Videconferencia entre los primeros ministros de las principales naciones.

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La tribuna

La lenta y dolosa respuesta oficial mundial a la pandemia

El Covid-19 está demostrando lo peligrosa que es la ignorancia sobre cómo funciona el mundo global

7 mayo, 2020 07:00

Aunque lo más decisivo son las vidas en juego, nadie niega que la economía es importante en las situaciones difíciles como la que está viviendo el mundo. Solo en España, en los primeros 14 días de confinamiento, se perdieron tantos puestos de trabajo  como en los 101 días de la crisis económica con la obscena caída del gigante bancario Lerman Brothers. Según cifras del 2 de abril, en 14 días laborables, la Seguridad Social perdía 898.822 afiliados, es decir, casi 65.000 puestos de trabajo eliminados por día. El director general de la OIT, Guy Ryder, ya ha señalado que esta pandemia está afectando al 37,5% del empleo mundial y es ese ahora el "extremo agudo" del impacto de esta crisis.

Si aquella catástrofe económica -originada por la desmedida avidez y la pésima y fraudulenta gestión bancaria especulativa- desató una ola sistémica de pobreza, de la que aún no nos habíamos repuesto por el salvaje incremento inducido globalmente de desigualdad; ahora, la crisis del Covid-19, es más grave aún, sobre todo porque era mucho más evitable. Científicos y epidemiólogos habían avisado una y otra vez de que esto era lógico que pudiera ocurrir. Los dirigentes mundiales se negaron a escuchar.

¿Una comunidad luchando unida?

En esta contienda solo pueden ganar las tácticas y estrategias de base científica sin trampas, por más que algunos ilusos, que se creen protegidos, prioricen su batalla de propaganda.

Es positivo que las autoridades españolas estén utilizando insistentemente ciertos términos muy inusuales en sus anteriores mensajes y declaraciones. Uno de ellos, hasta hace unas semanas inexistente, es la “ciencia” (ya era hora); y el otro es la declaración de que “somos una comunidad". Realmente, ¿lo somos en conjunto? Deberíamos. ¿Y nos tratan como tal? Sí, así lo hacen los miembros de los sistemas de salud que se están dejando la piel, a veces la vida, en primera línea. Sin olvidar a las fuerzas del orden, transportistas, trabajadores del primer sector y de los establecimientos abiertos, farmacias, panaderías, quioscos… sin olvidar a nadie. Todos ellos están haciendo honor al auténtico juramento hipocrático, propio de la medicina de cuidar vida y salud de todas las personas.

Pero el mundo del siglo XXI no es como el del siglo XX. La segunda digitalización está caracterizada por la amplificación, la aceleración y la polarización de todo lo que ocurre globalmente.

Vivimos ahora un angustioso ejemplo a nivel mundial. Esa aceleración global de la velocidad de las cosas produce un impacto directo en la lenta inercia burocrática de acción de las principales instituciones mundiales, aún acostumbradas a funcionar como en el siglo pasado. Contra esa inercia, solo cabe pensamiento de anticipación, y por tanto visión a largo plazo. Cosa que solo poseen los líderes visionarios, absolutamente escasos o ausentes hoy de las palestras mundiales.

Actuar urgente, global y rápidamente

Hay otra dicotomía que caracteriza el tiempo que nos ha tocado vivir. ¿Recuerdan la expresión “piensa globalmente, actúa localmente”? Cualquiera diría que es una idea nueva. Pues no, nada de eso. Es una ingenua y casi romántica frase de hace más de 100 años. Nació en el libro del activista Patrick Geddes, Cities in Evolution, publicado en 1915, dentro de sus propuestas para la planificación urbanística.

Desde entonces, el mundo ha cambiado radicalmente; vivimos tiempos exponenciales. Esa dicotomía global/local es crucial para entender lo que está pasando. Ante un problema global como el que nos atenaza, hay que actuar primero globalmente como una auténtica comunidad global, y ello debe tener como consecuencia maneras de actuar individual y localmente, y no al revés.

La actual velocidad de los sucesos hace que cualquier actuación local individualizada sea sobrepasada por la velocidad de realidad. Y eso es central en esta pandemia, cada país está intentando resolver el problema como si fuera propio. Solucionar un problema global con soluciones locales no parece la mejor estrategia.

La vertiginosa evolución de los acontecimientos

La ONU debió anticiparse, pero no lo hizo. En su web, con fecha 31 marzo 2020 –hoy parece que hace casi una eternidad–, se lee el titular: “La ONU lanza un plan que puede derrotar el coronavirus y construir un mundo mejor”. Además, Antonio Guterres, actual secretario general, advierte de “más riesgos de control en un mundo mucho más digital". Vaya, sí. Estamos en plena digitalización, lo cual tiene, no solo maravillas, sino también riesgos.

Su evolución sigue siendo exponencial. El plan económico propuesto por la ONU, de 2.000 millones, lo tomo sólo como una declaración de intenciones. Es tal la lentitud burocrática e inacción de la institución, que ni siquiera ha convocado un pleno al efecto. Porque, además, podría ocurrirle como a la Asamblea Nacional francesa, donde un solo diputado recién llegado de una reunión religiosa contagió a la asamblea nacional cuyos asistentes, a su vez, lo extendieron por todo el país. Pocos días después, se confirmaba que el ministro de Cultura francés y cinco diputados estaban infectados por el Covid-19.

