Pilar Gil tiene un currículo científico envidiable, empezando por su formación (licenciada, máster y doctora en Bioquímica) y siguiendo por su recorrido investigador en instituciones como Columbia, Chicago o Edimburgo. ¿Sus especialidades? La biotecnología, neurociencia, genética, endocrinología y las enfermedades raras.
Una carrera meteórica que Gil dejó aparcada para asumir un reto mucho más ambicioso si cabe: promover la transferencia del conocimiento de la Academia a la empresa en nuestro país. Primero, de 2016 a 2018 como gerente del Parc Científic de Barcelona y, desde entonces, como directora del Parque Científico de Madrid.
"Tenemos científicos buenísimos en España, estamos en el ‘top’ de publicaciones. Pero no se transfiere ese conocimiento para que penetre en el tejido productivo", detalla nuestra protagonista. "Lo que nos falta, por mi experiencia en el extranjero, son modelos que favorezcan la inversión en estos proyectos, combinando inversión pública y privada".
En estas lides está Pilar Gil desde el PCM. Esta institución se creó en 2001 para ayudar a los proyectos de base científica y tecnológica que se gestaban en universidades como la Complutense y la Autónoma de Madrid a convertirse en empresas capaces de sobrevivir en su llegada al mercado. Pero su andadura no ha sido un camino de rosas: el predecesor de Pilar Gil, Alejandro Arranz, denunciaba en 2015 las "zancadillas" que recibía el parque y la difícil situación económica por la que atravesaba este ente.
"En aquellos tiempos, el parque estaba en una situación muy complicada. Había una deuda muy elevada que había que refinanciar. El problema viene de que los préstamos tenían plazos de devolución a 12 o 15 años, cuando la amortización de la infraestructura se contabiliza a 50 años. No da tiempo a llenar los parques y tener los recursos necesarios para devolver la deuda en tan poco tiempo", explica Gil.
"Fue un problema generalizado para todos los parques. Aquellos que estaban respaldados por universidades, tuvieron ese apoyo económico. En los demás, se solucionó en cada caso como se pudo. En el nuestro, a Alejandro [Arranz] le tocó hacer un proceso de reestructuración para centrarse con lo mínimo necesario para que el parque siguiera funcionando. Y cuando me incorporé yo tuvimos la suerte de que el Ayuntamiento de Madrid nos reestructuró la deuda a 18 años más, un plazo más razonable".
Pilar Gil atiende a D+I en la sede del parque, en Cantoblanco, cuyo latido es un vivo reflejo de estos extraños tiempos que vivimos: sus laboratorios están rebosantes de actividad en estos días (muchas de sus startups se especializan en diagnóstico médico, por ejemplo), mientras que las oficinas están prácticamente vacías con todos sus ocupantes teletrabajando.
"A finales del 2019 estábamos al 100% de ocupación. En estos momentos, algunas oficinas se han liberado debido a la Covid, pero tenemos lista de espera para los laboratorios. Somos el único parque de Madrid con laboratorios y lo que veo es que es un modelo que funciona", presume Gil.
Fomentar el emprendimiento científico
Un modelo "consolidado" que se articula en el epicentro de la innovación, conectando a los investigadores con el mundo empresarial. "Trabajamos mucho con nuestras instituciones patronas para incentivar a los investigadores a emprender y conseguir la viabilidad de sus proyectos", defiende Pilar Gil.
El Parque Científico de Madrid incuba a estos proyectos en sus instalaciones, pero también ofrece programas de incubación virtual para las empresas que no requieren de un espacio físico en los que se incluyen proyectos de apoyo al emprendedor, como comunicación, networking o búsqueda de financiación. A sumar programas de aceleración y mentoría más ágiles, así como la acogida en su seno de incubadoras como la de la Agencia Espacial Europea. En definitiva, todo un 'hub' de la innovación con más calado científico en plena Madrid.
