“Lo que he aprendido en el mundo de la inversión me lo has enseñado tú, gracias por ser tan generoso. Si fuéramos solo socios no tendríamos el nivel de confianza que hoy tenemos siendo hermanos”. Rompe el hielo de un invierno que azota con fuerza, José, la persona que más le conoce.
Tiene un diccionario de jerga propia. “Lo que no son cuentas son cuentos”. “Dímelo en excel”. “No me vomites un ptich”. “Se me ha disparado el bulsitómetro”. “Yo no invierto en proyectos, invierto en empresas”, ¿dónde está el empresario?”. “¿Vamos a hablar solo usando el tiempo pasado de los verbos?”. Cuéntame lo que has hecho”. “Soy un visionario de cojones”.
Luis Martín Cabiedes (Madrid, 1960), es el hidalgo caballero de figura alargada y sombra eterna del ecosistema innovador. Vaqueros, camisa blanca y mochila. Inconfundible, como siempre. Es auténtico. “¿Qué lleva Cabiedes en la mochila?”, asunto de orden mundial. “Mi tablet, las llaves de todas mis casas, gafas de navegar, medicinas, cables... Y unos calzoncillos”.
Entra al trapo, con fuerza, marcando territorio ‘BA’ (business angel): “yo no invierto con el dinero de los demás, invertimos con el nuestro propio, hago lo que me da la gana, llevo una vida de puta madre, yo invierto de mi cartera, al contrario que los fondos de inversión, no tengo nada que justificar a nadie”, coloso, espléndido, racional, “cartesiano” según su hermano José, bestia sin domesticar.
Insiste, reincide y marca territorio. Es el patrón, también de su propia embarcación. “Muchos VC´s [ventures capital] se alimentan del dinero público, parecen funcionarios”, no señala, pero bombardea. “Yo no invierto en startups en las que están determinados fondos de inversión, pienso, mejor ser amigos y no ser socios, que ser socios y no ser amigos”.
Para Cabiedes “hay muchos fondos nocivos, que le están diciendo a los emprendedores que cambien su empresa por un billete de lotería. El VC necesita unicornios, el emprendedor no, y muchos no se dan cuenta de esto”.
Prosigue con obsesión, contundente, invita al debate, “la pelea de los VC´s se ha vuelto una carrera de Fórmula 1, pero eso no es bueno para los deportistas (emprendedores), ahora parece que tiene que ganar el que tiene mejor coche, no el atleta con mejores piernas, y no ganan siempre necesariamente los mejores”, reflexiona.
Pero no todo el monte es orégano, y ojito, para algunos, sí que hay, “he invertido de manera conjunta con JME Ventures, con Seedrocket, 4Founderso Bonsai y muchos más, y tampoco me importaría ir de la mano de Kibo”. Añade, “como inversores me gustan mucho Gonzalo Tradacete de Faradai, Jesús Monleón, François Derbais, Marek Fodor...”
Cabiedes & Partner, la compañía familiar a través de la cual invierte en startups, no elude ser partícipe de la competición. Su capitán está acostumbrado, forma parte de su ADN, lo lleva haciendo de manera exitosa desde hace tres décadas y, en su vida personal, lo reivindica cada fin de semana en Galicia, País Vasco o Cataluña en su embarcación de vela. Le calienta. Le gusta. Le sumerge.
“En ocasiones, ha habido VC´s que han presionado tanto al emprendedor con la valoración (no le llames abuso) que han provocado que redoble mi apuesta”, estratega, “si tú vas a invertir a este precio, antes lo hago yo”. Terremoto a la vista.
Pone la mirilla en uno de los asuntos que más preocupan al ecosistema inversor, “el problema no está en la valoración a la que entras, sino el dinero que te gastas en marketing o en Facebook Ads, la clave está en un buen uso del dinero. Solo quiero saber cuánto vale esta compañía para saber qué porcentaje tengo”.
Y es que “el sello Cabiedes existe, muchos VC's preferirían que no estuviéramos en la startup, porque somos capaces de aguantarles la apuesta, tenemos fuerza negociadora para ello”. Un sello con arraigo, reputado, esencia de la existencia de nuestro ecosistema.
Desde que su hermano, José Martín Cabiedes entró en la ecuación, “ha cambiado la cosa, muchos emprendedores, cuando les lleva él, dicen: me ha tocado el bueno. Y es que él es demasiado bueno, un inversor puro, y como yo soy tan voceras…”. “A veces nos confunden o creen que somos solo una persona, recibimos muchos emails que pone: a la atención de José Luis”, ironiza.
