Era necesario que uno de los grandes referentes mundiales del discurso de la transformación digital, Tim O'Reilly (Cork, Irlanda, 1954), editor, responsable de la red de conferencias de mayor prestigio en la actualidad y creador del concepto Web 2.0, dedicara un libro a analizar la economía que está emergiendo de la revolución tecnológica. Pero en las páginas de La economía WTF (Ediciones Deusto) lo que el tecnooptimista O'Reilly nos ofrece es... distopía. Un algoritmo financiero domina a todos los demás, incluidas las plataformas de inteligencia colectiva como Google o Facebook.
Aún es reversible. «Estamos en ese punto del tiempo en el que podemos elegir algo diferente», matiza a INNOVADORES. «Es el momento de la enseñanza. Viendo lo que ha sucedido con Facebook puedes decir: 'Oh Dios mío, hay algoritmos que se han vuelto locos'. Y lo mismo sucede con el algoritmo del sistema financiero. Solemos creer que hace al mundo más próspero, pero simplemente recompensa a los accionistas de compañías. Está claro que los algoritmos del sistema financiero incrementan la desigualdad y producen otros efectos colaterales distópicos. Y podemos, de hecho, mejorarlos, porque esa es la lección de grandes plataformas tecnológicas como Facebook: puedes tener más factores en cuenta para crear los algoritmos».
Si el sector financiero mantiene como rehén al tecnológico, establecerá los estándares de la nueva economía. Qué decepcionante. «Lo es. Muchas veces la valoración de las compañías es una proyección sobre su futuro, y eso puede estar realmente lejos de la realidad. Yo puedo tener un dólar de beneficio en mi negocio, pero un dólar de beneficio en el de Jeff Bezos tiene un valor de 100 en Bolsa. Ese efecto multiplicador del valor es realmente alarmante. Los mercados financieros nos permiten invertir en el futuro, y esa es una buena cosa, porque la gente puede apostar por los avances tecnológicos. Pero decimos: 'vaya, la gente está siendo manipulada a través de Facebook', y estamos siendo manipulados también a través de los mercados financieros para alterar la economía», dice O'Reilly. «No soy realmente distópico», enfatiza, «porque si reconoces un problema puedes resolverlo».
Qué sucede cuando explica esas ideas al fundador de una startup en Silicon Valley. «Estoy observando un importante progreso», confiesa. «Travis Kalanik, fundador de Uber, no simpatizaba mucho, pero el nuevo CTO, Dara Khosrowshahi, está muy interesado y hemos mantenido conversaciones sobre cómo equilibrar muchos más factores para hacer que los algoritmos sean más ricos y tomen en consideración aspectos relativos a las ciudades. Esto me ha llevado a continuar con mis locas invitaciones para keynotes por parte de entidades como la Reserva Federal o la Association of Business Economists. La gente está prestando atención a este asunto».
Economía física y digital
Europa no ha sido capaz de crear líderes de la revolución digital. Quizás se deba a que no hemos entendido que, junto a la incorporación de nuevas herramientas, hay que reinventar también las organizaciones, ser más flexibles, como sugiere en el libro.
«No creo que la historia esté acabada en este sentido», afirma. «Silicon Valley, el pensamiento de riesgo alocado, la inversión de capital, son parte del éxito, pero no dejan de ser también un accidente. Cuando Nokia dominaba la telefonía móvil nadie decía: 'no lo podrás hacer mejor'. China no se detiene y es capaz de crear plataformas muy serias. La partida no está terminada [the game is not over], aún hay cosas que Europa puede hacer de forma diferente».
Se puede beneficiar del contraataque del hardware frente al software que. Detroit frente a Silicon, Siemens y General Electric compitiendo por el sistema operativo de la Industria 4.0. «Hay compañías como Google y Facebook cuyo valor de mercado es reflejo de unos beneficios enormes. Pero en realidad dominan el negocio publicitario. Efectivamente es muy fácil quedar cegado por el hecho de que Amazon dispone de una enorme brecha frente al hecho de que la mayor parte de su negocio es retail. ¡Básicamente la gente está haciendo sus apuestas en tomar acciones de un retailer!», señala Tim O'Reilly.
«Cuando llegas a algo como el coche autónomo es ciertamente muy posible que una enorme cantidad de capital y know how, como la que una compañía como Google ha estado acumulando, le permita dominar y presentar nuevos modelos de negocio, pero el mundo físico genera más fricciones que el mundo digital. Tenemos una oportunidad real de construir algo nuevo si miramos la actual estructura de las ciudades, pero tenemos que volver al mundo real. No estoy seguro de esas valoraciones alocadas. La distorsión del mercado no ayuda a reconocer las cosas que son realmente transformadoras. Hay oportunidades reales para tecnologías que no consideramos para nada sexy, pero que son verdaderamente transformadoras», añade.
Quizás su concepto de Web 2.0 pudiera reformularse hoy como World 2.0. «Estamos entrando en un tremendo cambio en la economía producido por la interpenetración de lo digital y lo físico», coincide. «La próxima ola de aplicaciones consistirá en tomar lo que hemos aprendido de las aplicaciones en el mundo digital y llevarlo al mundo físico. Algún día miraremos hacia atrás a este tiempo en el que Google y Facebook eran las fantásticas compañías que son, de la misma forma en la que hoy visitamos lugares como Detroit o donde comenzó la electrificación».
¿En quién confiar?
Este año ha sido bautizado como el de la «Batalla por la Verdad». La confianza es uno de los bienes escasos más valiosos. ¿En quién confiar? «Tenemos que redescubrir la comunidad. Estamos en medio de un gran realineamiento, en el que la gente tiene que averiguar en quién volver a confiar. Las instituciones establecidas deben entender que tenemos que rehacer el mundo. Es la oportunidad de hoy. Es peligrosa, pero es una oportunidad porque cuando las cosas se rompen podemos hacerlas nuevas. Cambio climático, guerra nuclear, ingeniería genética, son todas posibilidades a las que no nos hemos enfrentado antes, pero en el largo plazo sólo tenemos que hacerlo lo mejor que podamos donde estemos. Soy más bien optimista acerca del refuerzo de la confianza en nuevas formas con nuestros vecinos, con la gente con la que pensamos juntos acerca del futuro. Estoy muy muy preocupado por los políticos, por el hecho de que la gente viva en diferentes realidades, pero el rol de Facebook, Google y demás probablemente esté sobreestimado. No sé si estamos ante el declive del Imperio Romano o ante una especie de locura colectiva».
Tres tecnologías disruptivas para la próxima década. «La número uno es el continuo desarrollo de las redes neuronales de inteligencia artificial. La habilidad de la inteligencia artificial para formular predicciones seguras sobre el mundo, a partir de unos datos que le proporcionemos. Ese será un cambio profundo en áreas como la salud, la logística. Hay una parte oscura que tiene que ver con la ciberguerra y el uso de la inteligencia artificial para hostilidades».
La segunda, también en el ámbito de la inteligencia artificial también, es la ingeniería genética. «No necesariamente veremos sus efectos en los próximos 20 años, pero le garantizo que en 100 años habrá unos humanos profundamente diferentes», afirma.
«Cuando pienso acerca del futuro, no pienso en la tecnología como la mayor fuerza transformadora, sino en la demografía y el envejecimiento, y en su relación con otros aspectos como el cambio climático. Las tecnologías fundamentales serán las que nos ayuden a tratar con esto. ¿Dónde se van a mover cientos de millones de personas, cómo lo van a hacer, cómo deben ser las ciudades del futuro? No es Google haciendo más ricos y más inteligentes a los habitantes de Toronto, sino diez millones de refugiados sirios y ciudades en las que todos puedan trabajar. En el siglo XXI aprende el primero, no el último. Mi tercera opción es la tecnología de la migración, el seguimiento de los refugiados. Todo esto lleva implícita la reingeniería de la agricultura. La economía estará cada vez más enfocada a tratar de una forma positiva la adaptación de las especies».
Regular la IA
«Necesitamos regular la inteligencia artificial actual. el GDPR es un intento de hacerlo, porque nuestros datos son el petróleo de los algoritmos de machine learning y las herramientas de manipulación. No se trata de regular antes, se trata de hacerlo ahora, porque ya es una realidad. Lo que sucedió con Facebook en 2016 afecta a Estados Unidos de muchas formas peligrosas e increíbles».