Es prácticamente desconocida en nuestro país y, sin embargo, se trata de una de las conferencias del sector digital más concurridas del mundo. En su segunda edición online, pandemia mediante, nada menos que 38.000 personas de 141 países se registraron como asistentes. Récord hasta la fecha de un evento que merece por derecho propio su hueco en el calendario anual. Les hablo de la Collision Conference.
Algo de contexto para comenzar: la Collision Conference es la hermana pequeña del popular Web Summit, el reflejo de la feria portuguesa al otro lado del Atlántico (en Canadá, además, rompiendo con la tiranía de Silicon Valley, Las Vegas y Orlando, destinos habituales de esta clase de saraos). Y durante mucho tiempo ha crecido bajo su cobijo, pero la sombra empieza a ser demasiado alargada para seguir al abrigo de su alma mater.
Si los números abruman (1.426 periodistas, 860 inversores, 621 oradores, 113 socios...), la nota cualitativa tampoco defrauda: este congreso, originalmente dedicado a las tecnologías web y startups, ha acabado por dar cobijo a un sinfín de tendencias que van desde la transformación digital más sesuda (el presidente de IBM ha sido uno de los ponentes estrella de esta edición) hasta el marketing o el entretenimiento.
Y eso es, como sucede con muchos de los grandes eventos del sector, el gran atractivo y a la vez el talón de Aquiles de esta conferencia. Acostumbrados a que las distintas citas de la agenda estuvieran perfectamente segmentadas, hiperespecializadas en un campo distinto (MWC en movilidad, Hannover Messe en el sector industrial, CES en electrónica de consumo...), estamos asistiendo a una enorme convergencia entre ellas que llega incluso a extender los brazos a otros verticales (como la automoción o el transporte) que antaño hubieran parecido absurdos en estos contextos.
Hay voces que apelan a esa transversalidad de la digitalización como la causa última de este fenómeno. Otros, los más pragmáticos, hablan de la necesidad de seguir creciendo en nichos de mercado cada vez más 'commoditizados'. En cualquier caso, hay una serendipia más que conviene analizar y del que la Collision Conference ha sido un ejemplo perfecto: la presencia de la farándula en el panorama digital.
Desde que el mundo es mundo, los grandes eventos de la industria tecnológica han tirado de famosos -actores, músicos, expolíticos e incluso astronautas- para conseguir ese plus de atracción y notoriedad. Pero lo que ha dejado patente la Collision Conference es algo muy distinto: estos famosos ya no son un adorno más de los eventos, sino que aspiran a ser un elemento central de esta revolución que vivimos.
En el congreso que nos ocupa, hemos podido escuchar a colosos como el cofundador de Twitter -Biz Stone- y, a renglón seguido, a Nicole Kidman hablando sobre innovaciones para combatir el envejecimiento. Tan pronto hablaba el CEO de Virgin Hyperloop -Josh Giegel- como lo hacía el ganador del Grammy NE-YO. O pasábamos de una charla de Enrique Lores, CEO de HP Inc., a otra de Ashton Kutcher, reconvertido ahora en inversor de capital riesgo.
¿Es buena o mala señal esta colisión, nunca mejor dicho, de dos mundos tan aparentemente distintos como el de la farándula y el de la tecnología? No hay respuesta sencilla a esa pregunta. Por un lado, es innegable el efecto tractor y la atención mediática que traen a unas lides cada vez más relevantes. Por otro, tampoco puede negarse que desvirtúan el epicentro del valor de los genios que dan vida a los grandes avances digitales hacia sus propios perfiles públicos. Canibalizar el interés público a cambio de que éste se multiplique exponencialmente. Difícil equilibrio.
En cualquier caso, 38.000 personas demuestran que esa combinación funciona. También de que la comunidad que Collision, en este caso junto a su hermano mayor Web Summit, ha creado es tremendamente fiel. Cuando se reanuden los eventos presenciales -en España tendremos una prueba de fuego con el DES 2021 que se celebrará en mayo en Madrid-, tendremos una nueva ocasión para constatar cuál es el aura que estos famosos imprimen en un sector cerrado a cal y canto durante décadas; también de analizar cuál es el impacto real que tienen en el porvenir de esta industria.