Seguro que mis lectores más fieles recordarán que acabé mi última columna hablando de la transición dual: verde y digital; y de una startup que ayuda a las empresas a gestionar toda su refrigeración en una única plataforma, que ayuda a reducir su gasto energético, algo clave con la actual inflación.
Hace años se decía que los centros de datos deberían instalarse en países fríos para abaratar la factura de electricidad. Aunque después se ha comprobado que hay muchos factores a considerar, sin obviar la importancia de su consumo eléctrico. En el contexto actual, la guerra de Ucrania está tensionando los precios a niveles que no se habían visto desde hace 40 años y, de rebote, va a favorecer que aceleremos mucho más en la deseada transición energética. Sin duda es el momento de apostar y potenciar energías limpias que nos sirvan para reducir nuestra dependencia de países poco democráticos.
En paralelo, en varias reuniones con decisores de tecnología se ha puesto de relieve que cada vez necesitan más información para impulsar a sus organizaciones e infraestructuras en la dirección correcta. Si hablamos de cloud computing, los factores de decisión como el precio son importantes, pero la economía de la nube va más allá al considerar el comportamiento organizacional, incluida la forma en que los líderes toman decisiones en función de los diferenciadores del proveedor. Tan importante es el coste de la energía que alimenta los centros de datos (sean públicos, privados o híbridos), como la cadena de suministro de la misma y los criterios ESG que siguen los proveedores.
Ya sé que a la gente que no están metidos en el mundo de la tecnología algunos conceptos le pueden sonar lejanos. Pero es relevante entender en qué consiste la economía de la nube, ya que en Europa, el 75% de la actividad de TI tiene lugar en los centros de datos.
Su consumo eléctrico total en 2020 se estima que fue de 81 TWh, lo que representa el 2,5% del consumo total del continente. Este gasto energético es la principal causa de sus emisiones de CO2. A medida que más y más organizaciones migran sus aplicaciones y servicios a nubes públicas o privadas, y a medida que aumenta la actividad general de tecnología, sería fácil concluir que el consumo de energía de los centros de datos sólo puede crecer, lo que lleva a un aumento proporcional en las emisiones de CO2. Sin embargo, la realidad es más compleja. Hay una serie de factores que pueden conducir a una estabilización e incluso a una reducción de la huella de carbono de los centros de datos en Europa.
Un enfoque coordinado y unificado por parte de los miembros de la Unión Europea sobre el tema podría conducir a excelentes resultados.
Los hiperescalares y los operadores de centros de datos tienen incentivos más fuertes, no sólo para controlar el origen de la energía que utilizan, sino para aumentar al máximo la eficiencia de sus centros de datos sin hipotecar su desempeño. Sus fuertes inversiones tienen muy en cuenta la presión existente para hacerlos más eficientes energéticamente; así como para reducir su impacto ambiental. Entre otras cosas están consiguiendo que los servidores funcionen perfectamente a temperaturas más altas, en algunos casos en torno a los 27º; y esto sin contar que tienden a aprovechar mucho más la capacidad de cómputo de sus máquinas.
El consumo total de la actividad del centro de datos en Europa es lo suficientemente alto como para que los países donde la penetración de las energías renovables aún es baja desarrollen estrategias en esta área. España cada vez atrae más inversión para crear centros de datos en nuestra geografía, lo cual es una gran noticia. Aunque no debemos olvidar que, tal como comentaba más arriba, hay varios factores que influyen en la ubicación geográfica de los centros de datos: la seguridad de los datos, la necesidad de baja latencia para los servicios que brindan o simplemente aspectos logísticos; ni que su ubicación es relativamente flexible y, en ocasiones, la simple elección de un área donde hay un excedente de producción de energía renovable.
Recordemos que los operadores de centros de datos tendrán mayores incentivos para ubicarse en áreas de bajas emisiones debido al aumento de los impuestos al carbono y la reducción de los precios de la electricidad como resultado de la alta penetración de energía renovable en algunos países. En el caso de la Unión Europea, estos incentivos a veces se ven distorsionados por un mosaico de estructuras normativas, impuestos y exenciones fiscales. Por ejemplo, en los países escandinavos, Irlanda, los Países Bajos y Francia, los centros de datos se clasifican como industrias de uso intensivo de energía, lo que les permite beneficiarse de impuestos y gravámenes reducidos en virtud del impuesto mínimo de energía de la UE, lo cual puede resultar en hasta un 73% menos de coste de energía.