Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran cuáles son los polos de innovación del mundo, sería prácticamente un dislate que alguien sugiriera el nombre de África. Ni un continente entero de 1.200 millones de habitantes consigue calar en nuestro imaginario colectivo como un eje de I+D y emprendimiento, en tanto que nuestra percepción asocia -parece que irremediablemente- a África con temas como la pobreza, las guerras e incluso el terrorismo. Solo si nos dejamos de estereotipos quizás podremos ver algo más allá, algo que, si bien está lejos del nivel de las grandes potencias mundiales, sí que merece nuestra detalla atención.
Lo primero que hemos de tener claro son las enormes diferencias que existen dentro del propio continente africano, con algunos países en sintonía con la estrategia de innovación que todos compartimos y otros, aún, considerando esta parcela como algo secundario. Buena prueba de ello la encontramos al analizar la inversión en innovación sobre el PIB nacional: mientras que en Egipto ese porcentaje asciende al 0,72%, en Mauritania apenas llega al 0,01%, según datos de 2019 de Naciones Unidas. Gambia (0,07%) o Burundi (0,21%) también se antojan lejos de los estándares occidentales, como el ansiado 2% de inversión en I+D marcado por la Unión Europea como idóneo.
Mismo desequilibrio aparece al analizar las exportaciones relacionadas con las Tecnologías de la Información de los países africanos. Aunque es minoritaria en todos ellos -más dados a la venta al extranjero de materias primas y productos agrícolas-, lo cierto es que hay naciones como Tanzania (4,18% del total de exportaciones), Egipto, Mauricio o Marruecos (por encima del 2% todas ellas) que superan por mucho una media continental -cifrada por la ONU en el 0,62% en 2018- y en la que hay países como Cabo Verde o Nigeria que no reportan ni una sola exportación ligada a las TIC. Repetimos secuencia para hablar de las exportaciones ligadas directamente a "alta tecnología". En este caso, Sudáfrica con 2.239 millones de dólares en exportaciones en 2018 es el rey continental, por encima de Marruecos (838 millones) y Tanzania (186 millones). En el polo opuesto, ni Gambia, Cabo Verde ni la Unión de las Comora hicieron un solo céntimo en este apartado.
Y es que estas desigualdades regionales son una constante que debe ser comprendida en su máxima expresión. Así sucede, por ejemplo, si bajamos el nivel de detalle hasta las investigaciones científicas. Aunque África ha duplicado su producción de ‘papers’ en la última década, básicamente dos áreas controlan la inmensa parte de esa actividad científica. En 2017, según un informe de Clarivate Analytics, los países del norte del continente concentran el 42% de los ‘papers’ con apenas el 19% de la población. El otro 29% corresponde, a su vez, a Sudáfrica, con el 29% de las publicaciones generadas y apenas el 4,7% de la población. Cifras demoledoras sobre la heterogénea distribución de la capacidad innovadora en la región, incluso en este segmento donde las cifras en valores absolutos son todavía demasiado bajas: Sudáfrica, país líder en este campo, apenas publicó 80.887 ‘papers’ entre 2012 y 2016, aún muy por delante de los 1.659 estudios de Botswana, por ejemplo.
Una suerte de moneda de dos caras que, igualmente, se corrobora al hablar de patentes. Con una media de 169 solicitudes por país en 2018 según la OMPI (por comparar, España solicitó 1.525 ese mismo curso), vemos como esas mismas regiones del norte (Egipto -997 patentes-, Marruecos -187- o Túnez -180-) y Sudáfrica (657) son las que elevan al conjunto del continente en estas lides. Y, de nuevo, son nombres como el de Cabo Verde (solo 3 solicitudes de patente), Uganda y Ruanda (con seis) los que reflejan esa desigualdad territorial tan patente en el ámbito innovador africano. Y no es algo que solo tenga repercusiones económicas o en el endogámico mundo de la ciencia: esta falta de empuje tecnológico condiciona el desarrollo social y productivo de las regiones menos avanzadas. No es casualidad que unas 437 millones de personas que viven en extrema pobreza en el mundo se encuentren en el África subsahariana o que 10 de los 19 países más desiguales del mundo se encuentran en esa misma zona que adolece de una apuesta clara por la I+D.
Irrupción extranjera
No se lleven una sensación negativa de este análisis, en todo caso agridulce. Porque África está viviendo un lento pero ilusionante despertar de su capítulo innovador. Y en él tiene mucho que ver la potencia extra que le proporcionan las inversiones extranjeras en la región.
De acuerdo a un informe de EY, solo China invirtió 72.200 millones de dólares de forma directa en infraestructuras, telecomunicaciones y empresas tecnológicas en el continente africano. Francia, por su parte, hizo lo propio con 34.100 millones de dólares. De hecho, hasta países en los que no caeríamos a primera vista, como Finlandia, están apoyando redes de innovación en la región: los nórdicos impulsan la Southern African Innovation Support, con sede en Namibia y a la que pertenecen asimismo Zambia, Tanzania, Botswana y la propia Sudáfrica.
El creciente empuje innovador de África se nota también en la oportunidad de inversión que los grandes fondos de capital riesgo ven en la región. De acuerdo al último informe de Partech, con datos de 2019, las startups tecnológicas de este continente recibieron 2.020 millones en financiación, lo que supone un 74% más que el año anterior. "Está claro que no es ni un espejismo ni un fenómeno temporal. Habrá altibajos, pero es una nueva realidad para las economías del continente", reza el documento.
Ideas pujantes
En este contexto, son muchos los ejemplos de ideas pujantes que sitúan en el mapa la innovación materializada en África. No hablamos solo de implementaciones clave para su desarrollo socioeconómico -como fue el dinero móvil que dotó de acceso financiero a millones de ciudadanos- sino de proyectos emprendedores de alta calidad surgidos en los últimos años.
Durante el reciente SA Innovation Summit, celebrado virtualmente por las circunstancias que nos rodean, hemos visto desde empresas ‘agritech’ como eProd (un ERP adaptado a las necesidades de este sector y a las particularidades de las explotaciones en la región) hasta TRxEAT, un chatbot para mejorar la adherencia a los tratamientos farmacológicos en pacientes crónicos mediante recompensas. A sumar ideas como la de SlideLuvre, una startup que ha diseñado paneles solares en formato vertical para edificios sin espacio para instalaciones fotovoltaicas al uso. No faltan proyectos ambiciosos en arenas bien conocidas como la de los trabajos P2P (Fundi App) o la analítica de datos (Analytix).
COLABORAR EN CIENCIA
Mientras que China es el principal inversor extranjero en compañías y recursos africanos, son Europa (Francia y Reino Unido, principalmente) y Estados Unidos los que concentran la mayoría de redes de colaboración en materia de investigación científica con los países de la región.