No es casualidad, pero parece que cada vez que se habla o se publica un artículo sobre todos los efectos negativos que tiene internet y la tecnología sobre los menores y adolescentes, siempre hay alguien que saca a colación la ya tan manida historia de que todos los 'techis' y 'gurús' de Silicon Valley prohíben a sus hijos utilizar el móvil y las redes sociales y les educan en colegios sin tecnología…
Pues empecemos por el principio, hablando de Rudolf Steiner y de la Pedagogía Waldorf.
“La educación ha de llevarse a cabo de forma artística, en un ambiente libre y creativo. Ha de basarse en una amistosa colaboración entre maestros y padres porque los alumnos tienen que ser siempre el centro de toda la actividad escolar”.
El Dr. en Psicología, matemático, físico, además de estudioso de otros campos de la Ciencia y las Artes, Rudolf Steiner creó la pedagogía como necesidad de un cambio social y cultural tras la Primera Guerra Mundial (1919), y por encargo de Emil Molt, quien quiso organizar una escuela para los hijos de los trabajadores de su fábrica de cigarrillos Waldorf-Astoria de la ciudad de Stuttgart.
En poco más de diez años, el nuevo modelo educativo ya se había implementado por toda Europa central y Gran Bretaña, y, aunque el nazismo supuso un cierre total de las escuelas, el movimiento reinició su actividad en 1945 no parando de crecer hasta el día de hoy, que cuenta con más de 1.100 colegios en más de 90 países, además de escuelas infantiles y de educación especial.
El acceso a esta educación y centros es totalmente libre, dando igual el origen cultural, social, económico o religioso del niño. Además, podemos encontrar centros públicos, como en Finlandia, Suiza o Suecia, concertados como en España, pero la mayoría son privados, como el Waldorf School of the Peninsula (la matrícula anual es de 30.000 dólares) en la ciudad californiana de Mountain View. Pueden estar totalmente financiados por las familias del centro e instituciones afines, y obtenerse becas para cursar los estudios allí.
Podríamos resumir la pedagogía Waldorf en 3 grandes pilares:
El primero, y más importante, es que cada niño es diferente y tiene, por ello, un proceso madurativo distinto. Por tanto, se debe estudiar y descubrir cómo es para poder fomentar y potenciar sus talentos y habilidades. Los cursos se organizan por edad y no por nivel de logro académico, e incluyen niños con distintos niveles de aptitud.
El segundo se centra en la formación continúa (prácticamente diaria o semanal) del claustro, tanto con talleres y cursos, como con reuniones para poner en común el desarrollo de cada alumno.
Y el tercero lo ocuparía la familia, como si se tratase de la Santísima Trinidad. Pues, en estas escuelas, los padres adquieren un papel totalmente activo en la vida educativa y desarrollo de sus hijos, teniendo también que acudir a formaciones, reuniones, talleres, etc.
No encontraremos ni una pantalla en una Escuela Waldorf. Todas las herramientas educativas que utilizan están en el día a día de cualquier familia: lápices y papel, agujas de coser, barro, calcetines o trozos de tarta para aprender las fracciones.
La propia entidad educativa reconoce que en los primeros grados no se puede comparar la metodología con ningún otro sistema educativo, ya que ellos no siguen el currículo, especialmente en lo que se refiere a la lectura y la base matemática. Y al analizar la calidad con la que se gradúan los estudiantes en comparación con el resto de los centros, tampoco hay una evidencia clara.
Al final, es una cuestión de principios, de valores familiares y de compromiso, sí, de compromiso de los padres en la formación de sus hijos. Quedémonos con esto.
Por supuesto, no hace falta ser un ‘gurú’ de California para pensar que una pedagogía que fomenta las habilidades y aptitudes de cada niño, analizando su proceso madurativo para detectar a tiempo los posibles problemas que pueda tener en el aprendizaje, es perfecta, y da igual que se imparta con manzanas, bolsas de guisantes o iPads.
Pero sí es verdad que muchas voces del sector tecnológico, de gigantes como eBay, Google, Apple, Yahoo o Hewlett-Packard han declarado su apoyo total a este método, aludiendo que la creatividad y la innovación solo es posible en este tipo de ambientes, con lápices e interacción humana, y que la tecnología a estas edades (infantil y primaria) no hace otra cosa que ‘distraer’. Piensan que ninguna app en un iPad puede enseñar matemáticas o a leer mejor que una pizarra y tizas de colores.
“Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración”, explicó Pierre Laurent, exingeniero informático de Microsoft e Intel, y presidente del patronato de un centro Waldorf.
Así que, mientras que aquí estamos preocupados por la ‘brecha social’ que hace que tanto las familias como los centros escolares de los barrios y poblaciones más pobres no pueden adquirir las competencias digitales básicas al no poder acceder a la tecnología, resulta que muchos de los padres más ricos y poderosos de EE.UU. están volviendo a comprar pupitres de madera y cuadernos para las aulas.
Y justo esto es lo que están utilizando los ‘neoluditas’ del siglo XXI para alarmar de los riesgos de la digitalización y, por ende, de la alfabetización digital de los menores.
Pero la clave la dio el propio Tim Cook, CEO de Apple, en 2018 a The Guardian: “No todo vale en el uso de la tecnología y la educación. Esta debe ser aplicada de manera coherente y según materias.” Lo mismo que ni Bill Gates ni Steve Jobs prohibieron para siempre el uso de tecnología en casa. No, el primero retrasó el uso del smartphone en sus hijos hasta los 14 años, además de poner normas y límites como evitar su uso en la mesa o antes de dormir, es decir, lo que venimos definiendo todos los que trabajamos en la educación digital para el buen uso de la tecnología en casa.
¿Y qué diferencia, además, a las familias de Silicon Valley de cualquiera de las nuestras?
Que ellos, directivos de las grandes tecnológicas, compensarán la adquisición de competencias digitales de sus hijos que los van a preparar para el presente-futuro profesional que les espera, en casa con su know-how y expertis, pero para muchas familias ‘cualquiera’, sin esta formación ni posición, todo lo que sus hijos no aprendan en el colegio, no lo aprenderán nunca.
Así que, creatividad sí, y experiencia, y socialización, e imaginación. Pero también tecnología, siempre que esté fundada en una metodología y objetivos.
Sin duda, en el equilibrio, y no en la prohibición, está la solución.