Si tuviéramos que quedarnos con una palabra para definir este año, muchos se inclinarían por pandemia, coronavirus o Covid-19. Yo elegiría digitalización. Si bien las consecuencias negativas, sociales y económicas de esta crisis sanitaria son gigantescas, también ha inclinado al tejido productivo a su transformación digital, acelerando un proceso al que muchos se resistían.
De todos modos, es necesario puntualizar que, si bien la pandemia ha supuesto un impulso para nuestra digitalización, las empresas españolas tenemos que seguir trabajando en ella. Según el último informe DESI 2020, somos el undécimo país de la Unión Europea en materia de competitividad digital, el decimotercero en integración de la tecnología digital y el decimosexto en capital humano, escenario que nos sitúa por debajo de la media europea.
Estas evidencias tienen que servirnos de aliciente para invertir en la aplicación de tecnologías a nuestros procesos de trabajo y producción, así como en la capacitación tecnológica de nuestras organizaciones y equipos.
Este 2020 nos ha dejado algo muy claro: no contar con las tecnologías necesarias – y saber cómo utilizarlas adecuadamente – para adaptarnos a un entorno cambiante, volátil e incierto provoca que las empresas perdamos competitividad. Aquellas compañías que no habían puesto en marcha estrategias a este respecto se han visto forzadas a hacerlo; de ello depende su supervivencia.
Con esto no quiero decir que los aspectos digitales y de conectividad sean los únicos que hacen falta para que el tejido empresarial sea exitoso. Estoy convencido, sin embargo, de que no adoptar las soluciones tecnológicas adecuadas en el momento oportuno supondrá una traba insuperable para nuestro crecimiento empresarial.
La digitalización es un elemento imprescindible para complementar y aumentar las capacidades humanas; da espacio para que los profesionales podamos dedicar más tiempo a aquellas actividades que nos definen como seres humanos y en las que verdaderamente somos buenos y, por tanto, a impulsar la creatividad. Esto se traduce necesariamente en un incremento de la productividad, en el abaratamiento de costes, en la diversificación y ampliación de la oferta de productos y servicios y, finalmente, en el fortalecimiento de nuestra competitividad, como empresas individuales y como tejido productivo en general.
Ampliar y profundizar en el proceso de digitalización del tejido empresarial y social de nuestro país es una necesidad, un desafío y una oportunidad. Por ello, debemos aspirar a universalizar la digitalización, permitiendo que el progreso que aporta el uso y disponibilidad de la tecnología esté al alcance de todos. La brecha digital que se crea en caso de no poner en práctica este concepto puede beneficiar a algunos en el corto plazo, pero en el medio y largo nos afecta y perjudica a todos por igual.
Universalizar la digitalización permitirá que todos los sectores económicos puedan hacer uso de tecnologías y proyectos innovadores. Las empresas tecnológicas queremos llevar la digitalización a todos los niveles, entender cuáles son las necesidades de nuestro tejido empresarial y aprender juntos con las empresas las mejores formas de abordarlas. Debemos contribuir a aumentar la resiliencia de nuestras organizaciones, abrir las empresas a una innovación constante que permita trascender las reglas del pasado, no conformarnos con la mera supervivencia a través de modelos de negocio actuales, sino tener las visión para replantearlos y superarlos, abrazando los cambios y construyendo una nueva cultura empresarial más dinámica.
Una de las grandes enseñanzas de la pandemia ha sido la profunda conexión que existe entre nuestras empresas, su desempeño y éxito y el bienestar general de nuestra sociedad. En esta ecuación la digitalización es clave: a mayor número de personas y empresas con conocimiento y acceso a la tecnología, mayor velocidad de crecimiento e innovación por parte del tejido social y productivo y mayor desarrollo económico.
Por ello, como empresas debemos construir un propósito corporativo de futuro que, no solo nos haga sobrevivir empresarialmente, sino que también nos haga más fuertes, conectándonos con la sociedad y aportando, además de riqueza económica, progreso de las comunidades en las que trabajamos y de las que formamos parte.
La universalización de la tecnología más especializada es posible, deseable y factible. Estamos convencidos de que tanto los grandes players como las compañías más modestas pueden y deben subirse al tren de la transformación digital.
*** Gianni Cecchin es CEO de Verne Group