Esta ha sido semana de Mobile World Congress, que es semana de balances sobre la evolución de las tecnologías relacionadas con las redes móviles, internet y las grandes cantidades de datos y aplicaciones que movemos constantemente por tierra, mar y aire.
El MWC recaló en Barcelona en 2006. Hace solamente 17 años, si lo miramos con perspectiva histórica. O hace una toda una eternidad, si nos fijamos en que 2006 es un año antes de la aparición del primer iPhone y dos del primer teléfono inteligente con sistema operativo Android. Y en cada edición nos ofrece una nueva fotografía de la evolución del sector.
Durante un tiempo, 'el Mobile' fue famoso por ser el mayor escaparate del mundo de teléfonos móviles. Ahora, los smartphones ocupan solamente una parte de esta enorme muestra, en la que este año hemos podido ver sistemas de creación de avatares, experiencias inmersivas, gente con gafas de realidad virtual disparando al aire, recreación de gustos y olores, robots que mueven cosas de sitio, ayudan a personas que viven solas o practican cirugías, artilugios de telemedicina, servicios para aumentar la productividad, policías detectando drones en vuelos ilegales, taxis aéreos, una cápsula del Hyperloop, pintballs virtuales… y mucho, mucho negocio.
La transformación del congreso es una clara muestra de cómo la evolución de las tecnologías móviles ha pasado de ser una novedad deslumbrante que podíamos tener en la palma de la mano, circunscrita a nuestro teléfono móvil, a ser algo que nos rodea e influye en casi todos los ámbitos de nuestras vidas.
Las escenas de visitantes haciendo aspavientos mientras prueban experiencias relacionadas con la anunciada (con menos entusiasmo que el año pasado) aparición del metaverso, nos ayudan a darnos cuenta de cuán estrecha puede llegar ser la relación entre el ser humano y la tecnología. A un paso de la fusión.
Y al mismo tiempo, los stands que nos reproducen en tres dimensiones y nos convierten en un avatar de gran parecido físico a nosotros, nos muestran qué fácil podría ser que alguien utilizara este avatar y nos suplantara en el mundo virtual.
El Mobile World Congres 2023 ha sido la edición de un momento en el que varios acontecimientos están poniendo de manifiesto que la tecnología está tan presente, que es imprescindible dotarnos de reglas que nos permitan proteger aquello que más valoramos: sea nuestra identidad, nuestros intereses, la justicia social o lo que la sociedad decida.
Bienvenido el ChatGPT-3, que ha ayudado a poner el debate sobre la mesa y a despertar el interés del público y los medios por las muchas sesiones dedicadas a hablar de cómo garantizar que la inteligencia artificial y la realidad aumentada no socaven los valores fundamentales de nuestra sociedad.
Se ha puesto de manifiesto que explosión de inteligencias artificiales que automatizan la toma de decisiones cada vez en más ámbitos y sectores, sin que ni siquiera sus creadores lleguen a comprender exactamente con qué criterios, supone un gran reto para los reguladores.
Como lo es el hecho de cómo se podrá redistribuir la riqueza en un futuro próximo, en que muchos puestos de trabajo, de todos tipos de niveles, dejarán de tener sentido. La Digital Future Society Summit, impulsada por la Mobile World Capital y la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial (SEDIA), que está haciendo un gran trabajo en este campo, fue una clara muestra de la complejidad y alcance de estos debates.
Esta edición del Mobile, ha sido también la del lanzamiento de un decidido desafío de las operadoras de telecomunicaciones a las big tech. Las empresas que gestionan las grandes autopistas de la información tienen serios problemas para asumir el gasto que se precisa para atender la demanda de tráfico de datos actual y futura –un 40% del cual procede de las empresas de streaming–, imprescindible para hacer realidad los grandes beneficios de las big tech.
Como organizadoras del MWC (recuérdese que este es un evento impulsado por la asociación que reúne las grandes operadoras, la GSMA), las compañías de telecomunicaciones inauguraron el evento con el anuncio de una iniciativa destinada a rivalizar nada más y nada menos que con Google y Apple: la creación de Open Gateway, un marco tecnológico vinculado directamente a las redes, para que los desarrolladores puedan ofrecer aplicaciones al público sin tener que pasar por los sistemas operativos iOS y Android. Las 21 operadoras que forman parte de esta iniciativa tienen un mercado potencial de 3.800 millones de personas, pero, aun así, el triunfo no está asegurado.
Sea para garantizar valores y derechos o para repartir beneficios, una de las cosas que nos ha mostrado el Mobile de este año es que la realidad virtual, los desarrollos vinculados a la IA y las big tech, ya hace tiempo que han dejado de ser artificios tecnológicos jóvenes y prometedores y se han convertido en miembros cruciales del tejido económico, social y político global. Y, como a tales, ya no se les mira solamente con estupor, asombro y admiración. Pasada esta fase, se extiende el consenso de que son actores con los que competir y a los que hay que regular.
*** Gemma Ribas Maspoch es consejera de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales.