Cada vez que leemos en una noticia sobre la productividad en España está relacionada con los bajos niveles que tenemos en este país. Y es que realmente la productividad en España ha ido en retroceso en las últimas décadas, mientras que en el resto de Europa y Estados Unidos ha aumentado, por lo que la brecha es cada vez mayor.
La transformación digital ha traído a las empresas nuevas herramientas de gestión de proyectos y tareas y aplicaciones de comunicación que, en principio, están orientadas a facilitar la realización del trabajo, de una manera más ágil y eficiente. Y digo “en principio”, pero, ahora mismo, ponerse delante de un ordenador a trabajar se convierte en una tarea titánica debido a la cantidad de notificaciones de las distintas aplicaciones y herramientas que tenemos activadas: correo electrónico, distintas mensajerías instantáneas, herramientas de gestión, además de las notificaciones de las distintas webs que se empeñan en bombardearnos con noticias, promociones y demás comunicaciones con las que las marcas se empeñan en “infoxicarnos”.
Por eso, recientemente se ha empezado a poner énfasis en una habilidad de la que no se había hablado mucho anteriormente: la capacidad de concentración. Se trata de la capacidad para centrar toda nuestra atención en una sola actividad para poder realizarla poniendo todos nuestros sentidos y capacidad en ella. Obviamente, la capacidad de concentración es lo contrario al erróneamente valorado multi tasking o habilidad para poder hacer varias cosas al mismo tiempo. Muchas personas se vanaglorian de ello e, incluso, lo ponen en su curriculum como si fuera una habilidad positiva. Pero sinceramente, el multi tasking no es cool. Salvo en muy contadas situaciones, el hacer varias cosas al mismo tiempo redunda en una reducción en la calidad de lo que se está haciendo y en una pérdida importante de foco, además de aumentar el estrés considerablemente.
La moda del mindfulness está relacionada directamente con esta falta de concentración que todos acusamos. Pero el mindfulness no es simplemente sentarse unos minutos y “meditar”, sino que se trata de un entrenamiento enfocado en conseguir que nuestra mente se enfoque en la sola tarea que estemos realizando en ese momento. Esta atención plena es el objetivo de estas prácticas, el objetivo al que debemos aspirar todos en nuestra vida, cuando nos relacionamos con los demás, realizamos cualquier tarea o intentamos conseguir nuestros objetivos profesionales. Al igual que vamos al gimnasio a entrenarnos con el objetivo de estar más fuertes o poder realizar la actividad física que queremos, también entrenamos nuestra mente para enfocarnos mejor y conseguir una mejor atención.
Pero la realidad es que cuando vamos a una reunión de trabajo estamos con el ordenador, respondiendo emails o teniendo otras conversaciones, o mirando el móvil; cuando intentamos hacer un informe no paramos de desconcentrarnos con las notificaciones del correo electrónico o con los diversos sistemas de comunicación instantánea. De igual manera que cuando quedamos con nuestros amigos o nuestros familiares nos intentan contar algo, estamos mirando el móvil u otras pantallas.
Esta falta de concentración, unida a la falta de planificación y a la rigidez del presencialismo, repercuten muy negativamente en la productividad de los trabajadores y, por ende, de las empresas. La falta de planificación hace que los empleados pierdan el tiempo o acaben dando prioridad a las tareas urgentes frente a las tareas importantes, las que realmente son estratégicas y van a aportar el verdadero valor a la empresa.
Nuestro mayor valor, ahora mismo, es nuestra capacidad para concentrarnos y conseguir el mejor rendimiento de nuestro tiempo, que, tengámoslo claro, es el recurso más escaso que tenemos.
Epifanía Pascual, Digital Business Advisor