La investigación en torno a las ciencias cuánticas -y la computación en particular- está en pleno apogeo y, lo que es más importante, está dejando a un lado los laboratorios para empezar a formar parte ya de los planes de desarrollo de las empresas. Un traspaso del conocimiento de la Academia al plano productivo que aún está en pañales, pero en torno al que conviene detenernos por un segundo para vislumbrar apenas unas pocas de las muchas luces que nos puede aportar esta técnica.
Hablamos de un nuevo paradigma de computación en el que podremos realizar cálculos de tal envergadura que en la actualidad requieren de varios días de trabajo, ya que hay demasiadas variables a tener en cuenta. Pero hoy por hoy el desarrollo de estos sistemas sigue siendo algo propio de los sueños más que de la realidad, ya que los altos costes de refrigeración (los equipos cuánticos han de funcionar a temperaturas extraordinariamente bajas) y la falta de algoritmos específicamente diseñados para estas lides hacen de este futuro algo aún lejano.
Pero compañías como Honeywell, Google, Microsoft o IBM no quieren que esto se quede en un boceto o en una hoja de intenciones, motivo por el que están tratando de democratizar estas capacidades cuánticas mediante dos aproximaciones distintas: los simuladores de ordenadores cuánticos (que replican su funcionamiento sobre hardware tradicional) y el acceso a estos sistemas a través de la nube. Y el mercado parece que está acogiendo estas propuestas con algo de timidez, pero mucha alegría: la industria de la computación cuántica crezca de apenas 93 millones de dólares en 2019 a algo más de 283 millones en 2024, a un crecimiento anual del 24,9% según MarketsandMarkets. Parece algo residual, pero sólo es el comienzo de algo brillante.
Dentro de nuestras fronteras, ya hay algunas experiencias piloto prometedoras. Por ejemplo, el BBVA ya ha impulsado seis iniciativas de la mano del CSIC, Accenture, Zapata o Multiverse para temas tan intensos tecnológicamente como la optimización de carteras de inversión. Las pruebas realizadas por los investigadores de BBVA apuntan a que el uso de estas herramientas podría suponer una gran avance en términos de velocidad respecto a las técnicas tradicionales a partir de las 100 variables, cifra que se prevé que podrá reducirse en breve dado el ritmo al que evoluciona el ‘hardware’ cuántico. Eso sí, los propios responsables de la entidad admiten que el trasvase de la ciencia a la empresa está en ciernes: "El potencial de estos ordenadores está lejos de alcanzarse por completo y los beneficios tangibles para el sector empresarial aún tardarán varios años en llegar".