Cerramos la semana pasada esta columna con un proyecto europeo denominado Fractal de combinación de varias tecnologías que lidera el País Vasco. Y abrimos esta recopilación semanal de hoy con las reflexiones en torno a la Innovación Fractal, el libro de José Manuel Leceta, en una interesante charla con Julio Miravalls que publicó D+I el martes (recomendada lectura entre dos veteranos de la innovación).
Leceta, quien ha dirigido desde Red.es, al CDTI pasando por el Instituto Europeo de Innovación (Hungría), explica una de las raíces del problema español: "En España tenemos el modelo lineal, que lo llamamos I+D+i. Lo que quiere decir que la innovación surge de la I+D. Y ésta es una idea abandonada en la academia. Y en las empresas, desde luego, está todo el mundo innovando en abierto, pensando en conectar con ecosistemas, con aceleradoras, con startups…".
Hace un mes, charlando con Leceta coincidíamos en que en este país si no hay subvención asociada, las empresas no ponen en marcha proyectos. Muchos departamentos de I+D son expertos en caza-subvenciones, no transformadores del modelo de negocio. “Se confunde que la innovación es ciencia y la ciencia, financiación pública”. En las empresas es necesario conjugar la “co” al máximo. “Necesitamos integrar algo que es distinto para terminar haciendo algo grande”, de lo contrario no puedes aportar nada disruptivo.
La innovación es hoy un pilar tan fundamental en las empresas. Por eso, al igual que la comunicación, la innovación debe depender directamente del CEO, del presidente o del director general. Para que no haya luchas de departamento. Para evitar la resistencia al cambio de los mandos intermedios. Durante muchos años se ha visto a los departamentos de I+D como esos tipos que vivían bien, con poca presión del día a día. Pues eso ya no es así. Hoy la innovación es la piedra angular, pesa sobre ellos definir el futuro de la compañía, por eso deben cooperar con negocio.
“La digitalización no puede ser una isla, sino que tiene que ir liderada por cada una de las unidades de negocio”, nos explicaba esta semana el CIO de Repsol Valero Marín. El departamento de I+D, por tanto, debe co-crear con negocio, con producción y éstos a su vez con externos. Es la única forma de que los elefantes sean ágiles, que den un cambio rápido y real.
Se lo escuché hace unos años a Antonio Fernández en unas jornadas de digitalización de la Cámara de Valladolid. Antonio, exdirectivo multinacional de Renault, ahora es socio y director de Asti Consulting: “Nosotros hacemos mucho co, co, co; colaboramos, cocreamos y hacemos coopetencia”. Ese es el prefijo con el que jugar y conjugar. Hay que colaborar, interna y externamente. Cocrear (innovación en abierto), con startups y pymes tecnológicas o multinacionales. Y hasta co-ompetir, crear espacios de negocio disruptivos con quienes puedes estar compitiendo en otras áreas. De lo contrario, no estás ni en la innovación, ni en la disrupción porque el “ceteris paribus”, ese escenario que nos enseñaban en la facultad de economía para simular que todo lo demás sigue constante, ahora no es real. Nunca lo ha sido. Pero ahora más que nunca, nada es constante, tan sólo el cambio frenético imposible de seguir en solitario.
En democracias y en dictaduras
Ayer publicaba D+I una doble entrevista con militares israelíes que explicaban cómo su ejército co-crea externamente con entidades comerciales. Tienen dos aceleradoras y una de ellas muy enfocada a atraer talento de fuera. Ninguna empresa puede arriesgar más que un ejército al abrirse a la colaboración de otros. Si a ellos les compensa, pregúntese por un momento si su empresa, aunque sea usted funcionario público, no lo podría hacer.
La digitalización es transversal, da igual que sea un régimen comunista, una dictadura o una democracia consolidada. Y miren cómo está derribando barreras. A apenas 350 kilómetros de distancia, Rosa Jiménez, desde la redacción de D+I en Miami, entrevistaba esta semana a los creadores de la startup cubana Bajanda, un Uber en un régimen comunista. Y lo más curioso de todo es cómo los familiares que están en el exterior reservan y pagan los viajes en los coches de los años 50 de Cuba, con sus tarjetas de crédito en la distancia, porque en la isla sólo se podía pagar con billetes. Preciosa metáfora de la realidad que vivimos.
