Tal como se llama este artículo, titulé en parte uno de los epígrafes un ensayo que publiqué en 2006 en el MIT OCW sobre los conceptos emergentes que aparecían ante nosotros en la pionera plataforma de red social MITUPV EXCHANGE (creada en 1999, cuatro años antes de que Mark Zurckerberg, no lejos de allí, crease Facemash, el antecedente de Facebook). Pronto nos dimos cuenta de que en esta plataforma Web podíamos observar que nuevas formas de interacción online, con nuevos significados, podrían ocurrir a través de la web con instrumentos de modo 'social' en los que se participaba. Incluyendo aspectos de las vidas personales y de la cultura de los participantes, que tomaban un protagonismo mayor que los aspectos profesionales o de las ingenierías de alumnos y alumnas que estaban cursando en el MIT y en la UPV.
Hay algunos sucesos en la realidad del Internet social de hoy en día que me han traído a la memoria conceptos descritos aquel ensayo. El citado epígrafe comenzaba con las siguientes palabras (perdón por la auto cita): "El espacio virtual (que desplegado por esta plataforma del MITUPV) ya es de una dimensión considerable. En el ‘hibernan’ en stand-by múltiples rastros de actos de comunicación, propuestas, comentarios, preguntas y respuestas así como experiencias vitales: todo un enorme corpus de conocimiento intencionado codificado digitalmente en forma de texto, imágenes o vídeo, cuyos items están listos 24 horas al día, 365 días al año para ser requeridos por nuestra atención a través de Internet en tiempo elegido por cualquier cibernauta o componente de la comunidad virtual. Esos rastros también lo son de presencia de los participantes de dicha comunidad virtual".
(Prosigo, pero recuerden que estas palabras están publicadas originalmente en el 2006, hace 15 años). "Pero la presencia virtual que insinúan, además, no es homogénea sino que a nuestra percepción espacio-temporal, de la que he hablado en 'D+I' hace poco, y también comunicativa nos llega ligada al código y medio digital que nos transmite el mensaje a través de la Web. La presencia física directa es o no es… No tiene grados intermedios, pero la ‘presencia virtual’ en la comunidad sí los tiene.
Hay toda una combinatoria comunicacional que, para nuestra percepción, se muestra en una gradación de niveles de ‘presencia virtual’, mediante la que los otros se muestran a nuestra percepción y a nuestra mente con una intensidad que es tanto más intensa e ‘inmediata’ cuando la comunicación es más cercana a lo que entendemos como una presencia física. Por ejemplo, un mensaje en forma de texto que alguien coloca en la web del proyecto y que ‘hiberna’ asincrónicamente hasta que alguien ‘entra’ en tiempo elegido en la Web y lo lee.
Eso implica una presencia virtual inducida que es mucho menos intensa que si el mismo texto pertenece a una comunicación sincrónica en un chat, ya que nuestros silenciosos comentarios en forma de texto son respondidos por una ‘presencia’ que nos hace llegar a la ventana del iChat (así le llamábamos entonces a las reuniones virtuales sincrónicas en nuestra plataforma, que ahora hacemos con Zoom, solo que 7 años antes de que Eric Yuan creara este sistema de videoconferencia hoy tan popular).
Es decir, que una presencia virtual en condiciones de sincronía provoca un acto de percepción más intenso que un acto de comunicación asincrónico, aunque en los dos casos la comunicación sea en forma de texto. Y en la misma línea, una comunicación en forma de vídeo digital, que se puede ver una vez bajada al disco duro desde la web, es una presencia virtual más intensa aparentemente, a pesar de que no tiene reciprocidad de forma instantánea y a su vez sería una presencia virtual menos intensa si fuera una videoconferencia biunívoca, es decir, un ‘chat audiovisual’ en lugar de un chat en forma de texto".
Lo que entonces vislumbrábamos como conceptos nuevos, que generaban estas prácticas pioneras, son ahora parte de unas gigantescas prácticas cotidianas del internet social cuyo uso tiene una curva de aprendizaje casi cero, ya que personas de todas las edades las llevan a cabo cotidianamente tanto en el ámbito personal como profesional. Hoy en día, las videoconferencias por Zoom en grupo son utilizadas desde los entornos familiares a los empresariales, o incluso las reuniones virtuales de gobernanza política en las que en esta pandemia se han tomado importantísimas decisiones. Sin embargo, en la mayoría de los casos (reitero, debido a su extrema facilidad de uso) no se tienen en cuenta que estas formas virtuales de reunión y de presencia generan nuevos ámbitos, reglas y jerarquías que afectan al resultado de dichas interacciones y que no se suelen tener en cuenta. La evolución tecnológica de estas herramientas ha sido tan vertiginosa que solo las realizamos como imitación de las reuniones con interacción física y sin comprender, en realidad, que los nuevos modos de presencia digital tienen reglas y conducen a resultados distintos que la presencia física.
