Hoy se celebra el Día Mundial de las Organizaciones No Gubernamentales o sin ánimo de lucro, las más conocidas como ONGs. Asociaciones y fundaciones que tienen como principal objetivo hacer de este mundo un lugar más justo.
La defensa de los derechos humanos, la conservación y cuidado del medio ambiente, la ayuda humanitaria, la investigación… La pandemia de la Covid-19 ha vuelto a colocar al Tercer Sector en el punto de mira de prácticamente toda la sociedad.
Desde la recogida de material, a la donación de alimentos, pasando por el cuidado de mayores, el acompañamiento de personas dependientes o la ayuda psicológica. La labor que realizan estas entidades ha cobrado especial relevancia durante los últimos meses, convirtiéndolas en muchas ocasiones en la única respuesta para los más débiles.
Según datos del informe “El Sector Fundacional en España. Atributos Fundacionales 2018-2019”, de la Asociación Española de Fundaciones (AEF), en España existen 9.218 fundaciones con actividad regular. En ellas, directa o indirectamente, de forma remunerada o no, trabajan más de 475.000 personas “de todo tipo, condición y formación, unidas por el interés común de ayudar a los demás y contribuir a resolver problemas no resueltos”.
Entre todas, administran unos activos cuyo valor estimado en el año 2019 ascendía a 22.500 millones de euros, con un gasto estimado de 8.500 millones de euros.
“El trabajo que realizan las fundaciones para toda la sociedad es valiosísimo, con un gasto de 8.500 millones de euros anuales del que se benefician 43 millones de personas. Y, aunque las cifras son importantes, lo que me gusta resaltar es que la vida de miles y miles de personas es cada día un poco más fácil gracias a las fundaciones repartidas por toda España. El Estado, desgraciadamente, no llega a todo. Y todavía nos queda por delante el enorme reto de las consecuencias sociales y económicas que ya nos está dejando la pandemia”, afirma Javier Nadal, presidente de la AEF.
Nuevos desafíos en la 'era Covid'
Durante la pandemia, al reto de la crisis social que viven muchos españoles (de acuerdo con Cáritas, el número de hogares sin ingresos se incrementó un 136% entre marzo y mayo de 2020), se suman los propios desafíos a los que se enfrentan las entidades sin ánimo de lucro.
De la noche a la mañana, la distancia social hizo que los eventos de captación y recogida que realizan desaparecieran y sus donaciones comenzaran a caer. Concretamente, según el informe Impacto COVID-19 en entidades no lucrativas’, realizado por la Asociación Española de Fundraising y la Fundación Lealtad, el 70% de las entidades sin ánimo de lucro en España prevé que sus ingresos se reduzcan tras la crisis originada por el coronavirus.
El mismo informe señala que el 33% de las entidades ha incrementado el número de beneficiarios y, por tanto, los gastos de su actividad.
El Tercer Sector se enfrenta a una nueva sociedad, un nuevo escenario en el que rediseñar sus estrategias y su propia operativa. Un desafío en el que la innovación (y no solo tecnológica) se presenta como obligatoria.
Innovar para sobrevivir
Si algo ha evidenciado la pandemia es la aceleración de la digitalización. Un hecho que si bien ha sido más evidente en el entorno empresarial, en el ámbito de las entidades y fundaciones no lucrativas no está siendo tan ágil.
Pese a que sí existen entidades con un elevado grado de digitalización e, incluso, encontramos alguna asociación nativa digital, lo cierto es que la penetración de la tecnología en el Tercer Sector es más bien testimonial.
La crisis provocada por la Covid hizo que algunas organizaciones como el Banco de Alimentos sí lograsen seguir adelante llevando, por ejemplo, sus recogidas al ámbito online. Sin embargo, son todavía muchas, especialmente las más pequeñas, las que no han abrazado la innovación tecnológica, algo que podría suponer un riesgo incluso para su supervivencia.
“Nadie, ni ningún sector de la sociedad, estaba preparado ante la pandemia. Pero también ha quedado patente que aquellos sectores que tenían un mayor grado de madurez digital han tenido una mejor capacidad de respuesta. Así, las fundaciones y ONGs que ya tenían un grado de madurez digital o que han acelerado sus procesos de digitalización se encuentran a día de hoy operando con normalidad. El problema lo tienen a corto y medio plazo las que no se adapten, puesto que desgraciadamente tienen el riesgo de una pérdida de competitividad y, en último extremo, de desaparición”, afirma Oscar Codón, director de la Fundación Altran y director de la Comisión de Transformación Digital de la AEF.
Primer paso: comunicación online
Según el informe “Cómo transformar tu fundación y no morir en el intento”, de la Fundación Altran, la necesidad derivada de la digitalización más recurrente entre las entidades y asociaciones sin ánimo de lucro es la de mejorar la comunicación actual.
Comunicación para llegar a nuevos públicos, más jóvenes y con hábitos diferentes, y para superar la mencionada desaparición de muchas actividades presenciales. Estar en Internet es el primer paso para que los públicos objetivos conozcan la actividad de una organización. Es una muestra de transparencia hacia ellos pero, sobre todo, es una manera de multiplicar el impacto de las fundaciones y ONGs, ya que gracias a esa mayor visibilidad podrán captar más fondos y hacer llegar su mensaje a las personas vulnerables a las que quieren ayudar.
Sin embargo, como decíamos, la digitalización del Tercer Sector en España sigue siendo minoritaria. Según los datos de la AEF, en el año 2019, tan solo el 39,83% de las fundaciones y asociaciones españolas disponía de página web propia. Y solamente el 9,99% tenía cuentas en las redes sociales.
Resistencia al cambio
La segunda gran necesidad que presenta el Tercer Sector en España es la de potenciar el desarrollo de los recursos humanos. Así, la AEF señala cómo existe, en general, una carencia de competencias digitales, debido a la falta de formación de personal y falta de contratación de perfiles especializados, algo que deriva de la inexistencia de una cultura digital y una fuerte resistencia al cambio.
“Muchas veces pensamos que la principal barrera que tiene el Tercer Sector para innovar o acceder a soluciones tecnológicas es la económica. Es cierto que la escasez de recursos económicos es un denominador común de prácticamente todas las entidades sin ánimo de lucro pero no es la principal barrera. El mayor obstáculo sigue siendo, como sucede en muchos otros sectores, el cultural”, explica Oscar Codón.
Una resistencia al cambio que, de nuevo la pandemia, ha “ablandado”. “Una de las escasas buenas noticias que ha tenido la pandemia es que ya nadie duda de que la digitalización es sí o sí imprescindible. Las entidades sin ánimo de lucro se vieron, como todos, imposibilitadas, de un día a otro, para dar servicio a los colectivos a los que ayudan. El objetivo no es ser digital 100%, es pararse a pensar en su actividad, en el público objetivo al que se dirigen, etc. qué es lo que necesitan. Y en esa visión estratégica, incluir la digitalización como una herramienta, como una palanca, un facilitador… Un cambio que si hasta ahora despertaba dudas, la pandemia ha logrado acabar con ellas”.
Una llamada a la innovación que no tiene porque tener su objetivo último en la tecnología. “La innovación es la capacidad de transformar las cosas y aportar valor con ese cambio. Muchas veces es una metodología nueva para gestionar los proyectos, es una mejor gestión de los recursos… Cambios que permitan ser más eficientes en lo que hacemos”.
Sin duda, un camino en el que ya no hay marcha atrás y que resulta crucial para el Tercer Sector cuya labor, más que nunca, se erige como imprescindible en la sociedad. Innovar para cambiar y afrontar los nuevos retos es ahora la gran causa que debe conquistar.