Sin embargo, como ya saben, China es tan dictadura como las demás, pero en esto de la digitalización es la gran potencia a rivalizar con EEUU. Esther Paniagua entrevistaba el viernes al vicepresidente mundial de Baidu, el Google chino, uno de los tres grandes del país con Alibaba y Tencent (nos es más fácil entrevistar a presidentes mundiales de multinacionales que a los del Ibex o empresas familiares españolas…). Dou Shen, como se llama el alto directivo, decía que debemos “movernos de la era de la economía digital a la economía de la inteligencia”, donde la Inteligencia Artificial va a ser el eje sobre el que pivote casi todo.
Nosotros no hemos llegado con seriedad ni a esa economía digital y China ya vive en otra realidad. Google salió de China en 2010 y entonces empezó a florecer este gigante propio. Claro que cuando se le pregunta a Baidu sobre la privacidad de los datos,… las palabras se vuelven huecas.
Para el mundo occidental “la privacidad es un lujo”, dice con palabras sólidas Cathy O’Neil, la gurú matemática norteamericana. Por eso las aplicaciones contra el Covid “solo pueden funcionar en países con regímenes opresivos”. Alguien podrá pensar: bien, estamos en democracia, pero tenemos verdaderos monopolios digitales,… por eso la única lucha contra ellos “es la imposición de reglas éticas”. Al igual que en los años 80 y 90 la batalla de las empresas fue el dumping social de los países emergentes con su mano de obra, ahora nuestro dumping es la privacidad y la ética.
Diversidad regional
Aunque en España vivimos nuestro propio dumping en la diversidad de normas regionales. Basta con mirar la tabla de diferentes medidas de limitación de movimientos y horarios para esta Navidad. Pues quizás a eso de la diversidad bien llevada podamos sacar partido, ahora que estamos en pleno reparto de cartas de la nueva economía, siempre que sea con un espíritu de coopetencia.
Hay que elevar el nivel en la comunicación sobre la innovación de muchos gobiernos regionales. Lanzan titulares con gruesas cifras de inversión, sin entrar al detalle. “Todo muy aspiracional en política, pero muy triste el desarrollo”, volviendo a Leceta.
Si la política autonómica vive en la inercia de diferenciarse del resto de regiones y del Gobierno, vale, juguemos a eso. Pero elevemos el listón, que sea una especialización para competir internacionalmente. Aeroespacial en Andalucía, Inteligencia Artificial en Alicante, Agrotech en Valladolid,... Y que sean conscientes de que la base la tienen en lo privado.
En Cataluña pueden tener un primer unicornio de firma electrónica, Signaturit es una legaltech que ha despertado tanto ánimo en las rondas de inversión que puede rivalizar con Docusign de EEUU. En el País Vasco, Enkoa puede cambiar el modelo de negocio de los hoteles ahora que precisan de tanta rentabilidad, sensorizando por completo las plantas hoteleras. En Cantabria pueden poner el acento en que desde sus astilleros y en una cueva subterránea, Astroland está creando la casa del futuro para habitar en el subsuelo de Marte. En Castilla-La Mancha, que el desarrollo de Print3D Solutions puede transformar desde los implantes médicos a los blindajes antibalas. O en Madrid poner el foco en los gemelos digitales para edificios antiguos de Dsing Cloud…
Los recursos regionales de innovación serán mejor empleados si apoyan a sus startups con promoción, que si recitan el aburrido epígrafe de inversión de sus presupuestos. Y, sobre todo, serían más eficientes si se especializan por sectores y colaboran aunque compitan. Una coopetencia bien entendida, antes que una rivalidad malsana. ¿Es eso posible en esta pluri-España a la que nos abocan?... ¿Y por qué no?