La expresión tormenta perfecta procede del título de un libro del escritor, periodista y cineasta Sebastian Junger, que se hizo popular a raíz de su adaptación para la conocida película de Wolfgang Petersen protagonizada por George Clooney. Es una expresión que se asocia con la combinación de varias anomalías (en el caso de filme, anomalías climáticas) que dan lugar a una situación de extrema gravedad casi imposible de superar con instrumentos cotidianos de que se disponen en un ámbito concreto.
Normalmente, aunque parezcan fruto de la casualidad, la mayoría de las situaciones de crisis ligadas a la acción humana siempre tienen antecedentes y son generadas por una o varias cadenas causales que acaban conduciendo a una situación extrema. Naturalmente, una 'tormenta perfecta' como la actual, al menos en economía, tendrá enormes consecuencias y provocará transformaciones más allá de lo económico, porque en un mundo relacional como el actual está todo conectado.
Desgraciadamente, todo se interpreta en términos económicos, como si no hubiera nada relevante más allá de los sucesos económicos y estos fueran el motor y no la consecuencia. Y ahora mismo, empieza a haber muchas señales de que vamos en dirección a una 'tormenta perfecta' de orden económico mundial, lo cual parece que provocará una serie de grandes transformaciones en casi todos los ámbitos.
Por entrar en detalle, en este año que parecía ser el primero postpandemia y de la recuperación, las sucesivas crisis se van, no ya sucediendo, sino combinando sinérgicamente, con lo que su amenazador 'frente de ola', como en la película citada, parece algo imposible de afrontar con los métodos típicos que usaban los gabinetes de crisis de las altas gobernanzas.
A nada que levantemos la vista sobre el reciente pasado, no entra ninguna de las capacidades de prevención sobre lo que podría suceder, lo cual es una cruel metáfora para una época en la que las tecnologías que más beneficios y poder están dando a una serie de empresas globales, se les llama –¡vaya ironía!– "tecnologías predictivas".
Predecir el pasado
Se dice que, en su mayoría, los economistas son muy buenos especialistas en predecir el pasado, pero parecen incapaces de anticipar que ocurrirá. Quizá, en eso coincidan con lo que dijo Steve Jobs en su célebre discurso en la Universidad de Stanford: "No se pueden unir los distintos puntos mirando para adelante; se pueden unir únicamente mirando hacia atrás. Así que deben confiar en que de alguna manera los puntos se unirán en el futuro. Deben confiar en algo: tus agallas, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Este enfoque no me ha traicionado nunca, y marcó toda la diferencia en mi vida”.
Unir los puntos y relacionarlos con la energía hoy es importante porque vivimos en un mundo global relacional y totalmente interdependiente ya que todo está conectado en el funcionamiento del mundo actual. Sin ese aspecto relacional, el covid-19 no se hubiera extendido en 90 días a 190 países de todo el planeta. Pero hay varios aspectos relacionales, y no necesariamente lineales. Veamos.
Fue el científico James Lovelock, creador de la hipótesis Gaia, quien extendió la idea de que la Tierra, en su dimensión de naturaleza, es un sistema interconectado y autorregulado en el que la vida ha ayudado a mantener el entorno del planeta relativamente estable durante miles de millones de años. Pero un sistema clave para que esta autorregulación exista, como lo ha estado durante siglos y milenios, es el del sistema climático de la atmósfera que rodea la tierra. Y esa autorregulación, según las mediciones de los científicos del clima, se está alterando y elevando a nivel planetario la temperatura con consecuencias enormes.
Las organizaciones internacionales como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se puso en marcha en mayo de 1992, entró en vigor el 21 de marzo de 1994 generando acuerdos internacionales cuyo objetivo es reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero, los GEI —que causan el calentamiento global—: dióxido de carbono (CO2), metano, óxido nitroso y tres gases industriales fluorados: los hidrofluorocarbonos, los perfluorocarbonos y el hexafluoruro de azufre.
Es un loable intento, pero la dura realidad climática va a mucha mayor velocidad que la burocracia y la acción promovida en los acuerdos que intentan conseguir dicho objetivo. Un ejemplo: el célebre Protocolo de Kioto se acordó el 11 de diciembre de 1997, pero no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005, ocho años después. Después se firmó la Enmienda de Doha como extensión al Protocolo de Kioto, que entró en vigor el 31 de diciembre de 2020.
En 2015, se firmó el Acuerdo de París negociado durante la XXI Conferencia sobre Cambio Climático (COP 21) por los 195 países miembros en el mismo marco de la CMNUCC que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El acuerdo busca mantener el aumento de la temperatura global promedio por debajo de los 2°C (por encima de los niveles preindustriales) y perseguir esfuerzos para limitarla a 1,5°C, reconociendo que esto reduciría significativamente los riesgos y efectos del cambio climático.
El 1 de junio de 2017, el entonces presidente de EE.UU., Donald Trump, anunció la retirada de su país de este acuerdo, dadas sus promesas de campaña en pro de los intereses económicos de la nación. El actual presidente Joe Biden, recondujo esto y en su primer día en el cargo firmó órdenes presidenciales ejecutivas en la que se reincorpora al Acuerdo de París, que se hizo oficial el 19 de febrero de 2021. Hay muchos más detalles farragosos e interminables en toda esta 'burocracia' política.
