James Ehrlich es uno de esos personajes singulares que son capaces de reinventarse y, también, plantear la revisión del mundo mismo en que vivimos. Con una dilatada trayectoria en la industria del videojuego y el entretenimiento, Ehrlich es un rostro bien conocido en Estados Unidos por su carrera televisiva en la PBS. Pero su popularidad reciente se debe a haber sido asesor de la Casa Blanca de Obama para Infraestructuras Regenerativas, amén del Centro de Investigación Ames de la NASA y de la plataforma de Sostenibilidad de las Naciones Unidas. Si a ello le unimos su labor docente en Stanford, primero, y la Singularity University, después, tenemos el perfil completo de uno de los mayores visionarios en economía circular de nuestros tiempos.
“Los mejores juegos son aquellos que despiertan tu imaginación y el proceso de pensamiento. Pero es un concepto expansivo: yo vivía en Nueva York y me mudé a una zona no tan densamente poblada en el norte de San Francisco, rodeado de pequeños agricultores familiares. Cada uno de ellos tiene su propia capacidad de prosperar y ser autónomos, produciendo alimentos increíbles, saludables y deliciosos. Se unen para compartir y crear comidas juntos. Eso fue realmente inspirador para mí. Al principio fue como una especie de pasatiempo, pero empecé una investigación sobre el tema de los ecosistemas y las relaciones simbióticas, sobre la forma que tenemos de relacionarnos con el entorno y los recursos naturales, que a su vez también influye en las maneras de hacer comunidad y aspectos como el cambio climático, la vivienda o la desigualdad económica”, detalla Ehrlich a INNOVADORES.
Como spin-off de su trabajo en la SingularityU, James Ehrlich fundó en 2016 la empresa ReGen Villages. ¿Su misión? Transformar el concepto de las ‘ecoaldeas’ que tanto proliferaron hace unas décadas en todo el mundo para construir comunidades circulares, resilientes y descentralizadas a través de un software que entienda los flujos nutricionales necesarios para lograr la energía y agua imprescindible para su población. Y sin vehículos motorizados dentro de su perímetro.
“Estos asentamientos típicamente se construían desde la base, de forma orgánica: algunas familias deciden unirse, pero han de conocerse previamente. Luego han de pasar por el proceso increíblemente desalentador de obtener un pedazo de tierra del Gobierno. Nosotros proponemos adoptar un enfoque industrializado: las partes interesadas fabrican componentes a partir de materiales de construcción circular fáciles de ensamblar. Desarrollamos la infraestructura de energía de forma en que estos hogares sean autosuficientes desde el minuto uno, como la geotérmica, biomasa, fotovoltaica o eólica. Por medio de sistemas de almacenamiento, podemos hacer que esos vecindarios no necesiten energía externa de la red e, incluso, ofrecer el excedente hacia fuera”, explica el experto en el marco de un evento organizado por su universidad en Bogotá. “Por otro lado, nuestro sistema alimentario ha sido diseñado dramáticamente contra la naturaleza, para ser honesto. Desde 1952 hasta hoy, hemos pasado del modelo de pequeñas comunidades fuertes y autosuficientes a empujar a la población hacia las áreas urbanas y dejando el control de las prácticas agrícolas en manos de las grandes corporaciones. Ya sabemos las consecuencias de este modelo y las ventajas de una agricultura hiperlocal, biodiversa, que no degrade el medio ambiente ni agote el suelo por culpa del monocultivo”.
El reto, por la parte técnica, parece resuelto y pocas dudas hay sobre lo atinado de su enfoque. Donde hay más lagunas es en la acogida política de esta clase de iniciativas (ReGen Villages se ha mudado de EEUU a Países Bajos en busca de ese interés público) y en cómo resolver uno de los grandes problemas de cualquier sociedad descentralizada y relativamente aislada: la convivencia.
“Al final son muchas personalidades diferentes y, a veces, se genera una tensión negativa. Para eludir esto desde la perspectiva sociológica, tenemos que crear un marco de reglas y una estructura general de administración, al más puro estilo de como una empresa gestiona las cosas. Un paradigma de desarrollo y organización de divisiones y subdivisiones donde la gente pueda sentirse cómoda y se establezcan incluso los salarios dignos basados en las tarifas de la asociación de propietarios”, afirma James Ehrlich, quien sentencia: “Al final, lo que buscamos son externalidades a largo plazo, con comunidades fuertes, hermosas, saludables, felices y pacíficas. Queremos vernos como una especie más de este planeta, viviendo dentro de la naturaleza, no separados de ella”, concluye.