Existe un cierto baile de cifras en torno a la penetración de Internet en el continente africano. Mientras que la ITU estima en el 21,8% el porcentaje de ciudadanos que tienen acceso a la Red de Redes, otra plataforma -Internet World Stats- incrementa el ratio hasta el 35,2%. En cualquier caso, se trata de valores muy alejados de la media mundial (en torno al 54,4% según esta última fuente) y en las antípodas del desarrollo digital de regiones como Europa o Estados Unidos. A pesar de ello, estos datos han de leerse bajo un tamiz más que positivo: en 2010, esta conectividad apenas llegaba al 6,7% de los africanos.
Este despegue de la era digital en África está impulsado principalmente por la llegada de los smartphones a la población local. En la actualidad, casi 700 millones de africanos disponen de una línea de telefonía móvil, de las cuales hasta 162 millones cuentan con acceso a Internet. Eso sí, el avance tecnológico en la región es, cuanto menos, dispar: mientras en Kenia la penetración ronda el 85%, en otros países como Níger, Eritrea, Burundi o el Sáhara Occidental nos encontramos con tasas por debajo del 5%.
En cualquier caso, se trata de un enorme mercado por explotar a nivel económico con el añadido de que, cualquier modelo de negocio ya validado en Europa o EEUU tendrá no sólo un gran éxito económico sino un importante rol en la transformación social y productiva de una de las zonas más pobres del planeta. En ese sentido, un estudio de la firma de análisis McKinsey señala que la contribución de Internet al PIB de África apenas llega al 1,1%. Dicho de otro modo: de seguir ahondando en la democratización de la conectividad y en la implantación de nuevas propuestas de carácter digital podemos estar hablando de un incremento en la riqueza africana de entre 148.000 y 318.000 millones de dólares para 2025.
Proyectos innovadores que, en la mayoría de los casos, son promovidos por personas llegadas de fuera de la región. Todos los analistas coinciden en la necesidad de potenciar el ecosistema emprendedor y el talento local, pero mientras tanto esa labor corresponde casi en exclusiva a personas con vocación, energía y ganas de contribuir a la sociedad que ponen sus miras en África desde otras muchas partes del globo. España, el país más al sur de Europa, el único estado comunitario con enclaves en ese continente, no es una excepción: cada vez son más los aventureros que se lanzan a crear sus startups en suelo africano, llevando -en la mayoría de los casos- propuestas de valor que ya están asentadas en nuestro entorno.
Empleo y educación
Luis Verdeja es un fiel reflejo de este creciente fenómeno. Este emprendedor era consultor para diversas instituciones internacionales, incluyendo la ONU o la Unión Europea; un trabajo que le llevó hasta lugares tan remotos como Angola. «En aquellos momentos, en 2013, Angola crecía muy rápidamente, a doble dígito, mientras que la adopción de Internet estaba aún en pañales, con menos del 8% de penetración online», nos comenta Verdeja. «Junto a dos socios que también estaban en Angola, nos dimos cuenta de que había muchas áreas donde se podían incorporar negocios ya existentes en Europa, porque la situación era como la de España hace dos décadas».
En su caso particular, el nicho que decidió transformar en primer lugar fue el del empleo. «El periódico seguía siendo la fuente principal para buscar trabajo en Angola y había una batalla, ya ganada en otras regiones, para convencer a los empleadores de utilizar nuevos métodos para publicar sus ofertas, como Internet», comenta el emprendedor, quien decidió lanzar Jobartis, una plataforma de empleo online, similar a JobandTalent o Infojobs, hace ya más de cuatro años. Desde entonces, este servicio ha logrado hacerse con el 70% de este particular nicho de actividad, con 500.000 usuarios registrados, así como ha conseguido dar el 'sorpasso' a los modelos tradicionales. No en vano, actualmente en torno al 60% de las ofertas de trabajo se encuentran en medios digitales, frente al 40% que siguen apareciendo en prensa. «Hemos tenido que hacer una gran labor didáctica, de acompañar a las empresas en este cambio. Todavía nos encontramos con una generación mayor resistente a las soluciones digitales, pero los más jóvenes han comenzado a adoptar Internet, primero con las redes sociales y, poco a poco, con el resto de posibilidades online», admite Luis Verdeja.
