Nuria Espallargas, la española que ha resuelto el enigma químico para fabricar materiales más resistentes
Es una de las dos finalistas españolas que optan al Premio Inventor Europeo 2022. En su caso, en la categoría 'Pyme' junto al científico Fahmi Mubarok.
6 junio, 2022 02:24Noticias relacionadas
“Tras terminar mis estudios de Química comencé a hacer prácticas en el departamento de calidad de una empresa dedicada a fabricar óxidos de plomo. Se suponía que es una de las principales salidas de un químico, pero enseguida me di cuenta de que no era lo mío”.
Nuria Espallargas (Esplugues de Llobregat, Barcelona,1979) se muestra así de clara al comienzo de su conversación con D+I, tras conocerse su nominación al Premio Inventor Europeo 2022 (European Inventor Award 2022).
En su caso, por el desarrollo de un innovador recubrimiento cerámico que prolonga la vida de determinados componentes protegiéndolos del desgaste y la exposición química. Se espera que los primeros usos industriales sean en frenos de distintos vehículos. También que la Agencia Espacial Europea pruebe si resiste la abrasión a la arena de la Luna y Marte para explorar posibles aplicaciones.
Esta ingeniera metalúrgica y experta en ciencias materiales es una de las dos españolas finalistas a estos galardones que otorga cada año la Oficina Europea de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés).
La otra es Elena García Armada, investigadora en el campo de la robótica, que ha lanzado al mercado el primer exoesqueleto pediátrico. Los ganadores se conocerán el próximo 21 de junio.
Durante la videollamada para realizar esta entrevista, que Espallargas mantiene desde Noruega –donde trabaja y reside desde el año 2007–, esta química e ingeniera de materiales reconoce que en su primera experiencia laboral "me aburría, estaba todo el día haciendo lo mismo” y fue lo que la decidió a introducirse en el mundo de la investigación.
Tras completar la tesis en la Universidad de Barcelona, tenía claro que quería desarrollar su carrera en Europa, más allá de España, y eligió la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU, acrónimo noruego), en la ciudad de Trondheim. Después de 15 años en el país nórdico “no tengo intención de volver”, afirma sin un atisbo de duda. “Llegué aquí justo antes de la crisis de 2008 y muchos de los que salimos en ese momento nos hemos quedado ‘atrapados’ fuera”.
Un contrato fijo como profesora universitaria desde el año 2009, el “ambiente internacional” y el “interés de los noruegos por invertir en mejorar lo que ya tienen” son tres de las razones que enumera para haberse asentado definitivamente en el país.
También el proyecto que le ha llevado a optar a los galardones de la EPO que se otorgan desde 2006, con los que se reconocen "las soluciones de individuos y equipos a algunos de los mayores desafíos de nuestros tiempos". Los finalistas y ganadores son seleccionados por un jurado independiente compuesto por antiguos finalistas del Premio.
Encajando piezas
Nuria Espallargas está nominada junto con su socio, el científico de materiales indonesio Fahmi Mubarok, entre los cuatro finalistas en la categoría ‘Pyme’. En este epígrafe se reconoce el trabajo de inventores en pequeñas y medianas empresas con menos de 250 empleados y una facturación anual de menos de 50 millones de euros.
“La nominación nos ha sorprendido mucho porque aún no sabemos quién ha presentado nuestra candidatura”, reconoce la investigadora. Una candidatura en la que, aunque se personaliza en ella y en Mubarok, tiene mucho que ver la empresa que fundaron en 2014, Seram Coatings, para comercializar su invento.
Espallargas recuerda que todo empezó tras conseguir su plaza como profesora en la NTNU, concretamente en el Departamento de Ingeniería de Diseño y Materiales, donde contaban con financiación para un proyecto de investigación. “Pensé que era una buena oportunidad para sacar adelante una idea que se me había ocurrido durante mi doctorado, pero que no había podido ejecutar en España porque en ese momento el tema de mi tesis era otro y, lógicamente, no podía salirme de él”.
Esa idea tenía que ver con la industria de la proyección térmica (dedicada a proveer de tratamientos pulverizados a piezas que van a ser sometidas a condiciones extremas para reducir su desgaste) y con un reto pendiente en el sector desde hacía varios años: “Proyectar el carburo de silicio porque le faltaba un punto de fusión”, concreta.
Mubarok estaba por entonces cursando el doctorado en su departamento y le propuso participar en la investigación. Comenzaron en 2010 y dos años después consiguieron los primeros resultados positivos.
“Nos fijamos en cómo utilizaban este material en otros campos sin problema y empezamos a adoptar esos procesos en nuestro ámbito hasta que encajaron todas las piezas del puzle”. Aunque lo cuenta como si hubiera sido algo fácil, reconoce que no lo fue.
Una startup para comercializar su invento
El siguiente paso fue patentar su invento por su interés comercial. Entre las alternativas disponibles decidieron crear su propia empresa. “Pensamos que nunca se nos presentaría una oportunidad igual. Fahmi defendió su tesis el 9 de diciembre de 2014 y el día 14 fundamos, Seram Coatings”, detalla la investigadora española.
“Montar una startup desde cero no es fácil, pero reconozco que somos unos privilegiados porque recibimos mucha ayuda por parte de la universidad y de su oficina de transferencia tecnológica. De hecho, pensamos que habían sido ellos los que habían presentado nuestra candidatura a los premios de la EPO”. Algo que les negaron en la propia oficina.
Espallargas, que vuelve a mostrar su asombro por esta nominación, explica a D+I que durante cuatro años tras la creación de la empresa se dedicó enteramente a ella tras pedir una excedencia de su plaza como profesora. Tiempo que dedicaron a industrializar el producto en un trabajo que califica de “muy arduo, más que el que se realiza en un laboratorio”.
“Para comercializar un producto en nuestro campo tenemos que tener un nivel de madurez muy alto, más que en otros ámbitos como el de la informática, en el que se puede sacar al mercado un dispositivo completamente operativo que se actualiza en sucesivas versiones. Nosotros eso no lo podemos hacer”, remarca.
Del laboratorio a la industria
Recuerda que investigan para desarrollar materiales nuevos que van del laboratorio a la industria. “En el laboratorio se trabaja con cantidades pequeñas, pero cuando se pasa a volúmenes mayores las escalas no son lineales, hay determinadas herramientas que se tiene que fabricar uno mismo, y realizar las pruebas con los clientes para validarlo”. Etapa a la que llegaron en 2017.
Como se adelantaba más arriba, las primeras aplicaciones de su invento seguramente sean en frenos de automóviles o trenes, herramientas y equipos de fabricación de vidrio, equipos utilizados para la extracción de metales y turbinas de aviones. La Agencia Espacial Europea ya se ha interesado en su material y quieren probar si resiste la abrasión a la arena de la Luna y Marte.
“Ya tenemos la línea piloto, el siguiente paso es montar la línea industrial”, adelanta. Para conseguir la inversión necesaria, consideraron recurrir al sistema de venture capital, “pero lo descartamos porque quieren resultados en tres años y es un tiempo difícil de manejar para nosotros”.
Para seguir escalando, cuentan con inversores privados (la propia investigadora es una de ellos) y participan en proyectos europeos para explorar otras líneas de trabajo.
Espallargas asegura que la patente, que se otorgó en 2018, fue vital para asegurar la inversión. "Sin una patente, habría sido imposible", afirma. "Cada vez que teníamos una reunión con quien nos iba a financiar para comprar un sistema o equipo para desarrollar el producto, nos decían: ¿tienes esto protegido? ".