Dos noticias se han hecho virales en las últimas semanas en la Casa Real Británica. Las declaraciones, con el consecuente escándalo, de Meghan Markle y su marido, el Príncipe Harry, y más recientemente el fallecimiento de Felipe de Edimburgo. En ambos casos, si imaginamos la Casa Real como una empresa e intentamos, desapasionadamente, analizar lo sucedido, no son sino muestras de la gestión que sus líderes y equipos han hecho de la cultura, entendida como debe ser entendida, esto es, como la manera en la que se hacen las cosas en un determinado grupo humano que se ha juntado para un fin. Una empresa, vaya.
Empecemos con lo que fue el proceso de On-Boarding o inducción de Megan Markle en la Compañía en la que acabada de ser “contratada”, la Casa Real. Es fácil imaginarla con el nerviosismo y la ilusión del recién llegado a una gran multinacional a un puesto además con gran visibilidad. Lo haré bien, lo haré mal. Asumimos ganas de hacerlo bien, curiosidad por conocer las tripas de la Casa y el funcionamiento formal e informal. Parece que aquí vino el primer chasco. La enorme maquinaria funciona, mejor o peor, pero no para y salvo algunos cursos básicos, parece que no hay una formación y sobre todo un seguimiento por los estados de ánimo que es sabido que va a pasar cualquier recién llegado. Ilusión, nerviosismo, algo de síndrome del impostor, ganas de hacerlo bien, primeras frustraciones, dudas sobre haber hecho la elección correcta… y a partir de aquí lo siguiente puede ser o bien dar los primeros pasos, implicación en el equipo y camino hacia el éxito, curva hacia arriba. O todo lo contrario, estáis locos amigos, ahí os quedáis.
¿Realmente la trastienda de la Casa es tan racista y horrible? Me cuesta creerlo. Más me parece que todo ese equipo, instalado confortablemente en una realidad que desapareció hace unas décadas, creían estar haciendo el mejor de los servicios anticipándose a una situación que no había ocurrido con anterioridad.
¿Qué trasciende de estas situaciones a una persona que ya por deformación mira las cosas con el cristal de un transformador cultural? Que hay muchas costumbres, hábitos y procedimientos internos, cultura, en suma, que ya hace años debieron haberse desterrado, pero nadie se atreve a dar el primer paso. ¿Por qué? Porque aquí las cosas siempre se han hecho así. Estoy seguro de que esta frase sobrevuela los salones de Buckingham Palace tantas o más veces que en nuestras empresas patrias a diario. Para muestra un botón. Al parecer en tiempos de la Reina Victoria, una noche pidió un vaso de whisky. Desde entonces, y murió hace 120 años, se deja en la habitación de la monarca una botella. Por si acaso. Durante décadas.
La segunda de las noticias, el fallecimiento del Duque corrobora la cultura de una institución que se hace fuerte en sus tradiciones, que sigue usando corona y armiño y que celebra cada acto institucional con un cuidado por el detalle y una pompa que ya nadie se atreve en otras “empresas” parecidas. Todas las casas reales se empeñan en parecer humanas, mundanas y plebeyas, cuando su esencia es no serlo.
¿Dónde está entonces la clave en las Casas Reales y en las empresas? Saber distinguir lo principal de lo accesorio. Qué es esencial y que son usos y costumbres perpetuados sin sentido y que frenan sin sumar. Qué es lo que marca el carácter diferenciador de la institución y qué se ha mantenido simplemente por que es más cómodo seguir haciéndolo que atreverse a dejar de hacerlo. Bueno, eso y ayudar luego a todos los equipos, empezando por la dirección, a analizar, actualizar, despertar a la realidad y mirar con ojos críticos como esa cultura impacta en el día a día.
Una vez aquí tenemos dos caminos, como con todo en la vida. Que sigan el consejo que Tancredi le lanza a su tío Fabrizio en el Gatopardo. Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie. Así los sicilianos, según nos enseña Lampedusa, fueron capaces adaptarse a los distintos gobernantes de la isla sin dejar de ser ellos. Es decir, cambiaron lo superficial, las estructuras de poder, pero conservando la esencia de esas estructuras “y tras unos tiroteos inocuos, todo será igual pese a que todo habrá cambiado”.
O bien, aprovechar y cambiar no sólo la cabeza sino el cuerpo, desterrar lo viejo y renacer a lo nuevo.
Las primeras parece que irán saliendo por las bambalinas de la historia y habitarán en las vitrinas de los museos como muestra de lo que fue. Las segundas crecerán más fuertes.
Y en medio, todos los tonos del gris.
*** Manuel Asensio es CHRO Iberia Cluster en DB Schenker y miembro de la Asociación Española de Directores de RRHH