No me toques los paradigmas
Hace poco escuchaba esta frase en un pódcast que hablaba de innovación, y me llevó a pensar en los bloqueos que encontramos en las organizaciones, cuando queremos mejorar modelos o procedimientos, introduciendo cambios que impliquen elementos nuevos; cuando queremos cambiar las cosas introduciendo novedades, según define literalmente la RAE el término 'innovar'.
Estos bloqueos, en gran parte y en su esencia, responden a que aquí nos topamos con la barrera de las creencias. Los juicios infinitamente repetidos en el tiempo sobre cómo son las cosas y cómo tienen que ser. Creencias que como tales no podremos eliminar, sino que tendremos que reemplazar por otras más beneficiosas o convenientes.
Que se produzcan cambios, para empezar, requiere de la voluntad de cambiar, y para que suponga avance, innovación, tendrá que haber cierto componente novedoso y no será válido solo el hecho de darle un aspecto diferente a lo que venimos haciendo, que muchas veces es la propuesta que nos compran porque no implica tambaleo de paradigmas.
Separando en este extremo la concepción innovadora a la que asociamos la tecnología en los procesos de transformación, quizá sea con los componentes de humanidad en los que más frenos nos encontramos.
Cuando planteamos nuevos modelos de liderazgo, nuevas dinámicas de comunicación, nuevas formas de trabajo... Estamos llevando al terreno de juego, al statu quo, la zona de confort, la sensación de control... ¡Los paradigmas! Todo eso que hasta ahora 'se venía haciendo como siempre', conocemos las reglas y los riesgos son mínimos, si los hay.
Por eso la innovación actúa en el campo de las decisiones. La innovación requiere de confianza. Confianza en nosotros mismos, en los demás y en el resultado del proceso. Necesitamos de valentía. Atrevernos y hacer para que suceda a pesar de los riesgos. Este es el gran reto.
Porque el cambio exige y reta, y hay que estar bien dispuesto para lo que venga. Nos saca del mundo de las ideas conocidas y nos pone contra el vértigo de la novedad. Nos provoca y nos expone ante nosotros mismos y ante una nueva realidad en la que quizá aún no nos retratamos.
El cambio remueve, descoloca. Cambia de sitio las cosas y también lo que pensamos, y entonces ya somos a su vez algo diferentes, y nos terminamos comportando según estas nuevas creencias que hemos adoptado.
La realidad que encarnan muchos equipos directivos en relación con los bloqueos para la innovación viene dada por todo esto. Los beneficios de algo nuevo llegarán después; los beneficios de mantenerse en la comodidad y de evitar todos estos componentes del cambio, son inmediatos. Esto es lo que paraliza: el resultado a medio plazo, la responsabilidad de hacerse cargo de lo desconocido y la no visibilidad en términos de imaginación de la puesta en marcha del proceso.
En muchas ocasiones no se promueve activar nuevas formas de hacer porque no sabemos cómo abordarlas, nos creemos faltos de herramientas para llevarlas a cabo o no encontramos la motivación para ejecutarlas porque carecen de propósito y sentido para nosotros. De ahí la importancia de que estén alineadas con la visión y la hoja de ruta que tengamos como horizonte en nuestra organización.
Pensando en el futuro y la sostenibilidad de algunos negocios y corporaciones arraigadas en patrones y creencias que dificultan el progreso, existe la necesidad de fomentar e incentivar el espíritu innovador, como escuchaba recientemente decir a Mario Tascón, socio director de Prodigioso Volcán.
Una cultura que cale y movilice a todos los profesionales y desde las posiciones más incipientes de la carrera profesional, que serán quienes lideren mañana desde la estrategia. Necesitamos generar contexto para poder dar cabida a los cambios, sobre todo los humanos, y para ello tendremos que provocar espacios de parada, de reflexión y de pensamiento. Si no paramos, no pensamos, esto amenaza nuestras capacidades como personas y organizaciones, y nos limita el avance y la mejora continua respecto al cambio.
*** Cristina Peláez es directora de Recursos Humanos de Lener y miembro de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos.