Emprendimiento e innovación son dos palabras con las que la clase política se llena la boca, especialmente desde la crisis del 2008. Emprender e innovar parecían -y parecen, junto con la digitalización- la solución a todo, la respuesta a todos los problemas. En efecto, son clave, pero para poder serlo deben estar al alcance de todos, y no solo de unos pocos. ¿Qué pasa con quienes no tienen recursos a su alcance para hacerlo? ¿Qué pasa con quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad?
El nivel de renta es un claro factor determinante a la hora de emprender. En las etapas más iniciales de la puesta en marcha del negocio, la principal fuente de financiación son los recursos propios o los ahorros personales. Eso además de la ‘triple F’ (por las siglas en inglés de “amigos, familia y locos”), el entorno más cercano dispuesto a contribuir económicamente en el proyecto.
Esto se traduce en que las personas con más ingresos son las que mayor propensión tienen a poner negocios en marcha, según el informe GEM España 2019-2020 (el Global Entrepreneurship Monitor). En 2019, más de la mitad de quienes emprendieron en territorio español pertenecían al bloque de población de renta alta o media-alta. No es algo exclusivo de 2019, es un patrón predominante a lo largo de los años.
La falta de financiación sigue siendo uno de los mayores obstáculos al emprendimiento. Un soporte clave para cerrar la brecha entre los distintos grupos de renta. Pero la brecha no es solo económica sino también relacional y de habilidades. La educación y formación emprendedora en etapa escolar que podrían ejercer como impulsores obtienen en España la calificación de 2,7 sobre 10, según el informe GEM.
Por lo general, salvo excepciones, accede a este tipo de enseñanza quien puede permitírselo. De igual modo pasa con la brecha digital. Y, si además hablamos de personas en situación de vulnerabilidad, entran en juego otras barreras como los prejuicios. Para más inri, son las personas más afectadas por las sucesivas crisis, y ahora por la de la covid-19: refugiados e inmigrantes, personas sin hogar, colectivos indígenas y personas con discapacidad y, dentro de estos grupos, especialmente las mujeres, los más jóvenes y los más mayores.
Futuro incierto
¿Cómo abordar todo esto, y en específico en el caso de los menores en riesgo de exclusión? “La gran mayoría de estos jóvenes se encuentra con una mochila tan cargada que es difícil que puedan apostar fuerte por un emprendimiento. La urgencia es aportar dinero a la familia o las complejas situaciones personales con las que a menudo se encuentran lo hacen especialmente complicado”, constata Rafael Vilasanjuan, presidente de Fundación Exit y directivo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Vilasanjuan considera “importantísimo” dotarles de herramientas para ser emprendedores, uno de los objetivos de la iniciativa Reto Futuro que su fundación ha puesto en marcha junto con Fundación Banco Sabadell y el Centro de Creatividad Imagine.
Conocí Reto Futuro cuando Sonia Mulero, directora de Fundación Banco Sabadell, me invitó a ser miembro del jurado de la edición de este año. Se trata de un programa de emprendimiento social dirigido a jóvenes de entre 16 y 21 años en situación de vulnerabilidad. Una serie de facilitadores, educadores, entrenadores y mentores les proporcionan contenidos educativos, herramientas tecnológicas accesibles y acompañamiento.
El afán de los promotores de Reto Futuro es que estos jóvenes puedan vivir una experiencia formativa y transformadora que los prepare para ser capaces de crear su propio futuro y que también sirva para escucharlos y darles voz. Puede sonar naíf pero también ilusionante. “Para muchos de los jóvenes que participan es la primera vez en la que alguien les verbaliza que son capaces de crear su propio futuro y eso genera un cambio de actitud”, dice Vilasanjuan.
“Queremos que estos jóvenes se sientan capaces, ofreciéndoles oportunidades, acompañamiento, herramientas y contexto para expresarse y pensar en clave de futuro. Eso les aproxima a su realidad desde la solución, no desde el problema. Se ven a sí mismos como parte de esa solución y eso es fundamental”, afirma Mulero.
El objetivo del programa no es fundar el próximo unicornio sino dotar a los participantes de recursos para cambiar sus realidades. “La actitud emprendedora es la capacidad de transformar y transformarnos. La innovación enseña a probar, a errar, a volver a empezar y a aprender del error para que no se convierta en fracaso. Son habilidades básicas para la vida profesional y personal que permiten abordar retos y resolver problemas. Cualquier persona -sin importar su lugar de procedencia, raza, género o situación socioeconómica- debería poder tener acceso a esos recursos”, asegura Mulero.
