La I+D+I es un proceso complejo que articula la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la Innovación. Como consecuencia, la innovación puede favorecer la productividad y la competitividad de las empresas, la calidad en el empleo y de forma directa, puede mejorar muchos aspectos de nuestra sociedad.
La base de todo es la investigación científica, investigar produce conocimiento y certeza sobre los fenómenos de la realidad y las circunstancias que nos rodean. La filosofía nos facilita el conocimiento y las humanidades han centrado el mismo en torno al ser humano y nuestra condición en el cosmos, siendo el método científico una herramienta valiosísima para proporcionarnos certidumbre sobre nuestro entorno y nuestras decisiones, tanto personales como políticas y empresariales.
No se me ocurre ningún desarrollo tecnológico que no esté basado en el conocimiento cierto que proporciona la ciencia. Toda tecnología tiene unos principios científicos que la posibilitan y la hacen válida, demostrando además su utilidad. Por el contrario, una innovación, que es hacer las cosas de una forma diferente, nueva y si es posible mejor, no tiene por qué basarse necesariamente en un desarrollo tecnológico, aunque es cierto que las nuevas tecnologías facilitan en gran medida la innovación y en muchos casos, beneficios económicos y sociales.
La experiencia ha demostrado con creces que la innovación, ya sea tecnológica o no, puede aumentar la productividad y la competitividad, particularmente de las empresas. En el caso de la sociedad, hablamos de progreso, y en el caso de las empresas, si no son competitivas, simplemente corren el riesgo de desaparecer.
De todo lo anterior debería deducirse la importancia de prestar atención a la I+D+I y proporcionarle todos los recursos necesarios. Un país que no impulsa su ciencia y su tecnología está abocado al retroceso y a la crisis. Lo mismo se aplica a la innovación, a hacer las cosas de forma distinta y mejor. El mundo en que vivimos está sufriendo cambios vertiginosos que no solo reafirman lo anterior, sino que hacen necesarios nuevos planteamientos y consideraciones al respecto.
Estamos en un proceso de globalización con un mundo cada vez más interconectado. A pesar de las rivalidades y de algunos egos personales, la investigación científica también se realiza en forma de red, con grandes grupos interconectados, (casualmente, Internet se inventó para esto). Investigadores solitarios o grupúsculos aislados tienen muy pocas posibilidades de obtener resultados científicos relevantes. Lo mismo sucede con los desarrollos tecnológicos, generalmente son grandes grupos los que validan las tecnologías, las normalizan y las hacen llegar a los mercados. Por regla general, cuando una startup desarrolla una nueva tecnología, rápidamente es absorbida por una empresa mucho mayor, que amplifica su explotación comercial.
En estas circunstancias, la internacionalización es imprescindible tanto para la investigación científica como para el desarrollo tecnológico. Los equipos de investigadores solo pueden avanzar eficazmente si están conectados o coordinados con otros, situados en las fronteras del conocimiento. Es necesaria una vigilancia tecnológica global que asegure la competitividad y la demanda de las tecnologías que se desarrollan. Para las empresas, la internacionalización es clave ya que permite y facilita su acceso a nuevos nichos de mercado.
El tamaño es importante
Siempre se dice que una de las lacras de la economía productiva española es el reducido tamaño de sus empresas. Estadísticamente, las empresas españolas son significativamente más pequeñas que sus homólogas europeas. Más aún, la proporción de empresas pequeñas y medianas es altísimo en el conjunto, por no hablar de las microempresas, numerosísimas y de tamaño minúsculo. Algo similar sucede con los equipos investigadores, con figuras individuales relevantes, muchas de ellas en el extranjero.
¿Pero, qué ventajas o inconvenientes tiene el tamaño de una empresa? ¿Es mejor o peor ser pequeña o grande? Las pequeñas empresas tienen ventajas evidentes en cuanto a flexibilidad, capacidad de adaptación y agilidad, sobre todo en el proceso de toma de decisiones. Una empresa pequeña, con una estructura horizontal y contacto personal directo entre sus miembros, permite una reacción muy rápida ante las oportunidades.
Sin embargo, las ventajas de las empresas grandes son evidentes. Una está relacionada con un milagro que los economistas conocemos bien: las economías de escala. Es obvio que, al diluir costes fijos, los costes generales disminuyen. Aunque el tamaño grande pueda restar agilidad, también genera estabilidad y visibilidad, acompañadas de un supuesto menor riesgo. Hay aspectos importantes relacionados con el tamaño, por ejemplo, supone una mayor disponibilidad de recursos y resulta bastante inverosímil que una empresa pequeña tenga un gran departamento de I+D+I, o de internacionalización con personal preparado y especializado en diferentes mercados.
Las empresas crecen y se desarrollan
Por lo tanto, es preferible tener empresas grandes, que generan más empleo y más estabilidad. Pero las empresas rara vez nacen grandes, suelen crearse pequeñas e ir desarrollándose y creciendo. Las empresas sufren barreras de crecimiento que en ocasiones son muy difíciles de superar. Hay un “techo de cristal” que impide su desarrollo, una de sus causas es la perdida de ayudas fiscales u otras como obligaciones y requisitos sindicales. Esto favorece una 'zona de confort' que impide el crecimiento. Otras barreras incluyen la dificultad de gestión y la necesidad de desarrollar protocolos con una mayor burocracia.
Hay otros límites al crecimiento que van desde los recursos materiales, financieros y de talento personal hasta, sobre todo, el tamaño del mercado. Por eso son tan importantes las actividades que hemos mencionado anteriormente, la I+D+I que permite desarrollar nuevos productos y servicios, y la Internacionalización, que permite acceder a nuevos nichos de mercado en un mundo global. Ambas son, por tanto, herramientas esenciales para el crecimiento y todos, I+D+I, internacionalización y tamaño, están interrelacionados.
¿Entonces, las empresas y los grupos de investigación y desarrollo pequeños no tienen futuro, no pueden competir y están destinados a desaparecer? Nada de eso, los cambios que se están dando hoy en día permiten otras estrategias de crecimiento y supervivencia que pasan por colaborar con empresas pequeñas y grandes, aunque en este último caso, aunque gestionar partenariados con socios que tienen una diferencia de tamaño muy grande, pueden suponer posiciones de debilidad y situaciones de abuso y el apoyo institucional es casi siempre imprescindible.
En definitiva, se trata de facilitar el crecimiento de las empresas con toda clase de herramientas e incentivos que tendrán un impacto en la fortaleza de la economía y en la creación de empleo estable. Por eso, las políticas de fomento de la I+D+I y las de internacionalización son esenciales para un país que pretende crecer y mantener una economía sana en un escenario global. Un país que no invierte en ciencia y tecnología y un país que no abre sus fronteras a los mercados exteriores están abocado al retroceso y a la crisis económica permanente.
José Manuel Jimenez, miembro del Foro de Empresas Innovadoras y economista de empresa