Estos días ha sido noticia que Rosalía ha hecho distintas sugerencias a sus fans para sus disfraces de Halloween basados en los looks motomami. Entre ellos uno para los motopapis, un disfraz inspirado en los outfits que usa el conjunto de bailarines que le acompaña durante su gira. Básicamente compuesto por camisetas blancas de tirantes, pantalón negro y casco. Mucha gente ha elogiado el hecho de que la famosa cantante ha tratado que los looks sean lo más accesibles y low cost posible. Pero ha habido un grupo de personas menos numerosas que han cuestionado la necesidad de derrochar recursos para usarlos un rato y desecharlos.
Obviamente, no piensan solo en el coste económico, sino en todos los costes asociados a la misma, incluidos los medioambientales y sociales. Tal como hemos comentado en otras ocasiones, es básico que siempre tengamos en nuestra cabeza que el coste de las cosas no es sólo el precio que pagamos por ellos y que la fórmula para calcular el mismo debe incluir variables que tradicionalmente no hemos considerado, entre ellas: dónde se ha fabricado el producto, en qué condiciones o cómo se ha transportado hasta llegar a nuestras manos.
Como dice un buen amigo, no doy puntada sin hilo, así que no os preocupéis que ahora voy enlazando con el título de esta columna: 'Winter is coming!'.
Igual las temperaturas imperantes en España nos hacen olvidarlo, pero estamos en otoño y el invierno cada vez está más cerca. Llega el momento en el que sufriremos el mayor impacto por la invasión rusa de Ucrania y sus derivadas, incluida la inflación desbocada. Es en este punto cuando me pregunto qué pasa con los pobres aislamientos de las casas del sur de Europa y cuál es el coste real de ir en manga corta en invierno.
He estado buscando datos sobre qué porcentaje del consumo energético se origina en los hogares españoles, y he encontrado resultados dispares que lo cifran entre el 25% y el 40% del total. Para tener datos más fiables, tendremos que esperar a ver los resultados del estudio Spahousec III, liderado por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), que en 2021 realizó una medición del consumo energético de los hogares españoles, así como sobre los equipamientos y hábitos de utilización de los mismos. No tengo claro si soy un poco torpe porque no lo localizo online o si se está horneando a fuego lento para reducir el consumo energético.
No cabe duda de que igual que hay empresas como Saint-Gobain que han decidido abrigar más a sus trabajadores dentro de sus fábricas porque este invierno en alguna van a trabajar a 8ºC (en vez de los 15ºC habituales) para reducir el consumo de gas, debemos hacer esfuerzos a nivel particular. Por ello, en el entorno doméstico se vuelve clave abrigarse más y no tirar tanto de calefacción. Al fin y al cabo, con los precios de la energía en niveles sin precedentes se ha convertido en una cuestión de supervivencia para muchas familias y para muchas empresas.
Veo titulares comentando que la burocracia y la falta de información dejan en el cajón un 20% de los fondos Next Gen UE para rehabilitar vivienda. Son malas noticias sin duda, pero en muchos casos ya vamos tarde para solucionarlo de cara a este invierno. Hace meses que todos tenemos claro que la eficiencia energética de los edificios españoles no debe esperar más, pero nos está pillando el toro, una vez más.
Sea como sea, aunque el cambio sea lento, es imparable. No hay más que fijarse en cómo las inmobiliarias ya no solo tienen que responder las tradicionales preguntas sobre el tamaño de las viviendas, el número de armarios y de baños; sino otras relativas a la eficiencia energética, a la posibilidad de usar su Wallbox en el garaje, etc. Al fin y al cabo, a nadie debe sorprenderle que con el cambio climático y el aumento de las facturas de energía, la gente busque cada vez más viviendas de bajo consumo, ni que la sostenibilidad esté pasando a ser una prioridad.
Hace unos días ví un interesante post de José María Álvarez Pallete, de Telefónica, reflexionando sobre los Cisnes Negros de Nassim Taleb, como su lógica hace que lo que no sabemos sea más importante que lo que sabemos. En este mismo post nos daba algunos datos sobre el impacto de los incrementos de costes de la energía, que han pasado de representar un 6% del gasto disponible de los hogares a ser un 20% en tan solo unos meses. Y de cómo en Europa, la diferencia entre que este invierno sea 1,5 grados más o menos frío hace que las estimaciones de inflación sean de un 10% o un 12%, lo cual condiciona la velocidad a la que nuevamente podremos ver brotes verdes en nuestro viejo y querido continente.
Creo que debemos dejar de preguntarnos qué pueden hacer los distintos gobiernos para ayudarnos a capear el temporal y pasar a la acción individual, preguntándonos qué podemos hacer nosotros para ser más eficientes, energéticamente hablando.