Marta tenía 40 años, tres hijos, un perro, una hipoteca y se acababa de separar. No fue una decisión repentina fruto de una desavenencia, sino algo que llevaba considerando seriamente los dos últimos años, por lo que cuando tomó la decisión ya había pasado todo su 'duelo' y estaba preparada para entrar 'en el mercado' de nuevo.
Comenzó entonces a pensar cómo dar el paso, había pasado más de una década desde su última soltería y todos sus amigos, aquellos que habían sido siempre la fuente de nuevos contactos, ya fuera a través de fiestas, barbacoas de fin de semana o quedadas de esquí, estaban casados y en proceso de multiplicación por lo que, lógicamente, esa vía no era factible.
Una amiga soltera, de esas que tenemos todos –una 'hija del viento', como las llama mi amiga Gloria–, de las que valoran su libertad e independencia por encima de todo y huyen de ataduras, la convenció para crear un perfil en una de las muchas plataformas de citas online que habían proliferado en los últimos años y cuyo fin, por lo menos por escrito, es ayudarte a encontrar el amor de tu vida a través de la ciencia y la tecnología.
Pues allí estaba ella, construyendo su perfil cuidadosamente y pensando en cuánto se parecía esto que estaba haciendo a su trabajo como responsable de marketing de una empresa de productos para el consumidor.
Ella era ahora el producto que vender. Su perfil tenía que ser atractivo y creíble, natural, pero con un punto de sofisticación para atraer al consumidor adecuado; cercano y a la vez misterioso, para despertar la curiosidad; y, por supuesto, atenerse a la realidad, porque a estas alturas de la película “lo que ves, es lo que hay, y si te gusta bien y si no, pues a otra cosa mariposa”. Cuando hubo terminado le toco a ella hacer su propia 'lista de la compra': que sea alto, inteligente, culto, que le guste el deporte, leer, la música, viajar… En fin, el hombre ideal. Pulso el botón de enviar y ahora solo quedaba esperar que la tecnología hiciera la magia.
Match, Meetic, eDarling, Solteros con nivel, Grindr o Tinder son sólo algunas de los miles de plataformas de citas online disponibles hoy en día. El primer sitio web especializado en la búsqueda de pareja apareció a mediados de 1990 en Estados Unidos, pero la novedad duró poco pues rápidamente se unieron a la oferta decenas de sitios web que ofrecían los mismos servicios. Veinte años más tarde, a estos sitios web se le unirían las aplicaciones para móviles que no tardaron en hacerse inmensamente populares, especialmente entre los jóvenes. En las dos últimas décadas estas plataformas han remodelado el panorama de las citas, cambiando la forma de buscar pareja.
La pandemia que ha azotado el mundo los dos últimos años ha sido el caldo de cultivo perfecto para favorecer un incremento exponencial en el uso de estas aplicaciones, ya que ha supuesto una de las pocas opciones existentes disponibles para aquellos que ansiaban poder relacionarse con gente fuera de su núcleo familiar. Esta aceleración de la adopción de estas apps y plataformas para establecer relaciones entre personas ha supuesto también un desafío a nuestras ideas sobre el amor y el sexo ya que, entre otras cosas, los usuarios se han dado cuenta de la comodidad que supone el poder investigar los intereses de alguien e iniciar una conversación virtual antes de hacer el esfuerzo de quedar en persona.
¿Cómo funciona la magia? Todas estas aplicaciones que han desarrollado sus propios algoritmos de búsqueda de pareja se basan en la inteligencia artificial (IA). Al principio, cada aplicación solía funcionar como una identidad discreta. Sin embargo, al aumentar el número de servicios disponibles, las aplicaciones se fueron creando asociaciones para integrarlos. De esta forma permitían a los usuarios, por ejemplo, aprovechar el inicio de sesión único (SSO), para facilitar el acceso a varios servicios; o utilizar la autenticación multifactorial a través de otra app, para mejorar así la gestión de la seguridad.
Pero lo verdaderamente determinante es que la IA puede utilizar los datos compartidos por las aplicaciones integradas con las de citas para trazar un retrato completo de los usuarios. Por ejemplo, Tinder se asoció con Spotify para brindar a los usuarios la posibilidad de buscar coincidencias potenciales en función de sus preferencias musicales.
Las posibilidades de la IA son infinitas. Podría, por ejemplo, examinar las publicaciones públicas en redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram y recabar información sobre las ideas e intereses de una persona. De esta forma, se eliminaría el sesgo de cómo las personas se definen a sí mismas en los cuestionarios, aumentando así las posibilidades de encontrar una pareja compatible. Se sabe que las incoherencias en las cualidades autodeclaradas son la principal causa de fracaso en las citas online. Así pues, a medida que se generen más datos de los usuarios en internet (especialmente en las redes sociales), la IA podrá hacer predicciones cada vez más precisas.
¿Y luego que? Luego no, ahora. Simultáneamente a la IA, la realidad virtual (RV) lleva ya tiempo utilizándose. Existen ya 'novias/os virtuales' que supuestamente ayudan a practicar las citas. Esta tecnología, que sigue madurando, podría en un futuro, con suficientes datos de los usuarios, crear una pareja totalmente personalizada para ti en la realidad virtual, una que marque todas tus 'casillas'. Y no nos olvidemos del metaverso del que tanto se habla ahora, una realidad paralela que te da la posibilidad de reinventarte, de ser otra persona, de vivir otra vida, pero sin las caricias ni los abrazos, sin la luz del sol en la cara o un concierto a la luz de las velas. Ya veremos si esto último sale adelante o queda en agua de borrajas.
Mientras tanto, ¿qué pasó con Marta? Pues después de enviar su perfil apareció ante sus ojos todo un desfile de posibilidades que ella redujo a tres. Con uno fue al cine, con otro a tomar un café y con el tercero a cenar a un restaurante japonés. Gano el café. Hoy Marta está casada, tiene 5 hijos, dos gatos y no tiene hipoteca y si piensas que esto solo pasa en los cuentos de hadas, te equivocas, porque Marta soy yo y esto me pasó a mí.
*** Elena Ceballos es Marketing & PR Manager Spain - LATAM de Dolby Laboratories.