Hay clásicos del verano que nunca fallan, como el helado que nos acompaña a pie de playa, la cervecita que no ha de faltar en un buen chiringuito o una gran orquesta gallega amenizando las noches de calor. Y, entre tanto clásico eterno, encontramos también una nota de tecnología: la curva del hype de Gartner.
Como cada agosto desde que el mundo es mundo, la firma de análisis ha hecho público su famoso gráfico en el que coloca las principales tendencias TIC en función de su madurez y expectación generada. Una forma de tomar el pulso a la evolución de cada paradigma y desmitificar mucho de lo que leemos (y escribimos) durante el resto del año.
Como por ejemplo, comprobar que la realidad virtual ya está confirmada como una tecnología consolidada, mientras que su hermana aumentada se ha estancado de forma notable. O el hecho de que blockchain siga en el mismo punto de hype inmaduro que hace un año. Que los drones ya sean una commodity o que el internet de las cosas por fin haya superado la cresta de la ola y se acerque -lento pero sin pausa- hacia su madurez. Todo lo contrario, por situarnos, que las redes que lo soportarán (el cacareado 5G), todavía subiendo en la gráfica y en un estadio de expectativas sobredimensionadas, a juicio de los expertos.
Una gráfica mítica que, en su edición de 2018, nos permite vislumbrar el importante auge de la fabricación inteligente y el gemelo digital, dos elementos que irrumpen con fuerza en el imaginario colectivo del sector. O la curiosa dicotomía en torno a la inteligencia artificial: mientras Gartner anticipa una inteligencia artificial democratizada en todas sus capas, vemos cómo la computación cognitiva ya es algo serio, el deep learning sigue en el mismo punto que un año atrás y pierde protagonismo ante el interés suscitado por las interfaces cerebro-ordenador.
En la misma línea en que el coche autónomo se comienza a bifurcar en varias tendencias separadas, con el mismo laxo tiempo de desarrollo (más de diez años) pero diferentes expectativas en el mercado: mientras que el vehículo sin conductor de nivel 4 ya está cuesta abajo y sin frenos, el de nivel 5 (el ya plenamente autónomo) está comenzando su particular viaje por la curva más famosa (y no siempre certera) del sector.