En medio de este denigrante espectáculo, los líderes de los países más grandes del mundo han pasado de la negación al evidente asombro y, de ahí, a negar las cifras para finalmente acabar confesando su impotencia

El oprobioso ‘Retablo de las Maravillas’ de los ‘líderes’ mundiales

Veamos algunos ejemplos de esos dirigentes. El 1 de abril, el director general de Salud de Francia reconocía que esta situación ha “sobrepasado la capacidad inicial con la que contaba Francia". El propio primer ministro francés, Edouard Philippe, explicó ante la Asamblea Nacional francesa, que la situación que atraviesa el país "no tiene precedentes" y que "ningún sistema de salud en el mundo ha sido construido para enfrentarse a la situación actual". El presidente de Francia, Emmanuel Macron, cinco días antes, ya había movilizado a todo el ejército francés contra el Covid-19 con la ‘Operación Resiliencia’. 

Improvisaron irracionalmente, aún más, otros dirigentes de primera línea mundial. Trump por ejemplo, hace algo más de un mes, primero se reunió públicamente con la vanguardia biotecnológica mundial. Después, su gobierno, en reuniones privadas, ofreció considerables sumas -se sabe que, al menos, a la empresa alemana CureVac- con el objetivo de comprarles la ‘posible’ patente (o toda la empresa) si conseguían una vacuna para aplicarla 'solo' en EEUU. Algo que luego se ha negado, pero está publicado.

'América, primero', ¿recuerdan? A raíz de hacerse público este hecho, el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, salió al paso explicando que la adquisición de la compañía CureVac por la administración norteamericana estaba "fuera de discusión"; y que CureVac, obviamente, sólo desarrollaría la vacuna "para todo el mundo" y "no para países individuales". La idea se califica por sí misma.

Que sepamos, Moderna Pharmaceuticals y su competencia en la búsqueda de la vacuna, como Gilead Sciences, Vaxart, Inovio Pharmaceuticals o Novavax, no aceptarían algo así. Un alto directivo de una de ellas declaró, de forma anónima, que sería un "suicidio" para una empresa aceptar algo así.

El presidente de EEUU, que sigue dando bandazos, según conveniencias momentáneas, aún relativizaba el fenómeno del Covid-19. Trágicamente, inasequible al desaliento, Donald Trump ha sugerido hace poco que se investigue si el coronavirus podría ser tratado inyectando desinfectante en el cuerpo. La comunidad médica, con los pelos de punta, señaló de inmediato que los desinfectantes son sustancias peligrosas y pueden ser venenosas si se ingieren. Resultado: Trump eliminó sus show-ruedas de prensa diarios (más de una hora al día en la TV), porque ya no le eran rentables para su carrera por la reelección. Y sus tuits, se expresan en lo moral, por sí mismos. 

Por su parte, Bolsonaro, el líder de Brasil ha pasado de calificar al Covid-19 como una “gripecilla” o “resfriadillo” a asumirlo como "problema mundial".

Vladimir Putin, por su parte, presentó el 18 de marzo en persona y en directo su plan antiCovid-19, con el lema “¡No hay pánico en Rusia! Todo está bajo control”. Y ocho días después, según informa la CNN, proclamó que su país podía vencer al coronavirus en menos de tres meses. Las ultimas noticias sobre el Covid-19 en Rusia indican que los contagios se están multiplicando a razón de 10.000 diarios. Se tuvo que encerrar en cuarentena a miles de soldados que ensayaban un sobredimensionado y gigantesco desfile militar para conmemora el 75º aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. El intento de celebración ha sido un fiasco, pero que buscaba reforzar a su favor, la intención de la opinión pública en las inmediatas elecciones. Pero eso va ser difícil ya que ingresos de Rusia por petróleo y gas podrían caer en 165.000 millones de dólares, según economista jefe de Nordea Rusia, Tatiana Evdokimova.

Consideración aparte merece en este espectacular ‘Retablo de las Maravillas’ del poder mundial el caso del Reino Unido. Su primer ministro, Boris Johnson, el 3 de marzo de 2020, presentó su plan para combatir el Covid-19, afirmando que "para la abrumadora mayoría de las personas que contraigan el virus, esta enfermedad será leve, de la que se recuperarán rápida y completamente”.

Pocos días después, Johnson y su secretario de Salud, Matt Hancock, contrajeron el virus, así como su estratega Dominic Cummings, quien había aconsejado aplicar en el Reino Unido la teoría de la "inmunidad colectiva", casi contraria a la del resto de países europeos, y que salió por piernas de Downing Street al confirmarse el positivo de Johnson.

