Esta semana me contaban los temores de un empleado de banca de 53 años que sabe que está en la rampa de salida de los EREs del sector. De una vida casi programada, con la seguridad que da ir pegado a una corbata de uniforme corporativo,... a un abismo de emprender a su edad o llamar a puerta fría. Complicadas decisiones plagadas de temor.
No creo que fuese muy diferente al miedo que pudo tener el directivo que planteó en Ford dejar de tener todo el foco en el coche para ponerlo en los patinetes o bicis eléctricas. Seguro que el día de la exposición de su propuesta pensó que le podían tirar a la calle.
En la misma línea debió de andar quien propuso en Mastercard tratar a las criptomonedas como cualquier otra forma de pago. ¿Me enviarán al paro o me ascenderán?, debió de pensar el atrevido que puso la primera idea sobre la mesa en una reunión... Pues todo depende de la continuidad disruptiva.
Porque quienes hace unos años podían ser tachados de locos por salirse de la estrategia de negocio de las compañías, hoy pueden ser los más valorados en las organizaciones. No se trata de apostar por cualquier ocurrencia o de hacer todo lo contrario a lo que se ha hecho siempre. Nos movemos en planos mucho más sensatos. Hablamos de ser capaces de trazar un hilo conductor, una evolución atrevida. Y para ello es necesario combinar la experiencia con los conocimientos básicos de la nueva era.
El jueves nos contaba Rosa Jiménez desde Miami para D+I (Disruptores e Innovadores) cómo la mítica firma del óvalo, aquella Ford que con la producción en cadena condicionó hasta el urbanismo de las ciudades, ahora apuesta y muy en serio por la nueva movilidad de los patines y las bicis eléctricas. Spin, la startup que se compró Ford, es ahora una de sus grandes esperanzas.
El alcalde de Miami participó en esa presentación donde Ford puso el foco en que estemos a 15 minutos de nuestro trabajo y que aboguemos por las plataformas multimodales, sostenibles, limpias y más rápidas en las que... apenas se da importancia al coche. ¿A qué insensato empleado se le ocurriría plantear un proyecto que fuese contra su propio producto?... Al que ha puesto la multinacional en el centro de su estrategia de negocio.
Un día después, el viernes, Noelia Hernández narraba en su crónica de D+I la estrategia que Mastercard lanzó en su Innovation Digital Forum. Paloma Real, la directora general para España daba una prueba más de la velocidad que ha traído el Covid. Los avances previstos para tres o cinco años se han producido en uno, el 80% de los pagos ya se hace sin contacto. En el mercado ya no está solo la banca, operan las fintech, las tecnológicas y los neobancos. Y los clientes dejan de ser fieles por una novedad tecnológica de la competencia.
Pero para llamativo, lo que aportó Raj Dhamodharon, vicepresidente ejecutivo de Blockchain y Activos Digitales de Mastercard, respecto a su apuesta por las criptomedas: “El consumidor tiene que percibir que se trata de una moneda más. Por eso, estamos trabajando en una plataforma siguiendo tres principios: la estabilidad, el cumplimiento de las leyes y regulaciones del mercado, y la protección de los datos y privacidad de las transacciones”. ¿Se imaginan el primer debate del empleado que propuso apostar por unas monedas que nacían al margen del control de los bancos centrales?
La digitalización, una mentalidad
Lo explicaba el miércoles en D+I Nacho Martínez con palabras muy sencillas y claras. El lo sabe bien, ha pasado de directivo de multinacionales clásicas a asesor y profesor en digitalización. La transición es posible. "La digitalización no es algo que empieza y acaba, es una mentalidad, hoy por hoy, ya no es un territorio de informáticos sino que nos afecta a todos". Y añadía: "si uno maneja los conceptos y logra una visión de posibilidades, está más habilitado como empleado, gana potencial, entiende mejor dónde se mete y, por tanto, lo ejecuta mejor".
Quien así se expresa es el director del curso de Experto en Transformación Digital de la Digital Skills School, la vía para digitalizar los perfiles de los mandos intermedios de las empresas que han creado la Universidad Camilo José Cela junto con Inndux, la coeditora de D+I. Un plantel de líderes de startups, responsables de diversas tecnologías de multinacionales y directivos digitalizados, como Nacho Martínez, que con su propia experiencia van a enseñar el camino del reciclaje también en Fintech, Insurtech o eHealth.
Y por fin aquí sí hay una conexión entre lo que opina y enseña el profesor y lo que demandan las empresas. Mientras Martínez decía que la digitalización "es un cuestionamiento continuo, es un indagar sobre qué posibilidades tengo para ser más competitivo", se hacía público un informe/encuesta entre empresarios que casi calcaba el argumento.
El informe de La situación de las empresas medianas españolas y la TI en 2021 realizado por IDG junto a Dell Technologies e Intel viene a indicar que casi el 80% de las empresas cree que las tecnologías les van a hacer más competitivos. Y entre sus grandes preocupaciones están las de emprender como empresas (33%), los nuevos competidores y las startups (30%) y la retención del talento (23%).
Subirse al cambio
La conclusión es evidente. Si las empresas están apostando por esa continuidad disruptiva en la que se atreven incluso a competir contra el mismo core de su negocio, si los empresarios son abrumadoramente conscientes de que la tecnología les va a hacer más competitivos y que el intraemprendimiento, los nuevos competidores tecnológicos y el talento son sus grandes preocupaciones... No hace falta mucho más para que nos convenzamos de que el mercado laboral nos está pidiendo un cambio. De que seremos débiles laborales y blanco de la diana del despido si en lugar de subirnos, tenemos miedo al cambio.
