El despertador se desgañita incómodo sobre la mesilla y Verónica embute la cabeza bajo la almohada intentando arañar segundos de paz. No hay caso.
Necesita un café, pero rápido. Ya desayunará a mitad de mañana. Suenan campanas de cambio, sobre todo para ella, que trabaja en proyectos de transformación digital en la administración. La vida no se para porque cambien los dirigentes políticos. Los ciudadanos siguen yendo al médico, y en los centros de salud las infraestructuras deben ser capaces de recuperar sus históricas clínicas, su historial farmacogenómico, su cartilla de vacunación. Los niños van al cole, y los universitarios se licencian, y los que esperan en la cola del paro para renovar su demanda necesitan que las aplicaciones de los servicios públicos de empleo funcionen ágiles como el viento…
Pero no solo. España no puede quedarse atrás por no contar con un nivel de digitalización comparable con nuestros vecinos, y sobre todo con los no tan vecinos. Suspira. Hacen falta cambios, renovación y avance y la administración es tractora de sociedad y pymes. Casi más que las grandes multinacionales.
Ayer lo comentaban los compañeros. Algunos decían que era una noticia excelente contar con un Ministerio de Transformación Digital independiente, así tomaba más relevancia. Otros dudaban si no era un impass ante una futura más que anunciada consolidación para seguir igual. Los más audaces aseguraban que se trataba de un interim necesario para posicionar en el Ministerio a una de las personas más profesionalmente preparadas para ello… eso sí, en una amable segunda vuelta.
En todo caso, para volver a empezar.
Las comparecencias iniciales parecían acertadas: inteligencia artificial como brazo armado para mejorar la capacidad productiva de la economía, inclusión digital de los mayores y captación de talento nómada digital. Y todo esto contando con el ciudadano, a cuya disposición se pondrán los datos de la Administración – política de protección de datos mediante, claro está. Y ética. Mucha ética. Transparencia y Responsabilidad.
Grandes programas, prioridades previsibles y de ánimo continuista con las inversiones de los Next Gen, que todavía colean en expedientes pendientes de resolución. Verónica es práctica, ella está en el día a día. En los proyectos para erradicar la brecha digital en la España vaciada, para fomentar la inclusión de género, para que las pymes accedan a soluciones tecnológicas como las que ofrece el programa de kit digital. Pequeñas palabras, nada comparables a los compromisos de inaugurar Agencias de Supervisión de Inteligencia Artificial con un presupuesto inicial de 5 millones de euros o un sandbox digital destinado a conectar a las autoridades competentes con las compañías desarrolladoras de Inteligencia Artificial para crear mejores prácticas en el desarrollo de una IA ética y auditable, sobre todo en entornos de riesgo alto para el ciudadano. O la implantación de la ley de Ciberseguridad dotada con 1.000 millones de euros.
Todo cuenta, se dice Verónica. Un solo pueblo conectado en el que no haga falta coger el coche o esperar al nieto a que te lleve a otro pueblo más grande para ir al banco, una sola mujer que pueda desprenderse del manto de la dependencia y reinsertarse en un mercado para el que no estaba preparada, una sola empresa que salga de los números rojos, son suficientes para justificar su propósito. Propósito, dicen las grandes empresas. Propósito es el suyo, cada mañana.
Menos mal, piensa, que bajo las montañas de papeles acumuladas en gavetas sobre las mesas, entre los drives llenos de despachos pendientes de cambiar de estado, sigue habiendo quien lucha porque todo tenga sentido. Más allá de que los fondos Next Gen se consuman en la fecha límite para asegurar el cumplimiento de los hitos, hay cientos, miles de personas que trabajan porque estos fondos resuelvan problemas reales y contribuyan a generar una España más resiliente, más sostenible, más digital, más competitiva. Una España que ofrezca más trabajo y de más calidad a una juventud que empieza a comprender que ser digital no es ser un crack subiendo reels a Instagram. Que saber de tecnología no es utilizar ChatGPT para hacer un TFG. Que la transformación digital va de progreso, de competitividad y de inclusión.
Y para eso su trabajo es clave.
Vaya, se dice, parece que todo toma sentido.
Verónica deja la taza en el fregadero mientras se enfunda el plumas determinada a enfrentarse a todos los retos que aparezcan en su camino. El invierno se ha colado en las casas y hoy va a ser un día llenito de cambios. Como cada cuatro años, o a veces cada menos. Aunque todos digan que todo continúa. Es como la peli. Volver a empezar….
*** Patricia Urbez es directora general de Sector Público en Fujitsu España y consejera independiente de Enagás