En 2019, la red de aeropuertos de Aena registró más de 2,3 millones de movimientos, un 2,6% más que el año anterior. Antes de 2020, en Europa ya se registraban más de 30.000 vuelos diarios, la cifra más alta hasta entonces según datos de Eurocontrol, la organización europea para la seguridad de la navegación aérea.
Durante 2020 todos los datos se desplomaron como consecuencia de la pandemia y la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) estima que no será hasta 2022 cuando la industria del transporte aéreo se recupere.
Una vez lograda esa deseada estabilidad, se reanudará el crecimiento en número de pasajeros y vuelos. Según las previsiones de Aena, en 2026 ya se habrán rebasado los niveles precovid en nuestro país y el número de vuelos se incrementará con respecto a 2019, momento en el que el transporte aéreo ya tenía por delante grandes retos para garantizar la seguridad de las operaciones ante el aumento de su densidad.
Ahora, la gestión del tráfico aéreo –también conocido por ATM (Air Traffic Control)– se realiza a través de infraestructuras terrestres. Los controladores aéreos, situados en tierra, se comunican por radio con los pilotos de las aeronaves para darles instrucciones durante el despegue, vuelo y aterrizaje.
Sin embargo, en zonas remotas y oceánicas no siempre disponen de la cobertura necesaria. En estos casos, las aerolíneas vuelan por rutas preestablecidas que se saturan, generando retrasos en los vuelos y donde no es posible establecer estrategias para optimizar los consumos de combustible.
“Dentro de nuestro territorio, las islas Canarias son un buen ejemplo de ello. En su espacio aéreo a veces existen dificultades para establecer la comunicación porque no se pueden instalar radares en el mar”, ilustra Mariluz de Mateo, directora de desarrollo empresarial de Enaire, a D+I.
Este gestor nacional de navegación aérea, dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, ha iniciado un proyecto junto a Indra para desarrollar una solución tecnológica que dé respuesta a este problema. “En casos así el uso de satélites es perfecto porque proporcionan un servicio equivalente al radar en tierra”, afirma De Mateo.
Fruto de esta colaboración público-privada se ha constituido una sociedad, Startical, con el objetivo de desplegar una constelación de más de 200 pequeños satélites (de menos de 500 kg) de baja órbita. "La solución satelital propuesta ofrecerá a los Proveedores de Servicios de Navegación una mejor cobertura para asegurar una más eficiente separación de aeronaves, servicios más completos y la posibilidad de emplear nuevas rutas", explica Fernando García Martínez-Peñalver, director general de Startical, a D+I,
Esto permitirá aumentar la seguridad, capacidad y puntualidad de los vuelos. Además, la previsión es que con Startical disminuyan las emisiones de CO2 a la atmósfera a nivel global en al menos 13 millones de toneladas al año en 2030.
Proyecto 'marca España'
Startical se realizará en dos fases. En una primera, de investigación, que se desarrollará de 2021 a 2023, se establecen tres objetivos: validar la tecnología, conseguir la asignación de frecuencias y consolidar el plan de negocio. De culminarse con éxito, en una segunda fase, que se desarrollará en los siguientes tres años, se procederá al despliegue de la constelación completa. En 2027 comenzarán a dar servicio.
“Se trata de una propuesta pionera en el mundo porque cumple una doble función: de vigilancia de la posición de la aeronave a través del sistema ADS-B y la de comunicación por voz y datos por radio VHF entre el controlador y el piloto”, detalla la directiva de Enaire, también presidenta de Startical.
Un valor añadido este último que diferencia esta iniciativa de un proyecto similar puesto en macha en Estados Unidos, y operativo desde 2019, que solo prevé el servicio de vigilancia global ADS-B. La constelación estadounidense opera con 66 satélites.
La inversión máxima prevista de la primera fase asciende a 29,2 millones de euros, de los que 3,1 millones provienen de los fondos Horizon/SESAR para la creación del Cielo Único Europeo. Además, cada socio aportará hasta 9,95 millones, que podrán variar en función de la obtención de fondos europeos Next Generation EU.
“Pensamos que es un proyecto marca España que puede tener importantes implicaciones para posicionarse en el sector de la movilidad aérea. Es una iniciativa única que se enmarca dentro de lo que se denomina el new space: democratizar el acceso a esta tecnología, hasta hace no mucho copada por grandes agencias gubernamentales”, apunta De Mateo.
Por su parte, García Martínez-Peñalver, sostiene que el proyecto supone un salto adelante en la digitalización del espacio aéreo que alcanzará por primera vez a todos los puntos del planeta. "Se tendrá acceso a una cantidad ingente de datos globales, integrados en una única fuente y permitiendo su aprovechamiento mediante técnicas de big data. El empleo de inteligencia artificial en la gestión de la constelación es otro de los elementos novedosos".
Startical utilizará satélites de pequeño tamaño, más fáciles de fabricar y mantener que los convencionales, y con menores costes, lo que acarrea beneficios adicionales. “Su vida útil es más reducida, de cinco años, lo que implica renovarlos con más frecuencia", explica la directora de desarrollo empresarial de Enaire."Esto permite –añade– introducir nuevas funcionalidades para, por ejemplo, incluir la prestación de nuevos servicios. Las actualizaciones son más ágiles que en una constelación tradicional, que puede tardar quince años en renovarse, como ocurre en el caso de la estadounidense”.
La intención es que este sistema de comunicación global, desarrollado inicialmente para ofrecer servicios de navegación aérea en zonas remotas u oceánicas, también se aplique a otros modos de transporte. Su culminación, supondrá la creación de entre 1.440 y 1.550 puestos de trabajo: 240 directos de alta cualificación, entre 500 y 550 indirectos y entre 700 y 760 inducidos. Esta cifra podrá multiplicarse por tres a medio plazo alcanzado los 4.500 empleos.