Para él, “Luis es mi hermano mayor. Comparto un montón de valores familiares con él, una persona a la que tengo un cariño muy grande, una figura muy curiosa, y muy leal, trabajador incansable e inalcanzable, pocas personas están a su nivel de entrega. El trabajo ocupa un espacio muy grande en su vida. Es un patrón muy sólido. Agarra la caña y sabe dónde hay que ir por el viento que sopla”. Ambos coinciden, “nos llamamos una vez al día, nos preguntamos por la familia durante un minuto, y a trabajar”.
Luis Martín Cabiedes no presagia buenos tiempos para el mundo de la inversión. “Desde hace 30 años a día de hoy todo el mundo que ha invertido ha ganado dinero, estaba chupado invertir. En startups, en inmobiliaria, hasta en criptomonedas, todos hemos ganado”. Pero “las rentabilidades han cambiado, no veo las condiciones buenas para años de grandes rentabilidades”.
“En los próximos diez años se va a ver quiénes son los buenos y quien no”, acompaña timón en mano, “cuando la marea baja se va a ver quién nadaba desnudo”. En su caso particular, “mi primer fondo del 2012 fue muy bien, el de 2016 regular, 2019 no estuvo mal, y ahora, ahora mal”, por eso “estamos reduciendo las inversiones, en 2021 invertimos en cuatro compañías, y en 2022 en tres”.
Su otra obsesión es el emprendedor. Miles de pitches a sus espaldas. Algún sí, léxico propio de los 'noes'. “¿Me preguntas si he sido injusto con algún emprendedor? “No. He sido muy duro y crudo, pero nadie puede decir que he sido injusto”. Compulsivo. “Lo peor no es que te quieran engañar a ti, es que se engañan ellos, hay que decirles la verdad, no dorar la píldora”.
“Hay emprendedores que dicen abiertamente que su papel es levantar pasta, las empresas tienen que vivir de sus clientes”, actualizando versión 2023 del ángel inversor. Por eso, “es bueno tener a alguien que te ayude a reflexionar si debes parar o no, hay que saber retirarse a tiempo, la persistencia está sobrevalorada, pero para mí el abandonar es una virtud” Cabiedes dixit.
Forjando a fuego emprendedores de éxito, en los que invierte, acompaña, asesora y pone en su sitio, nuestro inversor protagonista de hoy, tiene claro cuál es el límite, “una empresa no tiene solución cuando el mercado no responde y tiene problemas financieros. Podrá tener el mejor producto, el mejor equipo, pero si el mercado no responde…”
Su foco y su misión las define cual padrenuestro, con rotundidad, conciso, “yo no me dedico a rescatar compañías, no soy un cajero automático, aquí se viene cuando se tiene un proyecto de inversión, no es el papel de un business angel salvar compañías”, célebre para la posteridad de los follow on de hoy en día, frase para anclar en un post it en la nevera a más puro estilo Jesús Alonso Gallo.
Realista, pragmático, darwinista. “No me importa coger el teléfono y ser claro: Lo hemos perdido, a tomar por culo. Hay que asumirlo, hay que partir con la idea de que todo es aleatorio, nadie tiene la culpa, el emprendedor tiene que saber que está jugando con probabilidades y en muchos casos no es culpa suya”. La resistencia no siempre te hace ser vencedor.
Pero la realidad obvia un camino más de éxito que de fracasos. Su ojo clínico le ha fallado pocas veces. Empezando en su primer periodo como business angel, donde obtuvo en más grande de los retornos con Olé, “fuimos casi fundadores, multiplicamos por 100 la inversión”. Luego llegaron los Privalia “donde hicimos un x40”, los Blablacar “con un exit parcial de X13”, o los Trovit.
En total, más de 140 compañías invertidas, donde cuentan con grandes apuestas como We Are Knitters o Indexa Capital, liderada por el gran François Derbais, persona “con la que me asusta lo de acuerdo que estamos en todo, pensamos demasiado igual, a veces hasta celebramos el no opinar lo mismo sobre un tema. Ojalá Indexa sea mi próximo gran exit”.
El business angel nacional hoy se reivindica más que nunca, como lo hacen a través de la asociación Big Bag Inversores, gracias a la cual conocí al primero de todos, a Luis Martín Cabiedes, ese filósofo y lector empedernido de Daniel Kahneman y Nassim Nicholas Taleb, el padre al que las hijas de unos amigos una vez confundieron con Dios, su melena y su barba son un indicio, pero no, solo “vivo como Dios”.