“Si para los jóvenes en general la situación actual ya es complicada, para aquellos en situación de vulnerabilidad es realmente dramática. En Reto Futuro reciben formación para estar más preparados para un futuro incierto. Es una demostración de cómo pueden lograr grandes cosas trabajando en equipo, con la metodología adquirida y con actitud mental positiva”, afirma Xavier Verdaguer, fundador y director general de Imagine.
Diversidad y experiencia
Incorporar perfiles más plurales al mundo del emprendimiento es fundamental desde muchos puntos de vista. “Los equipos más innovadores son aquellos que presentan gran diversidad en edad, origen y trayectoria vital, cultura, género, etc. La innovación funciona cuando hay diversidad y la diversidad funciona cuando hay respeto. Abrazándola y trabajando desde los valores conseguiremos ganar todos”, afirma Verdaguer.
Mulero apoya la importancia de reconocer la diversidad para aportar soluciones desde diferentes ópticas y realidades. “Estos jóvenes son absolutamente conocedores de las problemáticas en las que quieren centrar su proyecto. Debemos darles voz para que nos muestren las realidades y las soluciones desde su ángulo e inspirarlos en sus planes de futuro tanto personales como profesionales”, afirma.
Tras 20 años de historia de trabajo con jóvenes en riesgo de exclusión en Fundación Exit, su presidente cree que “se está desaprovechando mucho talento en este colectivo”. “Un joven de 16 años lleva desde los cuatro años en un mundo en crisis, por lo que puede detectar mejor qué es lo que urge hacer de forma diferente”, sostiene.
Vilasanjuan asegura que además estas personas son especialmente proclives al emprendimiento social. Cree que es una cuestión generacional y circunstancial: “Han vivido en primera persona situaciones como la de migrar solos, pasar por dificultades económicas a nivel familiar o tener que superar una experiencia de fracaso escolar, por lo que es lógico que estén especialmente sensibilizados por dar una solución a estos retos sociales”. Verdaguer añade que estos jóvenes suelen ser muy creativos, “fruto de las difíciles situaciones que han tenido que superar con pocos recursos y mucho ingenio”.
El presidente de Fundación Exit cree que además los emprendedores de origen inmigrante son propensos a “generar un pensamiento más disruptivo”, ya sea “por la propia experiencia del proyecto migratorio o de ser de una segunda generación en la que vives con especial clarividencia las potenciales sinergias y barreras entre dos mundos”.
Capital relacional
Otro aspecto clave en el emprendimiento es el acceso equilibrado a mentores, redes y grupos de interés. “Vivimos en una sociedad en la que el capital relacional tiene un peso muy específico”, afirma Vilasanjuan. Sin embargo, los jóvenes en riesgo de exclusión -dice- “generalmente no tienen ningún tipo de apoyo familiar ni de amigos de la infancia”. Una diferencia importante -añade- respecto al apoyo inicial que tienen otros emprendedores.
En Exit -comenta- diseñan proyectos que puedan favorecer que estos jóvenes puedan entrar en contacto con mandos intermedios y directivos de empresas, ampliando así sus referentes. De igual modo, Mulero subraya que “se debe facilitar la creación de espacios de encuentro entre jóvenes vulnerables y personas de otros entornos, con las que habitualmente no tendrían contacto, para acercar visiones y experiencias a través de objetivos comunes”.
“Los retos son el punto de conexión, la mecha para encender la llama de la creatividad y la actitud emprendedora. Se forja una comunidad con un compromiso común y sostenido en el tiempo”, dice la directora de Fundación Banco Sabadell. Mulero considera que “la innovación y la creatividad deberían ser un bien común al alcance de todos e incorporarse de manera integral al aprendizaje, en todas las etapas educativas”.
La educación temprana universal es clave, y también el acompañamiento y el acceso a herramientas tecnológicas y conocimiento estratégico, a mentores y a redes diversas, y a financiación. Son elementos esenciales para democratizar el emprendimiento y la innovación. Porque solo a base de repetir las palabras mágicas “¡Emprended!”, “¡Innovad!”, no sucederá el cambio.