black Box (Abramos la caja negra financiera de las grandes tecnológicas) que comenzaba con una reflexión sobre sus trampas: "Los mercados funcionan mejor, –señalaba–, cuando todo el mundo tiene acceso a la misma información. Por eso, la Comisión del Mercado de Valores de EE.UU. exige a las empresas 'públicas' (que cotizan en bolsa), que presenten los informes 10-Q y 10-K, y por eso las normas sobre información privilegiada prohíben las operaciones basadas en información material no pública."

Y añadía: "Las empresas también están obligadas (aunque este requisito se aplica débilmente y normalmente se ignora) a informar sobre segmentos de negocio separados de cualquier línea de producto que represente el 10% o más de los beneficios o pérdidas, ingresos o activos. La falta de información detallada sobre las operaciones de las gigantescas empresas actuales perjudica fuertemente a la competencia. En el caso de las grandes empresas tecnológicas, les permite ocultar su poder de mercado y ampliar su dominio, hasta que es demasiado tarde."

Parece que ese 'demasiado tarde' está llegando. Hay otra opinión interesante al respecto. Margaret O'Mara, profesora de la Univ. de Washington y autora de The Code: Silicon Valley and the Remaking of America, que escribe e imparte clases sobre el crecimiento de la economía de alta tecnología, acaba de publicar hace muy pocos días un análisis, que apunta en la misma dirección que hace casi dos años auguraba O'Reilly.

O'Mara describe el actual momento de graves turbulencias de la industria tecnológica en términos casi opuestos a los discursos tecnológico-triunfalistas de los CEOs y ejecutivos a los que acabamos de asistir en el reciente Mobile World Congress 2023 de Barcelona.

El pasado 28 de febrero, O'Mara publicó: "En estos días, los CEOS de las grandes tecnológicas suenan como capitanes de barco que preparan las escotillas para una tormenta macroeconómica." Y cita varias opiniones: "El próximo año o dos, la economía va a poner a prueba la determinación a largo plazo de muchas empresas", –dijo Andy Jassy, de Amazon, a finales de noviembre" y añadió "Nuestro enfoque operativo en los próximos años se va a centrar en eficiencia, disciplina y rigor".

Por su parte, Mark Zuckerberg, CEO de Meta Platforms, señaló que "simplemente, se trata de operar en un entorno mucho más estricto". Por su parte, el CEO de Google, –en plena resaca de su código rojo por peligro reputacional–, Sundar Pichai, acaba de prometer ralentizar contrataciones y centrarse en un conjunto claro de prioridades de negocio y producto. Margaret, les pone el dedo en la llaga y ante su espejo, a los grandes CEOs californianos que, hasta hace bien poco, aún aparecían en sus grandes 'demos globales' como si fueran los amos del universo (tecnológico).

¿Una nueva quiebra del paradigma puntocom?

He vuelto a leer su respuesta de cuando le pregunté a Tim O'Reilly cuáles fueron sus motivos para lanzar su célebre formulación de la Web 2.0 en 2004, hace ahora exactamente diez y nueve años. Extremadamente interesante volver a aquellas palabras. Tim me contestó literalmente: "En 2004 decidimos para animar a la gente organizar una conferencia que era realmente una pequeña idea, consistente en que, a pesar de la 'caída' de las punto.com, la web no había terminado y estaba volviendo. Así que la llamamos Conferencia Web 2.0..."

Y añadió premonitoriamente: "...empezamos a explicar lo que significaba en términos de visión del futuro internet como plataforma, el sistema operativo de internet y específicamente las reglas de su [futuro] éxito. Lo primero es que, en la era de la red y la red como plataforma, los 'efectos de red' son lo que importa.

Así que, podrías enmarcar la Web 2.0 como la creación de aplicaciones que usan efectos de red, particularmente aprovechando la riqueza y el trabajo que proporcionan los usuarios con sus contribuciones. Y, de hecho, aprovechando la inteligencia colectiva, para que mejore cuanta más gente la use. Ese aspecto de la Web 2.0, es esencial. Serán las aplicaciones, o sea, programas informáticos que conectan a la gente mediante de los ordenadores (o sus teléfonos inteligentes), las que luego aprovechen la inmensa actividad de todos esos usuarios para que aplicaciones y servicios a través de la red, mejoren. Esto es, creo, el corazón de la Web 2.0".

Juzgue el lector veinte años después, hasta donde llegaba esa precisa visión abierta, en parte utópica, sobre el internet social y, quienes, años después, se han apoderado, –como depredadores hasta la exageración–, de esa riqueza que proporciona la enorme magnitud del trabajo de los usuarios con sus contribuciones. En esto, O'Reilly no exageraba nada. El inmenso valor ha sido extraído por unos pocos, a costa de retorcer el internet social en lo que se ha convertido y podemos contemplar ahora.

Pero, volvamos al presente. Cualquiera pensaría que la situación actual podría ser una crisis equivalente a aquella, veinte años después, pero la citada Margaret O'Mara no está de acuerdo con esa visión negativa.

En su reflexión del 28 de febrero, hace muy poco, aclara optimista: "Esto no es una quiebra de las puntocom. Los grandes despidos tecnológicos, aunque enormes, son un reajuste necesario tras una extraordinaria racha de crecimiento. Las empresas de plataformas han perdido valor, pero siguen ganando mucho dinero. Dado el frenesí de contratación en la pandemia tecnológica, los despidos hasta ahora son sólo una fracción de los nuevos puestos de trabajo añadidos desde el inicio de 2020."...

Y vaticina algo importante para 2023: "...La era del dinero fácil que alimentó el mayor y más prolongado auge de Silicon Valley ha terminado. La historia de auge y caída de Silicon Valley ciertamente muestra por qué las condiciones macroeconómicas importan; la estanflación golpeó a la industria en la década de 1970, las bajas tasas de interés la impulsaron en la década de 1990 y la flexibilización cuantitativa de la década de 2010 impulsó su auge más largo y más grande hasta ahora. Aunque ahora hay otros factores que han influido en el negocio tecnológico." Bueno, otros factores y radicales cambios de misión y de visión en muchos modelos de negocio, añadiría yo.

Silicon Valley ha inspirado como ejemplo paradigmático a muchos lugares en el mundo que quería construir en su geografía local su propio 'Valle del silicio'. En España, sin ir más lejos, varias ciudades y autonomías intentaron, -algunos aún lo están intentando–, tener su propio lugar innovador según el modelo del original californiano que para muchos sigue vigente. Es verdad que allí hubo varias coincidencias en la explosión de la tecnología electrónica e informática. No era cuestión de minería, no había una cantera de mineral de silicio que le dio un nombre de fama mundial, sino una apuesta profunda y auténtica por el paradigma de la innovación. El silicio sólo era uno de los componentes. Asistimos ahora a lo que pasa si se abandona esa apuesta, y cuáles son las consecuencias.

Dice O'Mara que en la tecnología "se ha acabado la era del dinero fácil". Vamos a ver si la industria tecnológica es capaz de re-dirigirse de nuevo hacia la innovación, a pesar de ello. En caso contrario, quizá entremos en un 'invierno tecnológico' del entorno tech occidental y quizá el nuevo paradigma innovador emerja en otros lugares del mundo. Tal vez en Asia, en donde se están creando ahora la mayor parte de las 'modas digitales y virales globales', aunque todo eso está por ver si se confirma. El futuro nunca está escrito.