Y del empleo a la educación, el siguiente pilar donde encontramos la confluencia entre desarrollo social y provecho económico: «Se dieron dos factores simultáneos. Por un lado, vimos que la educación es el futuro de África y un enorme mercado privado por explotar. Por otro lado, queríamos salir de Angola, porque es un país muy poco conocido para los inversores». Nace así Educartis, punto de encuentro para estudiantes y comunidad educativa, presente ya en Angola, Kenia y Sudáfrica, países en los que atesora ya unos 100.000 usuarios.
También en salud
Aunque el ámbito digital es el que más posibilidades ofrece, existen otros campos donde la innovación 'made in Spain' puede ser una gran protagonista. Es el caso del sector sanitario, otra de las prioridades de África para reducir su 'gap' con las zonas más desarrolladas.
En esta parcela nos encontramos con casos de éxito como el de Mafalda Soto, una farmacéutica española que fue a Malaui en 2008 para ayudar a un colectivo de desfavorecidos, incluyendo personas albinas. De ahí a 2011, cuando aterrizó en un hospital dermatológico de Tanzania. «Veía a jóvenes de 20 o 25 años con cánceres de piel muy graves y sin que hubiera apenas medios -como quimio o radioterapia- para hacerles frente. Ahí me di cuenta de que la máxima era trabajar en la prevención, la sensibilización y la educación», rememora la emprendedora. «Empezamos a analizar el entorno y resulta que no había redes de suministro ni distribución de protectores solares; prácticamente inexistentes para los albinos, que son de los segmentos de población más afectados, o en zonas rurales».
Mafalda Soto volvió a España y regresó en 2012 con tres fórmulas específicamente desarrolladas para los ciudadanos locales. «La primera remesa fue a parar a 200 albinos, que también nos dieron su feedback sobre cuál era la composición que más les gustaba en términos de olor o de viscosidad. Ahora estamos ayudando a 3.500 personas de forma regular». Mucho han cambiado, por tanto, las cosas desde que esta mujer inició este proyecto filantrópico, ahora en proceso de volverse sostenible económicamente. «Las primeras formulaciones las hicimos con una licuadora para hacer mayonesa en un contenedor de barco, con las manos. Ahora todo está registrado e industrializado», con el soporte de laboratorios como BASCH o el apoyo público de las Naciones Unidas.
El objetivo de Soto y sus compañeros es -manteniendo el foco social y garantizando el acceso a la protección solar gratuita- hacer rentable el proyecto y seguir ampliando sus miras. En torno al primer reto, Kilisun -que así se llama el producto- podría encontrar respaldo financiero en una nueva línea cosmética solidaria que comenzará a comercializarse en Europa en los próximos meses. En cuanto al segundo, esta innovación saltará de Tanzania a Malaui, Uganda, Ruanda y Fiji en 2018. «Tenemos mil ideas, como vender fotoprotectores también a los turistas para obtener más financiación, o crear un producto específico para cuerpo y otro para la cara e, incluso, sofisticar la fórmula para hacerla más atractiva. Pero la clave, hoy por hoy y como sucede con las innovaciones sociales, es consolidar la apuesta», concluye Soto.
Burocracia y falta de fondos
«En África se puede entrar en prácticamente cualquier sector, porque hay una gran oportunidad en todos ellos. Pero hay que ser conscientes de que se necesita una gran concentración en lo que estás haciendo, estar dispuesto a enfrentarte a problemas que ni se consideran en España -como el bajo nivel de Internet, la burocracia o la falta de talento- y tener en cuenta una previsión de fondos mucho más alta porque los proyectos tardan más en madurar y el acceso al capital riesgo es más limitado», explica Luis Verdeja. «Pero con paciencia y ganas de aventura, una buena idea puede tener un crecimiento increíble».
Paciencia y pasión
«Muchas de las aplicaciones que damos por sentadas en Europa no tienen antecedentes en África, existen vacíos legales en los registros con las autoridades y al obtener las aprobaciones pertinentes porque no saben lo que estás proponiendo», explica Mafalda Soto. «Pero con paciencia y pasión, al final todo acaba saliendo».