Desde niño recuerdo que se alababa al ahorrador. Se le ponía de ejemplo. Se leía la fábula de la cigarra y la hormiga para ensalzar a esta última, que trabajaba guardando el trigo en verano para poder comer en invierno. Por el contrario, se denigraba a la cigarra despreocupada, cantarina y alegre que no hacia previsiones en los tiempos buenos para sobrevivir en los malos.
La España de la segunda mitad del siglo XX estuvo poblada por ahorradores. Muchos invirtieron sus ahorros, primero en su propio hogar. Llegó a ser un país de propietarios de su vivienda habitual. Luego invirtieron en la segunda residencia. Finalmente compraron algún inmueble con el ánimo de alquilarlo para tener “rentitas” que asegurasen tranquilidad económica.
La clase media y trabajadora invirtió también en cuentas corrientes, libretas de ahorro, y fondos de inversión o pensiones en la banca local que les daba una cierta rentabilidad.
Otros invirtieron en valores bursátiles sólidos. Recordemos las célebres “Matildes”, las acciones de Telefónica, que llegaron a valer casi 30 euros cada una.
¿Qué ha sido de todo ello?
Los inmuebles sufrieron vaivenes, no siempre se revalorizaron. Por si acaso no fue bastante esfuerzo construirlos, los ayuntamientos los gravan con el IBI (impuesto de bienes inmuebles), la tasa de basuras… Su no uso requiere mantenimiento. Mantenimiento, no sólo caro, sino imposible de encontrar quién te lo haga de manera razonable.
Hoy en día un edificio, si no se vive en él, se deteriora. Las casas requieren mantenimiento. Quebraderos de cabeza no recompensados.
Si tienes un pequeño patrimonio y lo alquilas ¡Cuidado! La Ley de la Vivienda protege de tal forma al inquilino y el okupa, que puede convertir la propiedad de inmuebles para alquilar en una posible pesadilla.
Los bancos españoles, al contrario que los ingleses, no remuneran adecuadamente el ahorro depositado en sus cuentas. Si es en cuenta corriente tienes que dar gracias que te permiten mantenerlo. Las remuneraciones a plazo son poco rentables. Los fondos gestionados por la banca van mal (parece mentira). Muchas veces su rentabilidad es inferior a la media el mercado.
Los bancos españoles gozan de mucha liquidez. Varios cientos de miles de millones gracias a la política del BCE y el conservadurismo del cliente español. Por eso no necesita acudir al mercado para cumplir con las ratios que le exige la Autoridad Bancaria Europea o el Banco de España. Por eso, la banca española no remunera la liquidez situada en sus cuentas por la clase media-trabajadora ¿Tendrá el Gobierno que obligarles a pagar a los pequeños y medianos ahorradores?
Tampoco el mercado bursátil ha dado grandes alegrías al ahorrador. Las Matildes de 30 euros ahora valen 4 o menos.
Por si fuera poco, los Gobiernos “progresistas” se empeñan en poner todo tipo de impuestos a la propiedad, fruto del ahorro. Se empeñan en gravar el patrimonio, impuesto regresivo donde los haya, las donaciones y las sucesiones. Haber ahorrado no se premia ¡Se castiga!
Encima, si por casualidad has conseguido una “gran fortuna” la inspección te acosará para aplicarte el impuesto de las grandes fortunas. Impuesto que ha sido un fracaso. Recauda menos de 700 MM de euros, por debajo de la mitad de lo previsto a “ricachones” sobre todo de Madrid, Andalucía y Galicia, feudos electorales actuales del PP. Se conoce que en Cataluña y el País vasco no los hay (¡Casualidades de la inspección!).
En conclusión, ahorrar no compensa. La hormiga no tiene su recompensa y la cigarra canta subvencionada por el Gobierno de turno.
Cómo esto es un sinsentido, se cercenará el ahorro y se acabará creando una economía de subvención. Es decir, de dependientes del Gobierno de turno al que votarán para mantener su “paguita”. Un análisis de las elecciones del 23J nos pueden dar datos en ese sentido.
A corto plazo todo parece funcionar. Pero a medio y largo se deteriora una de las variables que hace crecer la riqueza de una nación: el ahorro. Ahorro es inversión, inversión es puestos de trabajo y aumento del nivel de vida.
Todo ello no se produce porque, en la España de hoy, para la clase media y trabajadora: “ahorrar es llorar”.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.