Este mes, Oracle inaugurará su región de datos en España, si bien sin centros propios y empleando las capacidades de los archiconocidos proveedores de 'colocation' para ello. Uno de estos últimos, Equinix, también cortará la cinta del MD6, la última de sus expansiones en las próximas semanas. Interxion, otro de sus rivales y que ya trabaja en su propio MAD4 para el próximo año, es la opción escogida por IBM para dar vida a su propia región de datos en ese mismo 2023, mientras que Google no quiso confirmar hace unos meses cuál fue su elección para abrir operaciones de nube pública en nuestro país.
En paralelo, AWS, la parte de Amazon dedicada al negocio cloud, abrirá antes de que acabe el curso una región de datos propiamente dicha en Aragón, con centros propios en varias localizaciones de Zaragoza (Villanueva de Gállego y El Burgo de Ebro) y Huesca (en su plataforma logística). Microsoft también tiene planes para abrir sus tres centros de datos en San Sebastián de los Reyes, Algete y Meco antes de que acabe el año. Meta hará lo propio en Talavera de la Reina (Toledo), cuyo CPD comenzará a construirse a finales de 2023. Las obras estarán totalmente finalizadas en 2030 si se cumplen los plazos previstos por la firma. Y Data 4 contará desde octubre con un segundo centro de datos dentro de su campus de Alcobendas; y un tercero en la misma localización, cuyas obras empezarán en septiembre.
¿Abrumados? No es para menos: la explosión de España como lugar elegido para albergar centros de datos está siendo exponencial, dejándonos una recta final de año plagada de hitos en la historia tecnológica nacional. Es complicado encontrar paralelismos en el pasado a un fenómeno semejante, y ni siquiera las necesidades derivadas de la pandemia pueden explicar esta sucesión de inversiones de forma completa.
En mayo hacíamos pública en D+I la revisión más extensa hasta la fecha de esta clase de instalaciones en nuestro país. Nos centrábamos únicamente en los CPD que ofrecían servicio a terceras empresas, tanto de los grandes proveedores de nube pública, como de 'colocation' o de compañías de servicios gestionados. Una investigación de más de dos meses que enfrentó el secretismo y el hermetismo de muchas de esas enseñas, cuyo recelo justificado en la seguridad resulta, en ocasiones, ridículamente extremo.
En el transcurso de este trabajo, salieron a la luz muchas de las largamente mentadas razones que justifican este devenir de los acontecimientos. El creciente debate sobre la soberanía de los datos en el Viejo Continente obliga a las grandes firmas estadounidenses a desplegar capacidades propias en suelo europeo. El esperado 'boom' del internet de las cosas o la realidad virtual (por favor, no digan metaverso) obligan a experiencias donde el contenido esté lo más cerca posible del usuario final. La democratización de la nube pública como paradigma de despliegue por defecto obliga al incesante incremento de esta clase de centros. Y así podríamos seguir.
Lo cierto es que, aceptando la validez de todo lo anterior, hay muchas más cuestiones que se vienen gestando desde hace tiempo y que explican el devenir de los acontecimientos en el presente. Por lo pronto, la conectividad de nuestro país a través de cables submarinos ha vivido una previa explosión, situándonos como un enlace esencial en las comunicaciones entre Europa, EEUU, América Latina y África.
Siendo malpensados, también cabe citar que España se ha apuntado a esta locura de los centros de datos por doquier cuando ya estaban desplegadas regiones de datos en la mayor parte de países de nuestro entorno. Por ejemplo, Oracle ya dispone de su oferta propia en Francia, Suiza, Países Bajos, Italia, Reino Unido o Alemania. AWS hace lo propio en Francia, Irlanda, Reino Unido, Alemania e Italia. Y en Microsoft cuentan con Francia, Alemania, Noruega, Reino Unido, Suecia y Suiza en su cartera.
Todo ello no desmerece ni un ápice el fenómeno que estamos viviendo. Las implicaciones a corto plazo son innegociables (creación de empleo; efecto tractor para nuevos equipamientos e infraestructuras...) pero también lo son a largo plazo: creación de ecosistemas, fomento de talento digital local, cercanía a las necesidades de Administraciones, empresas y startups... Son todo ventajas, máxime si tenemos en cuenta que muchas de estas instalaciones de nuevo cuño ya responden con soltura y sostenibilidad al único punto negro inherente a ellas: el alto consumo energético.
En la bandeja de pendientes quedan, no obstante, algunas preguntas por resolver. ¿Veremos a Google, IBM u Oracle desplegar, en un futuro no demasiado lejano, sus propios centros de datos en España? ¿Hasta qué punto estos CPD jugarán un papel de atracción para que la siempre recelosa Administración migre sus cargas de trabajo a ellas? ¿Cuánta de la inversión dirigida a estos centros de datos se quedará en proveedores técnicos, contratas y profesionales nacionales?