Hace unos pocos días veíamos como Canadá blindaba su litio frente a China ordenando a las empresas del segundo país que se deshagan de su participación en sus minas de litio. La razón la explicó Francois-Philipp Champagne, ministro de Industria, en un comunicado: "Aunque Canadá sigue dando la bienvenida a la inversión extranjera directa, actuaremos con decisión cuando las inversiones amenacen nuestra seguridad nacional y nuestras cadenas de suministro de minerales críticos, tanto en casa como en el extranjero".
Estas declaraciones no son más que la confirmación de que algo está cambiando, de que recuperar la soberanía de los activos estratégicos de un país exige la toma de decisiones. Si esto lo llevo a la industria automovilística, vemos que es una industria tradicional, muy compleja, que tiende a adoptar innovaciones que le permitan mejorar su proceso productivo (fué una de las industrias que primero incorporó la fabricación aditiva, por ejemplo). Un sector que lleva tiempo siendo trastornado por presiones derivadas de la creciente importancia de los criterios ESG. Una industria que genera muchos puestos de trabajo, un mayúsculo impacto en el PIB, en la recaudación fiscal y en las emisiones de CO2; y que está en plena transformación como consecuencia del imparable interés por los vehículos eléctricos y otras alternativas al motor de combustión.
Casualmente, las baterías de los vehículos eléctricos son clave. Y, no tan casualmente, China ha producido el cuarenta y cuatro por ciento de los vehículos eléctricos y alrededor del ochenta por ciento de las baterías de iones de litio del mundo en la última década. Por eso no me sorprenden lo más mínimo las declaraciones de Carlos Tavares, CEO del grupo Stellantis, señalando que “hay que cobrar aranceles a los fabricantes chinos a la hora de importar coches en Europa”. Al fin y al cabo el proteccionismo está viviendo un momento álgido y si competimos con empresas de países intervencionistas, también debemos considerar protegernos.
No creo que nuestros políticos sean tan ingenuos como algunos piensan, así que seguro que se alegran como yo de ver que en España cada vez tenemos más empresas innovadoras con ADN patrio. Por ejemplo: Wallbox (cargadores inteligentes para VE), Livall (cascos inteligentes para una movilidad segura), Velca (marca española de ciclomotores eléctricos con más matriculaciones) o Closca (productos físicos y digitales que inspiran el cambio) o la recién llegada LIUX (movilidad sostenible extrema).
Gracias a Arturo Pérez de Lucía González, de AEDIVE (Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica) me enteré del lanzamiento del LIUX Animal, el primer coche de la historia hecho a base de plantas e impresión 3D. Un proyecto español liderado por Antonio Espinosa de los Monteros y David Sancho Domingo, que en enero de 2023 comenzará la construcción de su primera fábrica, para iniciar la producción en serie el año siguiente y que, desde ya mismo, ofrece la posibilidad de reservar por doscientos euros sus primeras unidades.
Yo tampoco soy un ingenuo, así que no diré que ha nacido la nueva Tesla made in Spain. Más aún si recuerdo que hace unos años reservé un Byton que era espectacular y cuya empresa productora cerró en 2020. No podemos olvidar que estamos hablando de una industria muy compleja, donde se quema mucho dinero hasta que se es rentable, y donde ser escalable es un reto (más aún si hablamos de materias primas de origen vegetal y de impresión 3D).
Ya sabéis que soy optimista y positivo por naturaleza, así que espero que estos proyectos sigan creciendo y que consigan los fondos necesarios para ello en el actual contexto económico. Sea como sea, me quedo con los comentarios que me pasó Arturo, "La innovación es, hoy más que nunca, un valor en alza para seguir manteniendo la industria española de la automoción en el lugar de liderazgo que le corresponde y en un momento tan disruptivo de revolución industrial, tecnológica y de servicios en la movilidad".
Espero que la apuesta de LIUX por aprovechar la innovación para simplificar el concepto de fabricación del automóvil bajo estrictos criterios medioambientales llegue a buen puerto. Deseo que tengan más suerte que Martin Eberhard y Marc Tarpenning, padres de Tesla, y que no sean engullidos por algún gigante de la financiación o de la automoción.