Mientras tanto, el clima mundial sigue, parece que rápida e inexorablemente, su ascenso. Ya está medido que el mes de junio de 2022 ha sido el tercer junio más cálido en el mundo desde que hay registros, según ha informado el boletín mensual del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S). Ha sido el segundo mes más cálido en Europa, con unos 1,6°C por encima de la media, y el tercer junio más cálido registrado en el mundo, con unos 0,31°C.
El último Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) refleja que el aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor puede atribuirse, ya sin dudas, al cambio climático provocado por la actividad humana en el planeta. Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) afirma que en los próximos años las olas de calor seguirán y "serán más frecuentes e intensas” a las observadas este año. Y hace énfasis en que es "especialmente importante" contar con datos públicos fiables para "prepararse mejor para lo que se avecina".
La economía planetaria del siglo XXI es extremadamente relacional
Antes señalé que el factor que relaciona y conecta a todos los ecosistemas planetarios es el sistema climático mundial, que se caracteriza por ser dinámico y cambiante. Pero ahora ya con un sesgo demostrado de ascenso de sus temperaturas medias, que provoca cambios en los ecosistemas del mundo, como en los polos y glaciares (deshielo acelerado); olas sucesivas de temperaturas ultra altas, que son el factor esencial para la enorme multitud de pavorosos incendios, incluido los de 6ª generación que superan los medios de apagarlos actuales; así como una creciente e inusitada frecuencia de episodios climáticos extremos (la pavorosa multiplicación de incendios a la que estamos asistiendo en España es una buena muestra).
La sostenibilidad de la economía, de las formas de trabajo y de los modelos de negocio se está alterando tanto como los ecosistemas de la naturaleza. La evolución de los ecosistemas económicos y de las industrias mundiales no contemplaba, en su inmensa mayoría, el ahora ineludible factor de la sostenibilidad relacionada al planeta que, a su vez, está conectada al gasto de energía ya que estaban planeados (es un decir) con vistas a la falsa panacea del crecimiento. Todos los gobernantes de todos los países, las corporaciones y empresas siguen hablando en términos de crecimiento. ¿Un crecimiento sin fin en un planeta limitado cuyo clima se está calentando más y más? ¿No es eso una gran incoherencia? Pues sí, y es una incongruencia letal.
Tanto es así que las infraestructuras tecnológicas globales se han planeado solo bajo el paradigma del crecimiento y consumo sin fin, sin atender a su sostenibilidad climática y de consumo de energía. La obsolescencia programada es un concepto que viene de ese paradigma. Hay muchos ejemplos, pero pondré alguno: la informática mundial que se ha desplegado al ritmo de la Ley de Moore no es sostenible, tampoco lo es la infraestructura de ‘cloud’ o las plataformas de contenidos y redes sociales, que tienen una huella de carbono muy grande.
Cada búsqueda en Google supone al menos una emisión de 0,2 gramos de dióxido de carbono. Esas búsquedas producen 1,18 millones de toneladas de CO2 cada día, ver los vídeos de YouTube, 5.358 toneladas de CO2 al día. Y no solo eso. Las tecnologías de la información y la comunicación del mundo consumen entre el 6% y el 9% de la energía mundial y se espera que esta proporción crezca del 10% al 20% hasta 2030.
Eso es una magnitud enorme e inviable a largo plazo. La guerra en Ucrania ha actuado de catalizador acelerando los cambios. Ha tenido que ocurrir esa terrible guerra para que se viera hasta qué punto Europa, en general, y Alemania y sus vecinos, en particular, eran, son, países dependientes del suministro de gas ruso. Esta guerra y sus consecuencias deberían hacer reflexionar a los países y a sus empresas, que deben cambiar su cultura sobre el gasto de la energía.
El prestigioso científico Avelino Corma me dijo que si cambiamos nuestra cultura sobre el gasto de la energía, podríamos vivir igual de bien gastando un 15% menos que ahora. Pero la cruda realidad se impone. Si leen con calma sobre lo que es y cómo describe la 'Industria 4.0' no verán la menor referencia a la sostenibilidad, ni a la energía, y a cómo esta nueva ola industrial debe gastar la energía que necesita. La industria 4.0 será sostenible energéticamente o no será. Y lo mismo la 'conducta energética' de cualquier empresa, familia o ciudadano.
Es urgente cambiar el paradigma mundial del consumo, pasando de la cantidad a la 'cualidad' y ahorrar materias primas y energía al producir bienes y servicios. La viabilidad de la economía mundial y de la calidad de vida humana dependen de ello. Y este es un cambio de cultura total sobre nuestras formas de vida. Conecten los puntos mirando hacia atrás lo que hemos hecho al respecto hasta ahora, como decía Steve Jobs.
El ahorro de la energía, y que dicha energía proceda de fuentes renovables será el factor esencial para que las empresas sean sostenibles medioambientalmente (disminuyendo al máximo su huella de carbono) y factibles económicamente (y eso va a pasar cada vez más porque ahorren energía). La era del despilfarro de energía se ha acabado. Abandonar los combustibles fósiles ya es imperativo para un planeta viable para los humanos. Cualquier solución económica viable va a pasar por las energías limpias. Y eso va a ser determinante para cualquier empresa sea del sector que sea. Y esto no es algo a discutir, es algo que la realidad nos va a imponer ineludiblemente, más pronto que tarde, y queramos o no.