No parece que Israel, el paradigma de Startup Nation haya afrontado la crisis del coronavirus con recetas tan diferentes del resto de los países europeos. Pero, quizás porque la innovación genera idiosincrasia y no consiste precisamente en reinventar la rueda, sino observar su funcionamiento e imaginar maneras de usarla que antes no se le ocurrieron a nadie, algo habrán hecho diferente. Con algo más de nueve millones de habitantes, ha padecido casi 16.000 infecciones (cifra al redactar estas líneas, tal vez rebasada el domingo) y 219 muertes (la misma consideración). El promedio de fallecimientos por millón de habitantes es más de 20 veces menor que en España.
Israel celebró elecciones generales el 2 de marzo y el encierro de los ciudadanos empezó el día 15. La mascarilla es obligatoria, los ciudadanos no pueden alejarse de casa más de 100 metros para compras básicas y los mayores de 67 años no puede salir. Pero la actividad laboral no ha cesado radicalmente y ha empezado su desescalada. INNOVADORES asistió el lunes a un briefing (por telepresencia), en el que cuatro expertos de otros tantos ministerios explicaron las líneas maestras de sus actuaciones.
Para Naama Kaufman, directora general en el Ministerio de Economía, que prefiere su vertiente "de industria", el gran empeño ha sido "mantener la economía israelí a flote". Su principal tarea ha sido "asegurar la demanda de material médico y alimentos básicos", vigilando precios y manteniendo "contacto continuo con los comerciantes, exportadores, importadores, representantes de la industria y suministradores de comida para niños". Ha movilizado a sus representantes comerciales en todo el mundo para apoyarse en ellos.
Según Kaufman, han tratado de garantizar el funcionamiento de la industria y atender a las necesidades de los trabajadores. Han puesto en marcha un servicio específico para ayudar a las pymes (las startups suelen serlo), con un centro de llamadas abierto 24 horas al día y un servicio online.
El jefe de relaciones internacionales del Ministerio de Sanidad, doctor Asher Salmon, señala que empezaron a observar el COVID19 "en la segunda quincena de enero, cuando alcanzó un alto nivel en China. Lo primero fue crear un departamento específico. Y prohibir los vuelos directos desde China. Los no israelíes que hubieran visitado China en semanas anteriores tampoco podían venir".
Los primeros casos israelíes fueron pasajeros del crucero Diamond, retenido en Japón. Luego, el virus creció en Corea e Italia. "Establecimos las mismas prohibiciones, pero quizás demasiado tarde". 27 israelíes de vacaciones de esquí en Italia llevaron el virus de regreso a casa. "Y después, España, Alemania, Suiza…" Su propósito es hacer unas 25.000 pruebas PCR diarias. "Tenemos 32 laboratorios certificados por todo el país", indica Salmon.
A Lev Druker, jefe adjunto de economía del Ministerio de Finanzas, le preocupa la economía mundial, porque la israelí es una "economía pequeña y abierta, en la que EEUU es el socio principal de comercio y el mayor inversor". Prevé una contracción del PIB del 3% al final del año, pero espera con optimismo que en 2021 "se recupere un 40% del daño". Desde la segunda mitad de marzo sólo "funciona un 30% de la actividad económica".
Ve similitudes con la crisis económica padecida por Israel en 2000, cuando sufrió un doble impacto "por el estallido de la burbuja punto com y la intifada". Pero confía en la eficacia de medidas estabilizadoras, como la autorización de más deuda "en vez de aumentar impuestos", como hicieron en crisis anteriores. También crece el gasto, con los pagos por desempleo. "Esperamos un déficit en torno al 11%. En 2019 la deuda era del 60% y acabaremos el año por encima del 70%".
Exteriores: las dos placas tectónicas
Quizás lo más sorprendente, visto desde España, es la adscripción de Oren Anolik a la ‘coronacris’, en nombre del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el que es jefe de la oficina de planificación estratégica. Su misión es observar cómo afecta la infección a la actividad diplomática. "Hemos visto acelerarse procesos que se estaban produciendo. Se han movido dos placas tectónicas, la de la salud y la de la economía".
La traducción geopolítica es que "vemos regímenes inestables en todo el mundo… Y debemos añadimos el precio del petróleo, que desestabiliza ciertas regiones".
De los cuatro expertos, el único que habló de innovación fue Anolik: "Una tendencia derivada de la crisis puede ser la aceleración de desarrollos tecnológicos. Será un catalizador para avances en biotecnología, ingeniería para la protección médica, plataformas de realidad virtual, robótica…".