Pilar Gil resume su labor con una sencilla metáfora: "Siempre se habla de la colaboración público-privada en el emprendimiento. Pero al final son dos orillas de un río y hace falta un puente, una institución intermedia que las conecte".
Su labor es fundamental, incluso en un ecosistema como el actual en el que proliferan aceleradoras e incubadoras de toda índole. "Es algo que está muy de moda, pero son generalistas o más orientadas a temas digitales. Se trata de startups de más rápido crecimiento. Aquí en el parque tenemos empresas muy punteras y que pueden impactar mucho en la sociedad al mismo tiempo que generar mucho empleo. Pero son proyectos con largos períodos de desarrollo y muy intensivas en capital", señala Gil.
Con un detalle peculiar más: "El emprendedor científico es muy específico. Aquí no hablamos de jóvenes en sudadera, sino de emprendedores que han tenido que cultivar un conocimiento científico durante muchos años. Son gente que para empezar tienen incompatibilidades debido a su labor en la universidad. Y luego son especialistas en su área, pero no tienen conocimientos de gestión o de cómo llevar una empresa".
A por el maná europeo
La actual pandemia ha dejado en evidencia la debilidad del modelo productivo patrio y la necesidad de reenfocarnos hacia áreas como la innovación, la digitalización o la sostenibilidad. Ejes que, casualmente, conforman la columna vertebral de los parques científicos y tecnológicos como el que lidera Pilar Gil.
Por ello, es obligado preguntarle por el posicionamiento de estos entes ante la lluvia de dinero que Europa nos ha prometido -los tan mentados 140.000 millones de euros- para esta clase de inversiones.
"Estamos muy coordinados desde la APTE [la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España] para levantar la mano, haciendo más fuerza de manera coordinada, pidiendo apoyo tanto a nivel de infraestructuras como de proyectos de emprendimiento y de aceleración de la transferencia del conocimiento", reconoce la directiva.
Aunque la cosa no pinta sencilla: "Hay que esperar a ver las convocatorias públicas que esperamos sean transparentes y de libre concurrencia. Por ahora, nos da un cierto miedo porque las empresas de nuestro parque son de reciente creación. Las grandes empresas pueden pensar en proyectos de millones de euros, pero puede ser complicado encontrar convocatorias a las que puedan acudir empresas más pequeñas".
Gil reclama a renglón seguido el rol de su parque en este cambio de guion nacional. "Desde APTE estamos insistiendo en sacar convocatorias entre los parques, porque tenemos un modelo ya consolidado y que ha demostrado que funciona a la hora de financiar empresas que creen empleo y tengan valor. Si verdaderamente se quiere apostar por la innovación, éste es el momento, cuando está en boca de todo el mundo. Y eso pasa por incentivar instituciones como la nuestra".
Visibilizar la ciencia (en femenino)
Pilar Gil es la primera mujer con formación científica en dirigir el parque madrileño. Y aunque se muestra humilde a la hora de personificar la lucha por la igualdad de género en este campo, lo cierto es que tanto ella como su institución están inmersas en esta particular pugna.
"Me gustaría pensar que no haría falta empujar la igualdad, porque fuese algo habitual, pero la realidad es que hay que hacerlo. Estamos dando visibilidad a mujeres referentes de la ciencia para tratar de impulsar la inquietud científica y tecnológica desde el colegio", explica Gil. "Yo personalmente no tenía ni idea de lo que había detrás de un montón de ingenierías y de lo que podría cambiar el mundo con ellas. Tenemos que intentar impactar en todas las etapas de una mujer, poniendo esos referentes sobre la mesa".
El Parque Científico de Madrid es una joya en términos de igualdad de género: entre el 40% y el 50% de sus profesionales son mujeres. Eso sí, el porcentaje entre los fundadores de los proyectos es mucho más bajo. "Para crear una empresa de base científica, como las que albergamos en el parque, requieren de una extensa carrera científica. Y sabemos que, para muchas mujeres, conceptos como la conciliación o la maternidad pueden impactar en ese camino", afirma.