El tren todavía va despacio como para poder subirse cómodamente. Pero no será siempre así. Tanto la actitud como nuestro reciclaje, van a ser los dos motores que nos pongan a la velocidad que requiere ese tren del futuro. El que nos puede sacar del mercado si nos arrolla o el que nos puede dar inercia para la próxima década.
Tan claro es el avance, que esta semana me ha llamado mucho la atención que una institución tan tradicional y cauta como la Real Academia Española (RAE), quiera limpiar, fijar y dar esplendor a los chatbots para que usen bien nuestro idioma. Cómo será de vertiginoso el avance para que ya haya una preocupación institucional en este sentido. Lo contaba D+I el martes, el proyecto LEIA quiere regular el lenguaje de las máquinas para que hablen un correcto español.
Es un proyecto en el que están entre otros Telefónica, Google, Microsoft o Amazon. Uno de los ejemplos que se expuso esta semana lo hemos podido percibir muchos. “Alexa se lanzó en inglés y cuando se hizo en español hubo que adaptar la construcción de las frases, trabajar mucho en el contexto, considerar los diferentes acentos que existen dentro del territorio español o añadir refranes”, según detalló Marie Mulot, gerente general de Amazon Alexa en España. Por eso es importante que las máquinas puedan beber en fuentes originales. El castellano no es un idioma más en el mundo, es el segundo y un gran patrimonio de muchos países.
La semana también nos ha dejado datos para la esperenza. Uno de ellos es la apuesta por una inteligencia artificial humanista. La Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, el Instituto de Gobernanza Democrático y el Instituto Universitario Europeo van a crear la primera cátedra de Inteligencia Artificial y Democracia, con este fin. Avanzamos entre máquinas, pero manda el humanismo.
Estamos creando los pilares de un nuevo mundo en el que hay que ponerlo todo en revisión. Si hace unos años las regiones competían por ver quién era la más exportadora o la que atraía más inversión, hoy el titular más demandado es el de la más innovadora. La Comisión Europea ha hecho público esta semana el informe en el que analiza 240 regiones de 22 países. Y la buena noticia es que todas las regiones españolas mejoran respecto a la media. Madrid y País Vasco son nuestras líderes innovadoras. Y las que más progresan, la Comunidad Valenciana, Cataluña y Navarra.
Pero donde se va a medir el pulso de la realidad digital va a ser esta próxima semana en el Mobile World Congress de Barcelona, el segundo evento del mundo en el sector. Fue la primera gran feria en alertar de que esto de la pandemia era algo muy serio, al suspenderse el año pasado a las puertas del confinamiento. Y ahora que empezamos a dejar las mascarillas parcialmente, 401 días después de que nos colocasen el incómodo bozal, vuelve un Mobile que diluye cada vez más el enfoque de su nombre con la inteligencia artificial (IA), el internet de las cosas, el big data, el cloud, la transformación digital o la industria 4.0.
...Y mientras escribo este resumen semanal, pienso en ese empleado de banca de 53 años o en tantos otros empleados de 30 o 40 que ya habían empezado a dominar su sector y que ahora se sienten inquietos, con miedo al cambio. ¿Cómo podemos ayudarles? ¿Cómo se pueden ayudar ellos mismos?
No hacer nada implica esperar a que te toque la lotería de salir del mercado sin más opción. En toda revolución económica ha habido renovación de perfiles. O te renuevas tú o entras en la lista de los candidatos a ser prescindibles.
Si quieren un ejemplo muy cercano les contaré que quien les escribe estas líneas, tras años dedicado a la pasión de su vida, emprendió con 45 años. Esta semana, un amigo empresario que siempre me ha orientado me decía que elegí el momento justo, cuando sabía lo que tenía que saber para andar en solitario. Pero estas cosas no se preparan de la noche al día. Debes seguir una estrategia, tener un camino y aprender todo lo que puedas de la nueva vida. ¿Mi balance? Lo volvería a hacer, sin duda. No me ha ido mal, aunque les confieso que el vértigo nunca lo pierdes. Quizás porque es necesario.
Un buen método para tomar la iniciativa es obligarse a seguir estos avances digitales. A leer por obligación por ejemplo las crónicas que les vamos a narrar esta semana del Mobile o las muchas noticias que sacamos cada semana. Y a hacer una co-creación permanente entre lo que saben de su sector y lo que aprenden de la digitalización, hasta que un día se atrevan a poner encima de la mesa de su empresa una propuesta de continuidad disruptiva. Una contradicción que sea asumible y que pueda cambiar el modelo de negocio y el destino de su compañía. O a lanzarla como un proyecto propio.
Yo me pasé años proponiéndole a mi antigua empresa esa continuidad disruptiva, tantos como negativas me dieron. Así que un buen día dije que les iba a demostrar que quienes estaban equivocados eran ellos. O lo hacía entonces o no lo haría nunca. Cuando me pidieron hacer la siguiente lista de despedidos (ya había mandado al paro a la mitad de la plantilla de la filial que dirigía), me puse yo el primero en el macabro listado y les dije que el resto de nombres los completaran ellos. Me autodespedí.
Y puse mi proyecto en marcha. Pasé muchas noches agitándome en la duda. Pero siempre pensé que era mejor que haber descansado en el error de no haberlo intentado. Me hice muchas preguntas. Y siempre había una que zanjaba mis debates internos. Mi clásica... ¿Y por qué no?
**Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux Digital Group.