Hoy Boris Johnson está a salvo. Y acaba de contar en una entrevista con The Sun que los médicos se preparaban para anunciar su muerte mientras luchaba contra Covid-19 en la UCI del hospital St. Thomas de Londres, donde los médicos le salvaron la vida. Pero no hay descanso. Según las previsiones presupuestarias del Reino Unido, su economía podría estar dirigiéndose hacia su recesión más profunda en más de 300 años. La mayoría de las bromas iniciales y lo de la mano con la 'V' se han acabado. Reino Unido ha superado ya en número de fallecidos a Italia por el coronavirus. Ahora, bromas con el Covid-19 y los países del Sur, ya, las menos.

Christian Drosten, director el Instituto de Virología del Hospital Charité de Berlín, uno de los que identificó el virus Sars en 2003, y principal experto de Alemania, afirma en The Guardian que le preocupa la posibilidad de una segunda ola de contagio. La canciller Angela Merkel está siendo presionada por los Länder para abrir sus economías. Según el analista Kenneth Stiller hay un principio rector en el estilo político de Merkel que se ha puesto de perfil en esta crisis: el oportunismo demoscópico descrito por Habermas, una idea más bien ‘apolítica’. Merkel da prioridad a su propia popularidad (piensa también en tiempo ancho), por encima de las consecuencias a largo plazo de sus decisiones políticas. Así que para evitar enfrentarse al Bundestag, no apoyará los coronabonos que pretenden los países del sur de Europa.

Si no fuera tan grande la tragedia que estamos viviendo con tantos fallecidos, contagiados y familias afectadas, sería para partirse de risa de todo el vergonzoso espectáculo que están ofreciendo los más destacados dirigente mundiales, ONU incluida, inoperante como agente global.

No sabemos hasta cuando las personas deberemos mantener la distancia social y las precauciones profilácticas en todos lados, o durante cuánto tiempo se mantendrá socialmente el miedo al contagio a partir de la desescalada. El prestigioso filósofo Peter Sloterdijk, que ya nos advirtió en su libro de 2012 Has de cambiar tu vida, resumía hace pocos días este momento en una frase: “El regreso a la frivolidad no va a ser fácil”. Todos nosotros, tendremos que cambiar y adaptarnos. La cacareada ‘nueva realidad’ solo será de una manera: distinta. Es lo único seguro.

esperanza en la búsqueda de la vacuna

Con todo, hay punto para la esperanza. Por fin, la UE parece puesta en marcha. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha organizado el 4 de mayo una Conferencia de Donantes, denominada Respuesta mundial al coronavirus, conjuntamente con la OMS, el Banco Mundial y otras entidades civil, como la Fundación Bill y Melinda Gates. Ha conseguido recaudar 7.400 millones de euros, de los cuales España ha aportado 125 millones;  Canadá, 850; Japón, 834; Alemania, 525;  Francia, 500; Noruega, 220;  Arabia Saudi, 500; Israel, 60; Corea del Sur 50 millones anualmente durante la investigación y Letonia 100.000 euros. El 53 % de lo recaudado va a investigar futuras vacunas; el 26 % a encontrar nuevos medicamentos y el 20 % para desarrollar test de diagnóstico.

Algo decisivo, es la diferencia de visión de la UE con China y EEUU con el propósito de desarrollar "un acceso abierto a todos, rápido y equitativo a diagnósticos, terapias y vacunas contra el coronavirus, y que sean seguros, de calidad, eficaces y asequibles", es decir, accesible a los paises con menos recursos. En este momento, solo la dimensión de la UE puede alinear todos los recursos científicos posibles para obtener un remedio para el Covid-19 sin patentes exclusivas para un solo país o empresa. Eso, ya formaba parte antes del ADN de la verdadera idea de Europa, más allá de populismos. El CERN es un ejemplo.

Von der Leyen ha señalado lecciones que la UE ya está aprendido en esta pandemia. La primera es que “la UE tiene la necesidad de un mejor sistema de alerta en la UE y en todo el mundo”. Y la segunda, y no menos importante, es sacudirse la dependencia de otras partes del mundo en ello y actuar con visión global, autosuficiente, multilateral y decisión. Después de una lenta y dolosa respuesta inicial en Europa, más vale tarde que nunca.

Hay que empujar a los dirigentes europeos a que actúen como líderes globales. Se lo debemos a todos los que ya se han dejado la vida en esta contienda contra el Covid-19. Se trata de un problema global que no se puede atacar unilateralmente desde el interior de las fronteras de ningún estado por sí solo. Eso sería de una ceguera absoluta y no entender cómo funciona el mundo actual en el que, como dijo el expresidente de EEUU, Barack Obama: “Puedes ir de un lado al otro del mundo en el mismo día”.

Un mundo, además, no solo amenazado por Covid 19, que no es un tsunami único, sino una ola más de algo que puede repetirse con otros virus, en el caso de que el mundo no cambie su actitud y visión sobre ello. Y vista la actual gobernanza mundial, solo Europa puede liderar el encontrar una vacuna y tratamientos equitativos y asequibles, para vencer y/o prevenir pandemias desde esa visión. Estoy convencido de que es la mejor salida para, además, ayudar a ir restaurando economías y puestos de trabajo perdidos, con el soporte adecuado, a los países que lo necesiten.

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