La tecnología está aquí para facilitarnos la vida. Se supone que los avances científicos y tecnológicos se desarrollan para que la sociedad avance. ¿Pero qué pasa si no podemos acceder a ellos? No hablo de distancia o de negociaciones, sino de que, en muchos casos, vivir o morir depende del presupuesto de cada uno. Y aunque cualquiera daría todo lo que tiene por sobrevivir... hay muchos que tienen tan poco que jamás accederán a ciertos tratamientos.
Si te pregunto qué precio le pondrías a la vida de tu hijo, seguro que por tu mente empiezan a pasar millones de cifras, el infinito. Pues Zolgensma, una terapia para el tratamiento de la atrofia muscular espinal, que es capaz de salvar vidas de niños que nunca superarían su segundo cumpleaños, vale 2,1 millones de dólares por dosis. Este precio, que los desarrolladores justifican en 15 años de investigación, deberá todavía ser negociado por los gobiernos para hacerlo accesible a la población. Pero, evidentemente, muy pocos podrían acceder a ese tratamiento.
Y mientras que hay cosas imposibles de abordar, y hay empresarios que financian maquinaria específica para ayudar a los enfermos de cáncer, un grupo de jóvenes discretos ha cambiado ya el mundo a decenas de personas en países muy, muy lejanos.
Mientras que algunos tenemos impresoras 3D como juguetes con los que imprimir las cosas más absurdas o divertidas, los hay que no tienen forma de acceder a una prótesis con la que paliar la pérdida de un miembro.
El proyecto, bautizado como Ayúdame3D, surgió cuando un joven ingeniero español pasó de crear robots y juguetes robotizados a imprimir en su casa prótesis en 3D para personas que carecían de algún miembro. Así empezó a hacer prótesis personalizadas para unas personas que conoció en un pequeño pueblo de Kenia. Estas piezas, diseñadas a medida, permiten coger objetos con un simple balanceo del hombro.
Imaginemos la de personas que hay en esta situación fruto de la guerra, accidentes laborales o de tráfico, o con falta de un brazo desde el nacimiento. Imaginemos también que todos los que tienen una impresora deciden donar unas horas de su tiempo y un poco de material para imprimir en sus casas algunas de esas prótesis. Es la evolución de este proyecto: convencer a más personas para que hagan lo mismo.
Las cifras a muchos les sonarán ridículas, porque una prótesis se hace en cerca de 16 horas de uso de impresora y cuesta alrededor de 35 euros. Qué barato y fácil es facilitar la vida de algunas personas. Nunca la tecnología tuvo tanto corazón ni resultó tan barata. El círculo entre la sociedad, el avance y la tecnología se cierra.