Por resumir, la frase del título 'Economía de la presencia' se refiere no a valores o magnitudes económicas sino, como dije entonces, a grados intermedios, niveles, valores de ‘presencia virtual’ que una persona posee, y que su 'presencia física' no tiene. Y del mismo modo, si la identidad física de una persona responde a una sola identidad, en cambio, a través de la diversa parafernalia de los medios digitales actuales, en cambio, una sola persona puede usar múltiples 'avatares' o representaciones digitales de su presencia que puede desplegar en los diferentes metaversos digitales en los que desee interactuar. Y además, dado que estas conceptualizaciones no se tienen en cuenta esto no se hace solo por personas sino que ya hay, por ejemplo, agentes digitales desplegados por la inteligencia artificial que son tomados por humanos únicos por muchísimos usuarios. O millones de usuarios de las redes sociales están, literalmente interactuando con 'máquinas' o 'robots' de software sin saberlo y creyendo que lo hacen con otras personas.
Hace un tiempo ya, en mi texto 'Datos y Adulterios', expliqué cómo en el servicio virtual de la plataforma Ashley Madison "millones de hombres escribían correos, chateaban y gastaban dinero en unas mujeres que no estaban allí" (y lo que es más 'fuerte', ni siquiera existían). Millones de usuarios masculinos interactuaban con 'entes digitales' con un grado de presencia 'digital' mínima, pero suficiente para interactuar, 'dando el pego' y simular que eran personas femeninas unívocas en un tipo de engaño millonario que se hizo famoso en 2015.
Esos distintos niveles de 'presencia' digital, que aprendimos a distinguir en aquella iniciativa, se están empezando a usar en ciertas formas de comercio electrónico global, simplemente porque ciertas empresas creen que es mejor que los compradores o usuarios estarán más cómodos si creen que tratan con otra persona que con un software 'disfrazado' digitalmente de empleado de ventas o de atención al cliente. Si no tienes en cuanta que la 'presencia digital' puede tener muchos grados, en el internet social te pueden colar fácilmente la sensación de que estás interactuando con otra persona cuando en realidad solo lo estás haciendo con un software.
La Economía de la atención
Los valores de la atención en el mundo digital de internet, igual que ocurre con la 'presencia' digital, tienen múltiples grados. Cada formato digital exige diferente nivel de exigencia a nuestro sistema cognitivo. Y según sea un medio digital con apariencia de comunicación sincrónica (llamada de teléfono de voz, o mensajería mal llamada instantánea), o asincrónica (como el correo electrónico). Incluso en la telefonía 5G que 'venden' sin 'latencia' seguirá siendo asincrónica. Tanto la ‘presencia’ como la atención mediada electrónicamente en sus diversos grados o intensidades perceptivas son en realidad, interacciones asincrónicas.
Todo este complejo y variado esquema lógico de la comunicación mediada digitalmente es un nuevo y apasionante campo de interés para los sociólogos que estudian estos nuevos aspectos de la convivencia entre máquinas y humanos. Un campo en el que está aún casi todo por estudiar. Podemos escuchar a supuestos/as expertos/as en tecnología en los medios de comunicación dando consejos y justificando sucesos o vitalizaciones, y en las redes sociales globales con explicaciones que denotan una falta de conocimientos y una ignorancia grande sobre la conceptualización de lo digital y, por tanto, sobre su verdadera comprensión. Pero en realidad, los valores de la atención tienen que ver con el tiempo, ya que la atención sostenida es aquello que buscan los anunciantes y que es la moneda de más valor hoy en día en internet en general y en las redes sociales.
A priori, en un internet como el actual, con miles de millones de usuarios, la economía de la atención sería una economía de la abundancia. Pero también aquí hay otra paradoja: resulta que la demanda de la atención humana es tan grande por parte de las plataformas globales que se ha convertido en un bien escaso, aparte de objeto de un inmenso negocio global, debido a la cibernética global y su software algorítmico con tecnologías predictivas basada en estadística computacional masiva, capaces de segmentar y redireccionar por nichos de usuarios, geografías e idiomas los mensajes que intentan 'cazar' el tiempo de atención de los usuarios cuando están conectados. Conseguir ese tiempo de atención masivamente es hoy uno de los negocios más grandes del mundo. Y en esa guerra por la atención disputan la contienda hay varios 'ejércitos' en liza.
Un ejemplo es Facebook unida a WhatsApp, que eran redes sociales para creación e intercambio de publicaciones y mensajes y ahora quieren serlo todo en el internet social. Que los usuarios sin salir de ella no solo interactúen con otros sino que compren, hagan transacciones comerciales de todo tipo, sea su medio de entretenimiento y sean el equivalente a la suma del resto de todas las redes sociales existes, es decir, una red social monopólica ubicua sobre el tiempo de atención de los usuarios. Si hasta ahora la guerra por el tiempo de los usuarios era para una conquista del tiempo presente, ya se está configurando la disputa por el tiempo de atención futura. O sea, una economía de la atención de futuros especulativa, a la que se llama la 'nueva industria de la intención' de la que el científico Ricardo Baeza-Yates decía que "va más allá de la publicidad". ¿Se imagina una bolsa especulativa de futuros de la atención de millones de conectados? Pues eso podría llegar. Las tecnologías que harían esto posible ya existen. La del tiempo futuro de atención –el que aún no ha ocurrido– otra economía de la abundancia que podría tornarse gracias a la cibernética global en otra paradójica economía de la escasez. Da 'yu-yu' solo de pensar en ello. Ni siquiera Orwell en su distopía más siniestra llegó a pensar en ello.